El beso de los espiritus. Capítulo 2: Almas de roca

Bueno, segundo capi (tercero si contamos el prólogo, pero pillais la ideaXD). Como siempre se agradecen comentarios y quejas varias^ ^.

Capítulo 2: Almas de roca


Thalan comenzaba a despertarse. Poco a poco, las luces de sus muros fueron apagándose conforme Anakran, la joven estrella que traía el día a las tierras del Oeste, se alzaba tras las lejanas montañas de la costa. Como una llama escarlata que, cada mañana, rasgaba el titilante velo de la noche para cubrir el cielo con los vivos tonos purpúreos de su amanecer.
Este era el regalo con que el astro premiaba cada mañana a los desvelados guardias que vigilaban las murallas. Un hermoso tapiz multicolor bajo el que, lentamente, la luz tejía una alfombra de tonos verdes y dorados al descubrir los susurrantes bosques del Oeste. Hasta encontrarse al fin con el Ármir, el formidable río cuyo cauce, convertido ahora en una serpenteante corriente de plata por la luz del amanecer, servía como frontera entre las selvas de los Leoran y las tierras humanas del Este.
Thalan se encontraba precisamente en este límite. La ciudad nacía en la orilla Este del Ármir, pero su tamaño era tal que los cimientos de su bastión frontal se encontraban dentro de la propia corriente, como los pies de un niño que juguetease sentado en el borde del viejo río. Aunque esto no era extraño puesto que Thalan era el corazón de los ejércitos humanos del Este.
Era una ciudad fortificada y de carácter militar, aunque no por eso sencilla. La colosal pared blanca que formaba su bastión frontal estaba dividida en siete segmentos, tres a cada lado de su formidable entrada principal más uno más pequeño ocupado por esta, y nacía en las aguas del mismo Ármir como una continuación de su propio reflejo. Pero no era lo único que se asentaba en ellas.
Entre cada segmento una gran torre sobresalía del muro reposando también sobre el lecho del río y cerca de su base, a unos diez metros del agua, dos enormes puntales de más de tres dos metros de ancho brotaban también de ellas para afirmarlas por completo. Como los dedos de un gigante de roca que, tras alejarse horizontalmente unos seis metros del cuerpo de la torre, caían de golpe hacia el agua formando un ángulo de sesenta grados y les servían de apoyo.
Las torres, por su parte, eran además distintas según su posición en la muralla. Las dos exteriores, más altas y tres veces más robustas que las demás, sobresalían en las esquinas como gigantescas columnas hexagonales rematadas por una corona de almenas. Y sobre estas, despuntando en su cima como si tratasen de rasgar el cielo con sus puntiagudos tejados azules, dos atalayas se alzaban en extremos opuestos para vigilar ambos muros.
Las dos parejas de torres siguientes eran ya un poco más bajas y muy diferentes a las exteriores: de planta circular, un diámetro mucho menos exagerado y sin Atalayas en su cima. En lugar de eso, ambas contaban con un puesto propio de vigilancia y no eran sus paredes las que sostenían sus tejados con forma de cúpula, sino varias columnas unidas entre sí por un elaborado balcón de roca. Algo que sin duda había causado más de un rompecabezas en su día a los arquitectos responsables de su construcción ya que, por elegantes que estas resultasen, la estrechez de las torres las hacía demasiado frágiles para sostener algo así. Aunque estos habían sabido resolver aquel problema mediante una corona de puntales que, como los picos de una estrella, rodeaban la base de dichos puestos reforzando la torre.
Pasados estos tres segmentos se encontraban al fin las torres interiores que franqueaban la puerta principal. Allí la altura de estas volvía a ser la misma que en las exteriores y su anchura no parecía tampoco inferior, pero en este caso por razones muy distintas. En lugar de como soporte, estas torres habían sido creadas como pórtico para el puente y su base era rectangular, no hexagonal. Lo que, dado su tamaño, las convertía prácticamente en una prolongación perpendicular de los muros que se adentraba aún más en el Ármir.
