Hoy me desperté, al son de un desagradable pensamiento, que era prescindible, que nadie me espera en ningún sitio. No era más que una pieza de un puzzle que estaba ya completo. No lloraré por ello puesto que, me dije, ninguna vida tiene sentido, solo que unos no paran a pensarlo. Esa percepción aun me persigue pero ya he aprendido a vivir con ella entre oceanos de alcohol y rayas niveas, más bien he aprendido a no seguir viviendo y siendo consciente de una existencia que va apagándose entre las luces de otras existencias. Lo acepto, nadie me espera en ningún sitio, aguardaré a la muerte en un rincón donde pueda morir sin ser visto, sin ser amado, sin que nadie me ciegue con su luz. Ya no busco el sentido de la vida porque me he dado cuenta de que te lo llevaste tú-