Los días pasaban alegres, y los sentimientos evolucionaban vertiginosamente, hasta aquel dia de excursion en el que, armados de una cesta de comida como los campistas de las peliculas, pasamos una jornada inolvidable.
Su perfume embriagador me transportaba cada vez que me acercaba a ella, la cogia de la mano y la liviandad que sentia en los pies, como si fuera capaz de volar, solo semejaba al nudo que se formaba en mi estomago cuando apenas rozaba su mejilla con un beso, todo en ella era la recreación del paraiso que todos buscamos en nuestra vida, redimiendo, si cabe, el pecado original. Y yo habia mordido la manzana.
Tal era asi que decidí forzar la situación arrastrado por mi creciente y frustrante pasión. Y tambien, por que no decirlo, por todas las noches en vela buscando desesperadamente la manera de cambiar aquello, para bien o para mal.
Con esa perspectiva me encaré a ella y le exprese mi angustia. Mi necesidad de estar con ella o de huir de su lado para no seguir sufriendo. Todos los sentimientos oprimidos en su corazón estallaron ante aquella perspectiva, y lloró por mi. Yo tambien lloré , cuando, ante la perspectiva de no verme mas me confesó lo que nunca habia dicho antes, lo que yo anhele oir tanto tiempo... me queria.
Y aun amandome me rechazaba. Seguia fiel a su vida anterior, rechazando tambien una realidad tangible que habia hecho temblar nuestro mundo, que podia cambiar nuestras vidas. Pero se mantuvo firme. Aquel día me dio razones que no pude comprender, fronteras que no se deben traspasar, muros que no se pueden escalar, pues en la vida real el amor no lo puede todo. La lección mas dura que uno puede aprender.
Y herido de muerte, amado y rechazado, enamorado y perplejo, me marché de alli...