Debido precisamente a su longitud, sin embargo, la base de las torres no era completamente sólida allí donde estas se adentraban en el río. En lugar de bloquear el agua y soportar su envite, los arquitectos habían ahuecado ambas torres formando un arco bajo cada una similar al de un puente. Lo que les permitía desviar la corriente aliviando así la tensión de la estructura y, al mismo tiempo, aprovechar la fuerza del río gracias a una enorme noria de madera que giraba en el interior de este túnel.
Su parte visible también era notablemente diferente a la del resto de torres. Tanto en sus caras exteriores, adornadas por columnas y ventanas a través de las que podían entreverse las sombras de enormes campanas, como en las interiores dónde dos únicas estatuas lo ocupaban todo. Las esculturas colosales y orgullosas de dos formidables halcones con una de sus alas apuntando hacia el cielo. Una postura en principio extraña, pero perfectamente comprensible en cuanto se apreciaba que dichas alas eran a su vez los soportes del puente levadizo.
Este último era lo único sencillo en todo el bastión de la ciudad. Un simple puente de madera reforzado con clavos y traviesas de acero adornado tan solo por uno de los muchos estandartes que hondeaban en la ciudad. Aunque este, por supuesto, no se encontraba atado a él sino al arco de piedra que le servía de tope y unía ambas torres entre sí justo sobre la cabeza de los halcones.
En conjunto el bastión era una complicada obra de arte se mirase desde donde se mirase. Con incontables estandartes azules colgando sobre sus muros, esculturas adornando cada esquina de las torres y el escudo de armas de la ciudad tallado en la superficie de cada almena. Lo más destacable de aquella pared de roca, sin embargo, se encontraba en sus esquinas. En los magníficos relieves que adornaban cada una de las uniones entre las torres y la muralla: Una doncella tocando siempre un instrumento diferente en el caso de las superiores y un guerrero, con un arma también distinta cada uno, en las inferiores.
Pese a todo pocos eran los que podían apreciar la belleza de aquel bastión. Sus habitantes rara vez recorrían aquel muro y al otro lado del Ármir solo los Leoran acechaban entre sus junglas. Lo que dejaba como únicos testigos de su esplendor a los guardias, demasiado hastiados con su rutina diaria para apreciarlo, y a los pocos que de vez en cuando se atrevían a asomarse a sus murallas. Como los dos jóvenes que esa mañana observaban el horizonte junto a una de sus torres.
Ambos eran una imagen extraña en aquel lugar. Uno de ellos alto, de figura esbelta y flexible, pero a la vez músculos marcados que su ropa no conseguía disimular. Vestido con unos elegantes pantalones azul oscuro rematados por bordados de plata, un ajustado chaleco de cuello alto con los mismos colores y una cinta plateada que ataba su larga melena blanca. Los ojos brillantes y claros, de un color entre azul y verde como si reflejasen el de los bosques a los que estaba mirando. Y el rostro serio, de facciones jóvenes pero marcadas por una serenidad que solo la madurez puede proporcionar y las orejas puntiagudas probando su pertenencia a otra raza.
Su compañero, por el contrario, era humano y parecía completamente opuesto a él. Casi una cabeza más bajo, de figura excesivamente esbelta hasta llegar a parecer frágil y piel pálida que reforzaba este aspecto. Incluso su ropa, una elaborada túnica blanca con bordados dorados, contribuía a acentuar esta ilusión de delicadeza. Solo el tono marrón de sus cabellos rompía la monotonía del blanco, cayendo a ambos lados de su rostro hasta alcanzar su barbilla y retrocediendo desde allí hasta su nuca.
También su rostro era distinto. De facciones demasiado suaves para alguien de la edad que su cuerpo sugería, recordando más al de un niño que al de un adulto salvo por la profundidad de sus ojos. Ambos de un suave tono ámbar totalmente acorde con el resto de su cara, pero cargados de una serenidad difícil de explicar.

-¿Todavía sigues dándole vueltas?. -Preguntó la voz serena y modulada del más alto de los dos.
-¿Cómo podría no estarlo?. –Respondió una voz suave y ligeramente apenada. -Los generales se equivocan Nobu, esta no es la forma de ganar la guerra. Y temo que cuando se den cuenta hayamos causado un daño irreparable.
-Es solo un poblado. –Afirmó despreocupadamente su compañero. -¿Por qué le das tanta importancia?.
