Después de la nieve llega el momento de que los árboles se desprendan del hielo que les cubre. Así lleva toda la mañana. Desde mi ventana se ven varios árboles y se ven caer pegotes de nieve de las hojas.
La luz de los tejados es cegadora, les está dando el sol y al mirar de nuevo a la pantalla del ordenador lo veo todo verde. Las grúas que adornan la panorámica que se ve desde mi ventana tampoco se han librado del blanco disfraz. Una de ellas, la que mas cerca está tiene la misma altura que tendría una torre de 18/20 pisos; de lo mas alto de ella se ha desprendido un bloque de nieve que se precipita al vacio. Es una curiosa imagen. La nieve cambia el paisaje, hace parecer a la ciudad como si fuera otra distinta.
Hasta hace un rato, el cielo lucía un azul espléndido. Nadie hubiera sospechado que ayer nevó durante casi todo el día. Nadie que no mire al suelo, que no mire a los árboles, a los tejados, a los montes, a las calles. Nadie que no sienta el frío que aún hace.
Estoy en casa, con bufanda y mirando por la ventana, a la vez que hago un paréntesis para escribir aquí lo que veo. Se ha nublado el cielo, hay color de nieve. ¿Volverá a nevar?