Tom Asco y su amigo Pood se encontraron tras la caída en una sala acolchada donde un corpulento galés de patillas pelirrojas y verruga debajo de la naríz les miraba con cara de desaprobación. Si hay una cosa que no les gusta a los galeses pelirrojos que habitan en el universo para lelos son los viajeros que van con Cangrejos. Tom iba con uno. Tom Asco no agradó demasiado al Galés que les informaba que sin dinero no pasaban.
Tom Asco recordó que se había dejado la cartera en casa, amen de creer que su dinero no valdría aquí. Nunca supo lo lejos que estaba de la realidad. Su dinero valía hasta seis veces más.
-No tengo dinero
-Pues no pasas
-Pero tengo que pasar, sea lo que sea lo que haya detrás de esa puerta- El galés estaba apostado delante de una puerta normal, de madera, de color verde.
-¿Tienes dinero?
-No tengo dinero
-Pues no pasas
Tom Asco quería, por primera vez en toda la noche, tener ganas de orinar.
-Yo tampoco tengo dinero- Afirmó Pood ante la interrogativa mirada de Tom
-Pues tú tampoco pasas
-Que ya lo sabemos, hombre. No hace falta que nos lo repitas. ¿Podemos pasar?
-No
-Me lo imaginaba
-Y si te doy un beso
El Galés negó con la cabeza. Pood le dio un golpe con la pinza a Tom y le señaló en anillo.
-¿Quieres mi anillo?
-¿Tu qué?
-Mi portadedos
Al galés se le encendieron los ojos
-¿De verdad? ¿Me darías un portadedos?
-Por supuesto
-¡Gracias! ¡Gracias! debes de ser un hombre muy rico para dar un portadedos, ¡gracias!
Tom Asco le dio su anillo con bastante satisfacción. Más tarde se enteró a través de Pood, que los anillos eran un objeto muy preciado en el universo para lelos. El galés, les abrió la puerta antes de sentarse en el suelo a llorar de alegría.
Tom y Pood entraron por la puerta. Allí vieron que se encontraban en una gigantesca tienda, tan extraña como azul eran sus paredes.