-Precisamente por eso. –Replicó el más joven. –Porque solo es un poblado, nada más. No supone una amenaza para nosotros ni tiene casi solados, pero aún así lo han destruido sin el menor reparo. Dime, ¿Es eso lo que hacen los seres civilizados?. ¿Matar sin sentido a los que son más débiles?.
-Hay una razón para todo esto Luciora. –Intentó explicar Nobu. –Y tú lo sabes.
-Es cierto, yo también he oído las excusas de los generales. –Asintió esbozando una amarga sonrisa. –Pero mi conciencia no las acepta. Si para vencerles hemos de matar a los que no pueden defenderse para intentar que sus guerreros salgan al descubierto… entonces quienes son los verdaderos salvajes. ¿Ellos, o nosotros?.
-Ya sabes lo que pienso sobre eso. –Respondió Nobu con semblante totalmente serio.
-Sí, conozco la respuesta que daría cualquiera de tu raza a esa pregunta. –Aseguró Luciora cambiando ahora su preocupación por algo parecido a una divertida sonrisa. –Y sabes, cada día que pasa estoy más seguro de que es la correcta. Si tan solo hubiese más que pensasen igual que yo.
-Algún día los habrá.
Las palabras de Nobu eran un intento más que evidente por animar a su compañero y la sonrisa que las acompañaba así lo probaba, pero de pronto algo haría que ésta desapareciese. Antes de que Luciora pudiese responder a ellas, los ojos de Nobu se volvieron de golpe hacia los bosques y se entrecerraron como si siguiesen algo entre la espesura.
-¿Qué ocurre?. –Preguntó Luciora dirigiendo también allí su mirada.
-Problemas. –Respondió Nobu . –Creo que los Leoran han contestado ellos mismos a tu pregunta.
Luciora estuvo tentado de preguntar algo más al escuchar esto, pero ya no tendría tiempo de hacerlo. En el mismo momento en que la voz de Nobu se extinguía en el viento, un carruaje salió a toda velocidad de entre los árboles y los ojos de los dos jóvenes lo siguieron casi sin pestañear.
Era una carreta de provisiones. Una de las muchas que el ejército usaba en sus desplazamientos para transportar víveres y agua, pero lo que cargaba ahora era totalmente distinto. Mientras su único caballo galopaba casi desbocado hacia el puente del Ármir haciendo chirriar las viejas ruedas de madera, los ojos de los dos jóvenes se posaron en su parte trasera y adivinaron casi al instante su contenido.
La lona que otrora lo había cubierto estaba desgarrada, su estructura de madera astillada y atravesada por decenas de sitios, pero aún así algo era visible en su interior: una tela blanca manchada por el inconfundible tono escarlata de la sangre. Y los dos sabían que esto solo podía significar una cosa.
-Bajemos. –Sugirió Luciora cerrando los ojos por un momento. -Me necesitarán.
-Puede ocuparse otro. –Le recordó Nobu aparentemente no muy contento con la idea.
-Tardaría demasiado. –Negó Luciora. –Además, para esto es para lo que he nacido. Si no lo hago mi vida dejaría de tener sentido… no crees?.
-No. –Negó Nobu rotundamente.
-Gracias. –Asintió Luciora sonriendo. –Pero de todas formas prefiero bajar.
Nobu pareció resignarse ante estas palabras y no dijo nada más. Tan solo siguió a Luciora hacia la torre y los dos desaparecieron tras la puerta de esta dejando de nuevo a solas a los guardias. Mientras, en el exterior de la muralla, el carruaje alcanzaba al fin el puente del Ármir y cruzaba a toda prisa hasta detenerse frente a las dos torres que lo vigilaban.
Ambas habían sido levantadas en el centro mismo del Ármir y servían como unión entre el puente y la ciudad. Bloqueando el paso con la pesada reja de acero que se alzaba entre ambas y, al mismo tiempo, sirviendo como apoyo para el puente levadizo de Thalan cuando este descendía hasta ellas. Y esto sería exactamente lo que haría en cuanto uno de los guardias de la torre escuchó las alarmantes noticias del conductor.
