El álbum fotográfico: foto 09

La suerte de llamarse Eva

Mi nombre es Eva y he nacido el 5 de septiembre del 2003. Soy hija de las rocas. De ellas heredé la capacidad para soportar el dolor. Las rocas soportan el dolor mejor que nadie. Durante siglos están en el mismo sitio y no se inmutan aunque las pisoteemos. No les importa. Ellas seguirán ahí.

Yo misma soy una roca. No siento pena ni dolor. Ya no siento nada. Tan solo una insoportable necesidad de permanecer inmóvil. Como mis hemanas.

Vienen a por mi. Ya les oigo. Vienen gritando un nombre que me es familiar. Incluso la cara de alguno de ellos me es familiar. Me recogen y me llevan con ellos. Quiero resistirme pero no puedo. ¿Como va a poder resistirse una roca?

Estoy rodeada de gente que se muestra verdaderamente inquieta. Revolotean como mariposas a mi alrededor y parece que cada vez se preocupan más por el blanco de mi piel. Yo cada vez me preocupo más por ellos. Se muestran verdaderamente inquietos y eso no me gusta. Los seres humanos no están hechos para preocuparse.

El caso es que ahora me siento extraña. Incluso he movido una mano por voluntad propia. Jamás había visto a una roca hacer eso. Estoy empezando a asustarme un poco. Además mi tez se está volviendo de un extraño color rosado.

Las caras que giran a mi alrededor cada vez son más familiares y el nombre por el que me llaman cada vez me es más familiar. Yo cada vez soy menos una roca. Creo que me estoy convirtiendo en un ser humano.

Este cambio cada vez me sorprende más. Puedo moverme libremente, incluso puedo articular sonidos. Me resulta muy gracioso los sonidos que puedo emitir.

Empiezo a recordar. Yo no soy una roca. Mi nombre es Eva y estas personas son mis parientes. Todo me comienza a ser más familiar. Incluso mi, recien recuperada condición humana.

Ya no soy hija de las rocas. Ya no he heredado su fuerza. Ya puedo volver a sufrir dolor. El caso es que junto con la memoria vuelve el dolor y yo quiero volver a ser una roca. Cuando vuelvan a verme no seré más que una estatua de roca.
Premonición de cangrena


Escogí este lugar. Y tomo el sol tirada sobre las aristas, aquí, en lo seco del barranco y ella, arriba, lejos -en el patio de la casa con su vestido sintético habla- con mi marido, mi hombre, mi dueño, y le embelesa con su sucia lengua blanca como las manos de un poeta. No, les he dicho, me importa ir sola a la playa -no- pero bajaré sin sombrilla. Tampoco cogí el bañador. El sol hace que la piedra queme, huele a cangrena, puede que sea mi sangre estancada, detenida, pausa, la posición forzada, mi cabello, negro, ondulado, tapando la piedra sucia de sangre. Para que -cuando me encuentren- ella con su vestido sintético y su laca de uñas, él, a su lado, arriba, lejos, el auto descapotable detrás, sientan vergüenza al verme tomar el sol desnuda.



*gracias a a a a a a a nayk por su atenta lectura y corrección.
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