Desde Alguna Parte

Después de haber pasado la noche en tu agujero, me despierto somnolienta y desorientada sobre el suelo, como si fuera un perro con los ladridos castrados, temblando más de miedo que de frío. Me has convertido en un ser efímero, ahuyentada del silencio, evocada al deseo, basada en inseguridad que amamanta tu genio. Has hecho de mí el más mero reflejo de tu ira, la más falsa de todas las risas, el cristal más opaco, la más estridente melodía. Has conseguido que durante mucho tiempo viva pendiente de tus pasos, atenta a si entras o sales, escondida tras un llanto que me envuelve al tú mirarme. Conseguiste mi miedo, conseguiste mi llanto, conseguiste mi dolor. Un triunfador…


Un tintineo me descompone. Cercano a la puerta, habita un ruido incesable que se convierte en tragedia cuando habla. Es el rugir de tus llaves peleando con la puerta lo que me impacienta y causa el desorden. Son las tres ya pasadas y, dispuesto a lo que sea, entras en casa.


- ¿Se puede saber quién ha cambiado la cerradura? ¡No había quién encajase la llave! ¿Has sido tú, verdad, mala mujer? ¿Has sido tú? Pero, ¿qué pasa contigo? ¿Es que a caso no te cansas? ¿No te duelen mis palos? ¡Di!


Consumido en alcohol, te estás quemando. Nadie hace nada en tu contra, nadie, absolutamente nadie. No me explicaría cómo con lo ‘poderoso’ que eres, alguien se atreviera a enfrentarse a ti.


- No la ha cambiado nadie.


Te me quedas mirando fijamente, transmitiendo con tu mirada un frío capaz de congelar mis palabras y mantenerme callada. Soy incapaz de volver la cara atrás, porque sé que sería motivo para que descargaras tu soberbia en golpes; pudiera levantarme, irme a mi cuarto y encerrarme, pero nuevamente daría razones para escuchar gritarte. Es raro conocer el silencio entre estas paredes, por eso no aguantas mucho tiempo callado y sigues buscando excusas ilógicas para arrebatar toda tu ira conmigo.


- Tengo hambre, ¿dónde está la comida?


- Ahora te la preparo.


- ¿Cómo? Pero, ¿quién te has creído que soy aquí? ¿Un tonto? ¡A mí has de tratarme como el hombre de la casa que soy! ¡Nada de hacerme esperar! ¡Maldita seas mil y una veces! ¡¡¡Maldita!!! Si quieres darte a respetar, ¡respétame tú a mí! ¡Engreída! ¡Egocéntrica! ¡Sólo miras por ti! Y… ¿no miras por quién te da de comer, por quién trae el sueldo a esta casa, por quién te da un techo en el que cobijarte y una manta con la que taparte? ¡Desagradecida!


Con cada suspiro va un reproche, con cada latido va un derroche, y con cada grito, va un golpe. Mis oídos se han adaptado a tus gritos, pero mi piel sigue comportándose virgen a cada paliza sometida, sigue actuando víctima de tus roces, sigue sin saber a qué vienen esas caricias extremistas día tras día, noche tras noche.


Totalmente encogida, enrollada en mí misma, como un embrión en el vientre de una madre y escuchando el sollozo de mis heridas al ser tocadas por mis lágrimas, espero a que, sin más, te vayas.


- Espero que hayas aprendido a respetarme. Ahora, iré a comer algo. Y no llores más, ¡mísera cobarde!


Y tras un portazo dejas culminado el miedo y el silencio en el interior de la casa. No sé cómo, porque a penas tengo fuerzas, pero me levanto del suelo y, dirigiéndome al cuarto de baño, voy engendrando más odio hacia ti. Llego y, al mirarme en el espejo, pudiendo observar mis ojos, en los que se adentra una mirada lamentable; mis labios, totalmente quebrados y ensangrentados; mis manos, que a penas sienten el tacto, y mi cuerpo, al cual lo identifico con la cadena que ata al presidiario, ese odio aumenta sin límites. Con una gasa y un poco de agua, limpio como puedo la sangre derramada por mi boca e inmediatamente, con miedo a que vuelvas, subo corriendo las escaleras y, con mucho cuidado y sin hacer ruido, levanto a ese niño que tanta vitalidad me da cada día, a pesar de que un ser como tú contribuiste a darle vida.


- Pablo, Pablo. Levántate, cielo.


- ¿Ya es de día, mamá?


- No, cariño, aún es de noche… Pero nos iremos de viaje tan pronto como te levantes.


- ¿A dónde iremos, mamá?


- Iremos… Iremos a Alguna Parte, cielo...


- ¡Como en mi cuento!


- Así es, cariño. Vamos, ven con mamá.


Preparados ambos en la puerta y con las maletas en la mano, miro todo lo que me rodea. Tantos recuerdos en esta antigua casa… En ella nací, en ella crecí… pero en ella estoy muriendo. Mire a donde mire, se refleja en mi mente imágenes en las que soy la protagonista de una paliza. Mi vida junto a ti ha muerto, pero en sí, sigue viva. Y, sigilosamente, cierro la puerta sin que nadie se llegue a dar cuenta de que estoy huyendo para siempre.