Tan a prisa como podía, el guardia regresó a su puesto y comenzó a elevar la reja al tiempo que otro soldado hacía una señal a la ciudad desde la torre. Al instante la reacción se hizo también patente al otro lado del Ármir, las campanas resonaron repicando con notas de advertencia y los halcones comenzaron a moverse.
Las alas de los dos colosos descendieron al unísono arrastrando con ellas al puente, sus cuerpos parecieron cobrar vida con el chirriar de las cadenas que se deslizaban entre sus rocas y, al fin, la pesada mole de madera cayó sobre sus soportes frente al impaciente cochero. Sacudiendo al hacerlo ambas torres y el propio puente con la fuerza del golpe, pero no lo suficiente para que aquel aterrado soldado se detuviese un segundo.
Su caballo sí dudaría sin embargo. El animal temblaría ante aquel estruendo y tardaría un momento en atreverse a cruzar entre las alas de los halcones, pero un rápido golpe de la fusta de su dueño pronto lo haría seguir la marcha.
La carreta siguió su camino con el mismo apremio que hasta entonces. Se internó entre ambas torres vigilada por decenas de guardias desde sus paredes y se detuvo una vez más frente a sus puertas. En aquel lugar las prisas ya no importaban, ni siquiera la importancia de quién pudiese aguardar al otro lado, nada entraba en Thalan mientras el puente siguiese bajado y el cochero tendría que esperar una vez más.
El sonido de pesados engranajes uniéndose a la noria que giraba bajo sus pies se escuchó entonces junto al sonido de las campanas. Un crujido que precedía a la ascensión del puente y lo haría suspirar aliviado mientras sus ojos vagaban por un momento sobre el pórtico y sus impasibles guardianes de roca.
A su derecha la estatua de un joven desarmado y sin más ropas que una sencilla túnica parecía invitar a entrar a quién llegase hasta aquel lugar. A su izquierda, sin embargo, la imponente figura de un guerrero totalmente armado y con el rostro cubierto por una horrible máscara parecía decir lo contrario. Aunque el cochero no tendría que soportar la amenazante mirada de éste último durante mucho tiempo ya que, en apenas unos minutos, el puente volvió a ocupar su posición vertical y el pórtico se sumió por completo en la penumbra.
Varios braseros se encendieron entonces a lo largo del camino hacia las colosales puertas de madera de la ciudad. Las campanas dejaron lentamente de repicar sobre su cabeza y la carreta comenzó a moverse hacia las puertas. Estas se abrieron para recibirle, separando poco a poco las dos enormes hojas que las formaban hasta que dos hileras de soldados salieron por ellas para esperarle. Y en ese instante el cochero recuperó el mismo apremio que lo había llevado hasta allí.
Con un nuevo golpe de fusta el caballo relinchó acelerando el paso y atravesó las puertas al galope sin preocuparse por los guardias. Dentro lo esperaban aún más soldados, cerca de una docena formando con sus armaduras un círculo de acero que lo obligaría a detenerse. Pero los ojos del cansado conductor de la carreta apenas repararon en ellos o en sus armas.
Su mirada buscó rápidamente al oficial de mayor rango que pudiese encontrar, soltó las riendas dejando al fin que el caballo descansase y saltó al suelo casi al mismo tiempo que las ruedas se detenían por completo. Las fuerzas le fallaron y estuvo a punto de caer, pero dos soldados se apresuraron a sostenerle por ambos brazos y este los miró sonriendo amargamente. Aliviado al encontrarse al fin con los rostros humanos de sus compañeros, pero todavía oprimido por la angustia de su tarea.
-¿Qué ha ocurrido?.
La voz autoritaria y firme de otro militar lo hizo reaccionar de nuevo. Sus ojos volvieron a mirar al frente para encontrarse esta vez con el rostro totalmente serio de un caballero. Ataviado con la extraordinaria armadura plateada y la larga capa azul que lo diferenciaba de cualquier otro soldado.
-Los Leoran… -Acertó a responder el conductor, jadeando pero aún así con cierto alivio al ver al caballero. -…reaccionaron antes de lo que esperábamos. Atacamos el poblado y lo… lo quemamos como nos ordenaron, pero cuando regresábamos nos estaban esperando. Nos atacaron en el bosque… ni siquiera los vimos llegar.
-¿Y el general Goreo?. –Volvió a preguntar el caballero manteniéndose firme pese a las noticias.
