Quitarlas. Si no, se me quedan los ojos como dos mojamas. No soporto los ojos secos, que además se mantienen así hasta que me quito las lentillas. Además, al quitar las lentillas, siento como si me llevara parte de la córnea.
Está muy guay eso de sentirse como Spiderman por un segundo y pensar que te has curado cuando recién abres los ojos, pero cuando quieres parpadear y ves que el párpado no baja ni de coña, toda emoción desaparece.
Aún así, a veces vence la pereza, que viene acompañada después de una pizca de arrepentimiento y de ojos como tomates.