Al día siguiente…


- ¿Qué es esto? Parece una carta… ¿Lucía? ¡¿Lucía?! Pero qué diablos…


‘Querido triunfador:


A ti, que con orgullo vives anteponiendo tu genio. Preso de la ignorancia y provocando mi miedo. Tu afán primordial en la vida es la superioridad sobre todo lo real e irreal. Piensas que por ser hombre puedes más. Conseguir, has conseguido bastante. Te has ganado mi dolor, mi sufrimiento y mi miedo, dejándome sola a cada momento, inconsciente de tus hechos…


A ti, maltratador y explotador de libertades, que hiciste hasta lo impensable por creerte superior. Con cada grito iba un golpe y con cada golpe, una desilusión.


A ti, que sin esfuerzo me retuviste y de la misma manera me has perdido.


A ti, por si algún día te acuerdas de mí, por si algún día te acuerdas de que tienes un hijo, por si algún día te acuerdas de alguien menos de ti… me decidí hoy a escribirte.


Has acabado con mi vida. Y podría agregar detrás de estas palabras adjetivos descalificativos que te desvaloren, que te definan de principio a fin, sin necesidad de callarme… pero me estaría poniendo a la altura de un cobarde. Es cierto que no olvidaré que estuviste en mi vida… Aunque el recuerdo no sea leve, estarás ahí. Me pregunto si algún día sabrás decidir sin que sea a expensas de una botella; si algún día serás capaz de sonreír, de compartir, de ser feliz... Me pregunto qué será de ti ahora que el tiempo me dejó decidir…


No sé qué pasará con mi vida, no sé que será de mí ahora que me he ido, no sé nada del futuro, nada. Pero algo sí sé: soy mujer. Una mujer, ser capaz de engendrar a otro ser, persona con capacidad de decidir y, por tanto, persona con derecho a la libertad, con derecho a existir. Tú, hombre cruel, me arrebataste la razón y el derecho a elegir, pero nunca fui capaz de gritarte al igual como tú a mi. Siempre he sido muy reservada y me resultaba más fácil escribir las cosas que decirlas. Ahora, debido a esto, huyo sabiendo que estás libre de un delito que no tiene perdón. Pero, a pesar de tanto daño y dolor, a pesar de tantas humillaciones y agresiones, sigo poseyendo, dentro de lo que cabe, la suficiente razón como para saber que mi vida, en esencia, no termina aquí.


Mientras que tú me gritabas y me atiborrabas a palizas, yo permanecía callada por miedo a que siguieras pagando toda esa ira con la única personita que realmente me ama. Y es por él, sólo por él, por quien te atizo con la caricia más agresiva en forma de poesía… Esa caricia que nunca fui capaz de darte con mis manos te la doy ahora con palabras.


Tal vez el tiempo te haga feliz… Ahora mismo, estaré dirigiéndome a esa parte del mundo en la que se encuentra realmente la felicidad, donde se vive por revivir, donde se crea la ilusión de un niño, como en un cuento infantil… Sin ir más lejos, ayer por la noche me decía tu hijo: ‘Como en mi cuento, mamá. Si vamos allí, ¡viviremos como en mi cuento! Donde se permite pintar las paredes con ceras de colores, donde siempre me estaré riendo y jugando, donde las sillas del “cole” sean coches, donde puedo comer sin ponerme servilleta, donde los mayores van saltando al trabajo, donde puedo tirarme por la arena y mancharme... ¡Qué bien, mamá! ¡Qué bien! ¡Viviremos como los reyes!’ Y así viviremos, como en su cuento: sin tener que responder a unas leyes, a unas normas ni a ningún reglamento. Obedeceremos únicamente al tiempo. Y de esta forma hoy, desde allí, desde Alguna Parte, grande y con la herida por delante, crezco’.

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Hola [bye] Me encanta escribir, y hace poco he presentado éste relato a un concurso de relatos cortos convocado en mi ciudad. Quisiera saber vuestra opinión sobre él. ¡Gracias!
un texto duro, pero bien llevado. El final es esperanzador, me gusta así.


Suerte en el concurso.
Está muy bien llevado, la verdad. Y el tema es delicado pero lo abordas creo que de una manera muy adecuada.
Tal vez me resulte un poco... no sé, algo, el cambio de estilo, de relato-monólogo a carta (aunque está claro que es la forma en la que tiene que acabar el relato). Sin embargo, te has visto obligada a dejar paso al narrador omnisciente para enlazar (sí, es sólo una frase, pero no has podido evitarlo y se resiente un poco el relato, porque introduce distancia). Son matices, pero los comento sin ánimo de ofender ni de parecer un gran escritor que se permite dar consejos.

Un fallo, creo, es esto:
para escuchar gritarte.

No sería "para escucharte gritar"? Al fin y al cabo, la mujer no va a gritar, no? Ahí te refires al hombre, verdad? Nada más, una errata.


Suerte en el concurso, ya nos contarás qué tal.
JAJAJA... Tío, eres un crack XD Es cierto, tienes toda la razón ;) lo que pasa... es que me di cuenta cuando lo habia entregado ya!!! :P lo siento... qué le vamos a hacer XD ¡Gracias por leerlo! Byeee
Hola. Sólamente deciros que he quedado finalista... No sé si ganaré o no, pero no me importa mucho. Al menos, ya tengo lo que quería: mi relato publicado.

Salu2
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