Los ojos del soldado se nublaron de nuevo al escuchar esta pregunta, pero el resto de su cuerpo pareció recobrar la vitalidad que estos habían perdido. Ante las sorprendidas miradas de los dos soldados hizo que le soltaran, se alejó de ambos hacia el carro y se detuvo a su lado sosteniendo con una mano la tela que lo cubría.
-Aquí…
Su respuesta fue tan baja que apenas llegó a los oídos del caballero, pero ya no hacía falta. Al tiempo que decía esto su mano tiró de la tela descubriendo el contenido del carro y todo quedó claro. Los ojos de los soldados se encontraron con el cuerpo sin vida de su general, con la armadura destrozada en multitud de sitios, el cuerpo cubierto con su propia sangre y el rostro torcido de dolor.
-¿Cuánto hace que murió?. –Preguntó el caballero acercándose también al carro.
-Unas tres horas. –Respondió el cochero mirando tristemente a su superior. –He viajado tan deprisa como he podido, pero el otro caballo murió a medio camino y este no podía ir más rápido.
-Entonces no hay tiempo que perder. –Comprendió el caballero girándose de pronto hacia el círculo de soldados que los rodeaba y apuntando con la mano a uno. –Trae a un Shamshir, ¡Deprisa!. Diles que un general necesita su ayuda.
El soldado obedeció sin una sola palabra. Se inclinó ligeramente hacia delante asintiendo marcialmente y salió corriendo tan deprisa como le permitía su armadura. Algo no tan fácil en un principio como podía haber esperado debido a la aglomeración de gente que comenzaba ya a reunirse a su alrededor. Llenando tanto la plaza como los puentes que cruzaban sobre sus cabezas entre los edificios de los nobles.
Al tiempo que aquel soldado se alejaba de allí, Luciora recorría el mismo camino en sentido contrario sin tantos problemas. Con paso firme pero tranquilo mientras la gente, lejos de entorpecerle como sucedía con el soldado, se apartaba respetuosamente de su camino abriendo un pasillo hasta la línea de soldados. Y estos reaccionarían exactamente de la misma forma alejándose de él y de Nobu hasta que ambos se detuvieron frente al caballero.
-Me ocuparé yo si eso te parece aceptable. –Sugirió Luciora mirando con calma al sorprendido caballero. –En un caso tan grave no conviene perder más tiempo.
-No podría pedir a nadie mejor. –Sonrió el caballero aceptando su ofrecimiento al tiempo que dirigía su brazo hacia la carreta. –Por favor…
Luciora Asintió con la cabeza con la misma amabilidad con que el militar le había recibido y continuó adelante con Nobu siempre a su lado. Una vez junto al carro, sus ojos observaron las heridas del general parándose en las más importantes, especialmente aquellas que consideraba como causa de la muerte, y alargó una mano para tocarlo.
-Está en el límite. -Susurró cerrando casi por completo los ojos. –Apenas siento nada en él.
-¿No se puede hacer nada?. –Se apresuró a preguntar el caballero.
-Puedo curar su cuerpo. –Lo tranquilizó Luciora. –Pero si su alma ya lo ha abandonado no servirá de nada.
Dicho esto, Luciora movió su mano hasta colocarla sobre el pecho del general y cerró por completo los ojos. Nobu adivinó sus intenciones, se apartó de él dando un paso hacia un lado y advirtió con una mano al caballero que hiciese lo mismo. Luciora no diría nada más, sencillamente porque no existían palabras en la lengua humana que pudiesen expresar lo que estaba a punto de hacer.
Su mano se elevó separándose ligeramente del cuerpo del general, sus cabellos sisearon respondiendo a su don y una luz blanca brotó en la yema de uno de sus dedos. Un pequeño destello con el que dibujaría a continuación un amplio círculo sobre el pecho del general. Como si su dedo fuese ahora un pincel de luz y el aire su lienzo.
Entonces su mano habló por él. Su dedo se movió hasta el centro del círculo sin interrumpir aquella línea y dibujó algo que ya no pertenecía a su raza, sino a la de los viejos Khadram. Una de las complicadas runas blancas que estos habían dejado como legado en sus ruinas y que ahora solo él y el resto de los Shamshir podían usar.
