A ver si esto coadyuva en la Tercera Guerra Mundial y todos nos desintegramos. Total, hoy por hoy no existe una sola cultura en el mundo con cuyos valores actuales me identifique plenamente, no lamentaré la extinción de una Humanidad que desde mi punto de vista ha degenerado hasta niveles abismales.
El mundo se ha convertido en un vertedero maloliente de inmundicias cuyo hedor repele y repugna. En Sudáfrica, la patria original de los bantúes, las enfermedades venéreas y el crimen provocan el colapso de la sociedad mientras testadores irresponsables y tribunales progresistas entregan la propiedad de tierras y la jefatura de tribus a ultimogénitos, a hijas, a viudas. En Japón los padres prefieren tener hijas a tener hijos, en Escocia según me he enterado hoy están concediendo últimamente la jefatura de antiguas tribus gaélicas (cosa totalmente simbólica) a descendientes de nobles sólo por la línea materna, en Nueva Zelanda los maoríes están entregados al alcoholismo y sólo viven para recibir subsidios del estado tan copiosos que les permitan comprar el suficiente alcohol para morir de una intoxicación etílica, Suecia es un país donde al lado de gentes rubias, altas y con los ojos azules ves a pigmeos del Sudeste Asiático de piel cetrina y mirada aviesa. Alemania es para mí deplorable por intentar exterminar al Hijo de Dios Israel, Inglaterra lo es por impulsar el capitalismo y la Revolución Industrial, Francia por crear la democracia y exterminar a la aristocracia a la par que establecía el gobierno del populacho, a Rusia huelga decir por qué la deploro. Mira a Mongolia bajo el yugo del comunismo, mira a la antigua Cartago reducida a cenizas. Id a Egipto y sufrid la experiencia desoladora de no poder libraros de un hombre que repite hasta la saciedad "hola hola Coca-Cola, 1 euro por favor" mientras contempláis las ruinas del Templo de Horus para percataros de cuán bajo ha caído la Humanidad. El mundo comenzaba a tornarse en un lugar insalubre en tiempos de De Maistre y Bonald, era ya un lugar perverso en tiempos de Le Play y en la época de Nils Wohlin comenzaba a despedir hedor. Ahora ya es sencillamente inhabitable.
Y los medios de que disponemos para defendernos son pocos. Mirad la Iglesia Católica, regida desde hace siglos por un tomismo de origen aristotélico absolutamente vacuo y estéril que no ha hecho sino propiciar la indigencia mental y espiritual. Se trata de una institución tomada por la Compañía de Jesús, heredera de un método escolástico que ya denunciaban con razón los jansenistas de Port-Royal y del que Voltaire y los otros ilustrados directamente hicieron mofa y befa, de forma igualmente justificada. Es normal que almas inquietas y sensibles como Lutero se rebelaran ante unas gentes que habían quemado a beguinas y begardos o que habían abominado de la Herejía del Espíritu del Libre. He culpado siempre a los alemanes de haber iniciado la Reforma protestante, para mí la madre del cordero de todos los males de la Cristiandad, pero bien pensado es comprensible que lo hicieran; había que salvar la sabiduría de la Theologia Germanica o de Escoto Erígena y protegerla de la mentalidad obtusa y obnubilada de Roma. Primero la Reforma Protestante, después la industrialización inglesa, tras ella una Revolución, la francesa, que acabaría llevando al poder al ogro de Ajaccio, uno de los hombres más truculentos que ha conocido la Humanidad, acto seguido la caída de los Imperios Centrales y del Imperio Otomano, después la Revolución Rusa y por último el exterminio del Pueblo Elegido en campos de concentración. Esa era la secuencia de desmanes y maldades que yo establecía en mi mente y que a mi parecer nos había llevado a la ruina total, y como culpaba a los alemanes de dos de ellos, sobre ellos cargaba una gran culpa. Pero ahora comprendo el porqué de la Reforma; al fin y al cabo, cuando he hecho algunos cuestionarios el resultado ha sido que la denominación cristiana con la que más coincido es con los cuáqueros y con la que menos, con el Catolicismo Romano. Es hora de romper con esa institución absurda y corrupta. Y en cuanto a los genocidios de los nazis, constituyen quizá el capítulo más nefando de la historia de la Humanidad, pero visto desde otro ángulo constituyó en realidad una oportunidad perdida. Podrían haber aprovechado el poder alcanzado para deponer al Sumo Pontífice de Roma e imponer otro de filosofía idealista objetiva al estilo de Platón o Hegel y acto seguido proclamar el poder temporal del Papa, terminando con la corrupción de una Iglesia que había condenado a Pico della Mirandola por el terrible pecado de afirmar que el destino de la Humanidad debía ser fundirse con su demiurgo; podrían haber establecido como sistema económico un feudalismo adaptado a las nuevas condiciones económicas industriales, tal y como lo propugnaba el gremialismo europeo de entonces; podrían haber repuesto en el Trono de Francia a los descendientes de Carlos X. Podrían haber impulsado un distributismo chesternoniano que atajara las desigualdades profundas al tiempo que protegía el derecho a la propiedad y las jerarquías que esta creaba, y exaltara las virtudes de la vida rural y sencilla; podrían, incluso, haber impulsado Atlantroppa, el proyecto faraónico de trocar Oriente Medio y el norte de África en vergeles donde asentar colonos europeos, podrían haber sido ellos mismos los que devolvieran al Pueblo Elegido su hogar ancestral en Tierra Santa, en lugar de exterminarlos. En lugar de ello se dedicaron a perpetrar los crímenes más aberrantes, matando a millones de personas inocentes como judíos, eslavos u homosexuales. Pero quizá yo mismo habría apoyado en sus inicios el nazismo, como lo apoyó en sus inicios mi jurista de cabecera, Carl Schmitt, antes de arrepentirse profundamente de haber conferido apoyo a semejantes criminales sanguinarios. Y los alemanes, pese a haber cometido crímenes tan aberrantes, al menos no iniciaron el capitalismo y la revolución industrial como los ingleses ni implantaron la democracia y abolieron el feudalismo y el derecho de primogenitura como los franceses.
En definitiva, y resumiendo mi prolija perorata anterior: el mundo repugna y hiede y su total destrucción me sería indiferente. Si no hubiéramos provocado el hundimiento del Imperio Otomano en 1917, hoy los averroístas con turbante no tendrían atenazado al mundo entero, así que al fin y al cabo es culpa nuestra la situación de crisis permanente en Oriente Medio. Entre ellos, como entre los católicos, la verdad no podía ser manifestada abiertamente, debía mantenerse en secreto. Los católicos persiguieron a los rosacruces o a Ficino y Mirandola, los musulmanes a la Hermandad de la Pureza. Hoy Oriente Medio, el lugar donde Dios habló por primera vez a la Humanidad, donde Amón-Ra instruyó a los sabios egipcios y Hermes Trismegisto impartió sus enseñanzas, donde Jámblico halló el cololario de la sabiduría neoplatónica, donde Enlil fue adorado en sus templos de Nippur, donde el pueblo hebreo trocose en Kether, la última manifestación de Ain Sof, en la gloria del Monte Sinaí y recibió la Ley de manos del Altísimo y donde los caldeos impartieron sus oráculos, hoy ese lugar, insisto, está literalmente tomado por criadores de camellos hundidos en el más mísero materialismo. Nosotros les dimos el poder en 1917 y nosotros ahora somos los que sufrimos sus más dolorosas punzadas. Quizá sea el momento de pagar por nuestros pecados y ser masacrados junto con el resto del mundo.