Esta vez prefiero no escuchar el eco de cuatro paredes vacías. Una vez más, procuraré elaborar minuciosamente esa lista mental de pequeños y grandes cambios, que acabaré guardando en el rincón más polvoriento. ¿Por qué siempre rompo mis propias promesas? Te hablaré de esto mirándote a los ojos, en penumbras, para no contemplar tu incomprensión. Quizá pases tu mano por mi frente y me hagas liberar un poco esa presión; tan sólo el echo de escuchar y sentirme cómoda ayuda. ¿Por qué nunca consigo sentirme del todo bien conmigo misma? Y es que a veces pienso que soy demasiado dura y perfeccionista... prometo no hacerme más daño, pero una vez más decido destruirme un poco; ¿automutilación quizá? Autodestrucción. Prometo dejar de ser una paranoica... pero siempre me persiguen los fantasmas.
Y ante esa mirada de ceño fruncido, ojos intentando comprender la profundidad de los mios, revoloteando alrededor sin encontrar nada, ... Me vacío.
Así que dame tu mano, para llenar las mías. Dame tus manos, para mantenerme en pie. Como un cuenco vacío, sin agua ni aire. Como una cara dando la espalda, como esas caricias lujuriosas que recorren la piel sin buscar un corazón. Necesito de ese punto de apoyo. Me besaste en la mejilla cuando las lágrimas aún resbalaban en profundos surcos, y disimulaste una punzada de dolor... Lo único que hiciste entonces fue hacerme sonreir y borrarlas.
Y sin embargo, no consigo expresar todo lo que siento... y eso es frustrante.