Esta misma operación se repitió con cada una de las heridas más graves del general. Cada una rodeada por un brillante círculo blanco y con una runa distinta en cada caso hasta formar un extraño mosaico de círculos y runas encadenados. Y entonces, cuando todo estuvo listo y pudo levantar la mano, Luciora abrió los ojos una vez más.
Al instante las runas comenzaron a brillar descendiendo hasta tocar las heridas. La piel del general palideció como invadida por esa misma luz mientras su carne y su piel se unían de forma milagrosa y todo llegó a su fin. Con un cegador destello blanco las seis runas que había dibujado estallaron desapareciendo por completo ante el asombro de todos los presentes y solo uno reaccionó entonces.
Nobu sabía ya lo que estaba a punto de pasar y se apresuró a moverse antes incluso de que Luciora comenzase a caer. Lo rodeó por la cintura con uno de sus brazos y lo sujetó por completo apoyándolo contra él mientras éste trataba de abrir los ojos visiblemente agotado. Aunque ni siquiera eso evitaría que agradeciese la atención de su guardián con la misma sonrisa de siempre.
El caballero y los demás, por su parte, estaban demasiado preocupados por el general como para prestar atención a ninguno de ellos. Todos observaban en completo silencio el cuerpo inerte de Goreo esperando una reacción al hechizo… y al fin la recibieron. De pronto los ojos del general se abrieron por completo, su boca hizo lo mismo escupiendo un borbotón de sangre y su voz resonó en la plaza con un grito aterrador similar al de un animal salvaje.
-¡Sujetadle!. –Ordenó al instante el caballero. -¡No dejéis que se haga daño!.
Los soldados reaccionaron también de inmediato. Un grupo de ellos se separó de los demás y corrió a sujetar los brazos y piernas de su general mientras se convulsionaba como un animal rabioso. Rugiendo de nuevo, pataleando hasta que todo su cuerpo se tensó de pronto entre las manos de los soldados llegando a levantar su espalda del propio carro y calló una vez más. Pero en esta ocasión no muerto, sino simplemente inconsciente como probaba su todavía agitada respiración.
-¿No sientes algo extraño cada vez que ves esto?. –Susurró Luciora apenas sin fuerzas, tan débil que solo el brazo de Nobu lo mantenía en pie. -Yo si… es como si sus gritos fuesen un lamento con el que sus almas me acusaran por lo que he hecho. Reprochándome el obligarlas a regresar a un mundo del que deberían haber partido.
-Piensas demasiado. –Lo animó Nobu. –Has salvado una vida, no lo contrario.
-Tal vez. –Asintió Luciora cerrando lentamente los ojos. -Me gustaría pensar que es así realmente…
La voz del joven se apagó incluso antes de terminar su frase. El agotamiento al que lo había sometido aquel hechizo pudo finalmente con él y este cayó inconsciente en brazos de su guardián. Nobu cambió entonces la serenidad de su rostro por una expresión mucho más seria. Tanto por el esfuerzo al que aquello obligaba a Luciora como por lo que la llegada del general significaba.
Por eso, en lugar de marcharse directamente para llevarle de vuelta a su casa, Nobu se detuvo un momento frente al conductor del carruaje y su mirada se volvió casi gélida al encontrarse con la del soldado.
-¿Qué ocurrió con la Shamshir y el guardián que os acompañaban?. –Preguntó en un tono tan áspero como su mirada.
-Murieron. –Respondió el soldado con voz temblorosa.
-Vuestra labor era protegerla a ella y al general. –Continuó Nobu visiblemente molesto. -¿Por qué le has traído solo a él?.
-No pude encontrarla. –Trató de explicar el soldado. –Cuando los Leoran nos atacaron el general retrocedió con su grupo hacia el poblado para alejarse del bosque. Confiaban en que estuviese vacío después del incendio y pudiesen huir, pero se equivocaron. Allí quedaba alguien que no había muerto entre las llamas y comenzó a matarlos uno a uno. Los caballeros del general cayeron como si la oscuridad misma se los hubiese tragado, el guardián apenas fue capaz de dar un par de golpes a las sombras antes de seguir la misma suerte y el general tampoco pudo hacer nada.
