El ataque de pánico.

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Todo empieza de una manera trivial. Te has sentido mal todo el día y por la noche vas a la cocina a beber agua. No sabes por qué, pero sientes que debes coger el teléfono móvil contigo, por si acaso. Chico listo. Cuando llegas a la cocina notas que tienes que vomitar, vas al cuarto de baño, piensas en campos de golf verdes y te lavas la cara para intentar evitarlo, pero sabes que terminarás haciéndolo. Una, dos, tres veces tienes que tirar de la cadena; entonces caes al suelo, estás intoxicado. Coges el teléfono y llamas para pedir ayuda, pero nadie responde...

Empiezas a ahogarte, así que respiras más rápida y profundamente; grave error, a eso se le llama hiperventilar. De repente notas como tus miembros han dejado de responder, tienes las extremidades agarrotadas, como si se te hubiera dormido un brazo o te hubiera dado un calambrazo eléctrico, sólo que 100 veces más fuerte. No puedes abrir o cerrar las manos y tienes la cara paralizada. Sigues respirando fuerte, y cada vez más rápido. Lo que te pasa es que respiras tan rápido que no das tiempo a tus pulmones a efectuar el intercambio alveolar, por tanto lo que expiras es lo mismo que inspiraste: oxígeno puro; estás vaciando tu cuerpo de oxígeno y llenándolo de dióxido de carbono. En poco tiempo morirás por envenenamiento por CO2 si no te calmas, pero tú no lo sabes y sigues respirando aceleradamente.

Has entrado en un círculo vicioso, como tienes miedo y te ahogas respiras más rápido, pero como esto no lo soluciona aumentas cada vez más el ritmo de tu respiración, y cada vez tienes más miedo...

En estos momentos ya no puedes mover los dedos, los brazos o las piernas; los tienes duros como piedras, agarrotados completamente Los músculos no tienen oxígeno y los impulsos nerviosos sólo funcionan en una dirección: de las extremidades al cerebro...

Dolor, te duele todo porque te has quedado sin oxígeno. A pesar de ello sigues respirando a un ritmo de 130 respiraciones por minuto. En estos momentos seguramente estarás empezando con la taquicardia. No puedes llorar porque los párpados, al igual que el resto de tu cara, se han paralizado. No puedes gritar porque utilizas la garganta para seguir respirando a un ritmo infernal. Tu lengua es como el papel de lija, se ha secado con tanto aire. Estás en el suelo y comienzan los espasmos. El dolor es desgarradoramente intenso y no puedes más que emitir una especie de quejidos que salen del esternón, no de la garganta. Te queda poco para dejar al cerebro sin oxígeno y entrar en coma, tu única solución es calmarte y controlar tu respiración, pero no puedes y continúas peleando por una bocanada de aire fresco...

Afortunadamente el cuarto de baño es estrecho, y tus espasmos provocan que te golpees contra las paredes. Alguien te oye y se despierta. Baja a ver qué pasa y te descubre en el suelo, retorciéndote de dolor y completamente fuera de control.

Llama al 911 y pide una ambulancia, mientras llega le indican por teléfono que te incorpore. Es difícil porque ella es una mujer y tu no paras de moverte debido a los espasmos, pero al final la adrenalina le da fuerzas y consigue sentarte y apoyarte contra la pared. El siguiente paso es controlar la respiración. Lenta y profunda, lenta y profunda. Te dice que te calmes y que todo va a ir bien. No te va a dejar solo. No te vas a morir, al menos no de esta.

Llega la ambulancia con los médicos, en seguida detectan el problema. Te dicen "chico, mírame, abre los ojos, puedes hacerlo. Sé que puedes hacerlo".

Te duele como si te clavasen mil puñales, pero consigues entreabrir tus ojos y fijar tu mirada en el hombre que ha venido a ayudarte. Lo primero es controlar tu respiración; haces caso omiso al hecho de que te duele todo el cuerpo como nunca en tu vida y consigues sobreponer el miedo a la parálisis. Pones toda tu energía, toda tu voluntad, hasta el último átomo en controlar tu respiración. Más lento, más profundo. Cada vez más lento y más profundo consigues bajar a 90 respiraciones por minuto. Ya sabes que puedes controlarlo, así que te sientes más calmado. Sigues sin poder mover los músculos, y el dolor te incinera, pero consigues concentrarte en lo importante...

Poco a poco vuelves a respirar a un ritmo normal. Cuando llevas un rato a 20 respiraciones por minuto te cargan en la camilla y te llevan al hospital. La intoxicación y la parálisis son otro tema, de momento estás estable.

Enhorabuena, has sobrevivido a tu primer ataque de pánico.

Maldita comida india...
Buenas, nas
Me ha gustado, incluso a pesar de lo hiperbólico del relato.
Y a mi parecer, tiene un ritmo bastante decente.
Eso sí, discrepo en la última frase; Magnífica comida india. :Ð
2 respuestas