Hace ya mucho tiempo de los acontecimientos que voy a narrar aquí, sin embargo permanecen tan vivos como aquel dia de Octubre en que todo empezo, como casi siempre, por un oscuro lance del destino.
Gastaba yo mi tiempo, en ciertos quehaceres que no vienen al caso, cuando ella entró por primera vez. No puedo decir que su entrada en aquel lugar y en mi vida, que al caso es lo mismo, fuera especialmente rutilante. Con timidez y cierto aire distraido se acomodo al entorno, y no pasó mucho tiempo hasta que la irrefrenable atracción hacia la novedad que siempre impulsó mis actos diera como fruto un acercamiento entre ambos. Al principio fugaz y aparentemente casual, para ir siendo mas intenso según se acercaba el dia en que, sin yo saberlo, iba a cambiarlo todo. Aquella reunión en las postrimerias de la Nochebuena fue la excusa perfecta para sacar nuestra relacción de un contexto forzado por las circunstancias. Y ver, de paso, si existia alguna posibilidad de que sobreviviera en semejante circunstancia.
Aquella noche nos divertimos y disfrutamos de nuestra respectiva compañia. La cuestion pronto camino por terreno mas resbaladizo y mis intenciones, honorables pero agresivas, fueron atajadas con la tantas veces escuchada arma del compromiso ajeno.
En honor a la verdad no era la primera ocasión en que , de manera mas o menos intencionada, el tema de su noviazgo habia salido a relucir. Pero como lo que no he contado, porque nunca sucedio, es que apareciera el amor como argumento. Yo, irreflexivamente, me lancé en pos de ella con la esperanza de hacerla cambiar de opinión.
A pesar de su reticencia, habia algo que, en poco tiempo, habia surgido entre nosotros. Así, nuestra relacción amistosa , preservando su virtud intacta, siguió su curso tan inevitable como peligrosamente.
Yo fuí sincero con mis intenciones y ella, con su pareja. Mientras, se engañaba sobre la naturaleza de aquella situación. Bueno, quizá ambos fracasamos a la hora de interpretar lo que estaba pasando. Y, sobre todo, las consecuencias que traeria...