-Pero tú sobreviviste… -Insistió Nobu.
-Yo no estaba con ellos. –Continuó el soldado. –Seguía con el grupo principal en la selva y cuando ví lo que estaba pasando detrás de nosotros traté de ir en su ayuda. Pero…
-¡¿Qué?!. –Lo apremió Nobu cansado de sus balbuceos.
-La Shamshir murió antes de que llegase. –Consiguió decir el soldado temiendo la reacción de su interlocutor. –Por alguna razón los Leoran no la habían matado como a los demás y pensé que podría ayudarla, pero ella misma acabó con su vida. Después de ver como moría su guardián sacó su propio puñal y se lo clavó en el pecho gritando que no dejaría que la selva la devorase también a ella. Debió perder la razón al sentirse rodeada y no poder hacer nada para salvarse. Yo intenté usar el carro de las provisiones para sacar de allí su cuerpo y el del general, pero ella se había alejado del grupo antes de morir y no pude encontrarla en la oscuridad.
-Entiendo.
Nobu pareció aceptar aquella respuesta y dejó al fin tranquilo al agotado cochero. La muerte de uno de los suyos y también de una Shamshir lo entristecía, pero ya no había nada que pudiese hacer. Se dio la vuelta tomando al inconsciente Luciora en brazos y se dirigió hacia una de las escaleras que conducían a la parte alta de la ciudad.
Thalan estaba dividida en dos ciudades claramente distintas. Una inferior, ocupada por los toscos edificios militares así como las casas de la mayoría de sus habitantes, y otra superior en la que se encontraban aquellos más importantes para la ciudad. Esta última, en lugar de estar formada por conjuntos de viviendas y calles como la inferior, se reducía simplemente a media docena de edificios cuya altura rozaba la de las mismas murallas. Entre ellas el palacio y el templo de los Shamshir.
Sin embargo, y aunque todos aquellos edificios se asentaban sobre el suelo de la ciudad baja, su parte inferior no tenía nada que ver con la superior y ni siquiera estaba comunicada con ella. Por eso la única forma de llegar a estos era usar una de las escaleras de uno de los muros interiores para subir hasta su nivel y continuar por los varios puentes que, como una red de roca, unían los edificios entre sí.
Cuando Nobu llegó junto a ellas, sin embargo, alguien más bajaba desde la zona superior y tendría que esperar unos minutos. A diferencia de la gente corriente o los soldados que se habían apartado respetuosamente a su paso, los miembros de la comitiva que descendía por las escaleras no parecían dispuestos a hacer lo mismo. Cuatro de ellos eran guardias de la zona alta, vestidos con elegantes uniformes blancos y grises en lugar de armaduras como sus compañeros de las murallas o la zona baja, pero con el mismo respeto en sus ojos al encontrarse con Nobu y Luciora que estos últimos. Lo que no justificaba en absoluto su comportamiento al no permitirle el paso. Algo que, por el contrarío, sí hacía la presencia allí del último miembro de aquel grupo.
Entre los guardias caminaba aquella a la que el caballero había mandado llamar. Una muchacha de aproximadamente la misma edad que Luciora y los mismos ojos color ámbar que dejaban clara su pertenencia a los Shamshir. Aunque su carácter y comportamiento no parecían en absoluto los mismos del joven que ahora yacía en los brazos de Nobu.
Lejos de vestir también una túnica, la muchacha llevaba un vestido como el que solo las jóvenes nobles solían usar. De falda larga y extremadamente amplia hasta formar una gran campana de raso blanco en torno a sus piernas, delicados velos de seda azul deslizándose sobre esta antes de atarse justo tras su cintura en un gran lazo, y un ajustado corsé que resaltaba en exceso su cintura. Haciendo que su figura pareciese aún más esbelta de lo que ya era, como si se tratase de la de una adolescente en lugar de la una mujer, y resaltando las curvas de sus pechos con un profundo escote en forma de pica.
Era sin duda una imagen extraña para cualquiera que no la conociese. Tanto por lo delicadas de sus curvas que invitaban a dudar sobre su edad, como por la insinuante sonrisa que adornaba sus finísimos labios teñidos de carmín. Algo que quebraba por completo la ilusión de inocencia de un rostro de niña en el que solo su boca y su mirada llevaban la contraria al resto de su cuerpo. Pero Nobu sí la conocía y simplemente esperaría a que llegase abajo con la esperanza de que pasase de largo.
-Parece que llego tarde. –Susurró la muchacha deteniéndose frente a Nobu para desilusión de este. -Aunque no esperaba que fuese precisamente él quien me ahorrase el trabajo. ¿No debería estar arriba preocupándose por los nobles en vez de paseando entre esta… -la joven hizo una pausa para mirar a su alrededor con cierto disgusto y volvió a centrar sus ojos en Nobu. -…gente?.
-Él no es como tú, Nyla. –Murmuró Nobu en un tono en absoluto cortes. –Ahora si no te importa, tengo que llevarle a su casa. Dile a tus soldados que se quiten de una vez del camino antes de que los aparte yo mismo.
-Por supuesto. –Asintió la muchacha jugueteando con una mano entre un mechón de sus largos cabellos marrones que caía justo a un lado de su mejilla. -Siento que te molesten, pero ya sabes lo paranoicos que son los generales, no dejarían que una Shamshir fuese por ahí sin nadie que la proteja.
-¿Y tú guardián?. –Preguntó Nobu acercándose a las escaleras. -¿No se ocupaba Naria de tu seguridad desde hace unos meses?.
-Murió en mi último traslado. –Replicó la joven sin el menor cambio en la expresión de su rostro, como una niña que no supiese el verdadero significado de aquellas palabras. –Por alguna razón parece que siempre acaban asignándome a los peores de tu raza como guardianes.
-Ellos están muertos y tú sigues con vida. –Murmuró una vez más Nobu ascendiendo ya las escaleras como si no hablase con ella. -¿Quién crees que ha fallado?.
Nobu continuó su camino sin esperar una respuesta pese a la desagradable mirada con que la joven recibió aquellas palabras. Aunque esta no tardaría demasiado en olvidarse de lo sucedido y continuar su camino. Tenía más cosas que hacer allí, por eso había sido ella y no otra de las muchas Shamshir del templo quien había respondido a la petición del soldado. Así que se dirigió con calma hacia la esquina noroeste de la ciudad rodeada por sus cuatro escoltas.
A su alrededor la gente reaccionaba exactamente igual que con Luciora. Apartándose de su camino e incluso bajando la mirada cuando ella pasaba, como si además de respeto sintiesen algo parecido al temor hacia aquella chica tan aparentemente frágil. Algo a lo que Nyla ya estaba habituada y, por otro lado, no le importaba en absoluto.
Irónicamente, su indeferencia hacia todo lo que la rodeaba no tardaría en pasarle factura. A medio camino hacia su nuevo destino uno de sus pies se encontró con el borde ligeramente levantado de una baldosa y la joven se precipitó hacia delante. No llegó siquiera a tocar el suelo pues los guardias, a diferencia de ella, sí prestaban atención al más mínimo detalle y uno la cogería rápidamente por la cintura con todo el cuidado de que era capaz. Pero su tropiezo sería más que suficiente para uno de los niños que la miraban entre la gente todavía congregada en la plaza.
Nada más verla, el pequeño se echó a reír mientras los guardias mostraban una desmesurada preocupación por la joven como si fuese de porcelana. Y los ojos de Nyla se dirigirían de inmediato hacia él ignorando las estúpidas preguntas de sus acompañantes sobre su estado físico. Aunque solo para ver la misma escena que tenía lugar cada vez que miraba a alguien ajeno a la nobleza o a los militares.
Al encontrarse con sus ojos el chiquillo dejó de reír de inmediato escondiéndose tras la mujer que parecía ser su madre. Pasando en un instante de sonreír alegremente a mirar asustado hacia el suelo con un temor que su edad aún no le permitía ocultar tal y como hacían los adultos. A lo que Nyla respondería también como de costumbre. Giró la cabeza hacia otro lado con la indiferencia que siempre mostraba hacia aquellas gentes y siguió adelante.
El edificio al que se dirigía era uno de los mayores de la zona militar de la ciudad y dar con él no era precisamente complicado. Tanto por su tamaño como por las notables diferencias entre su arquitectura y la del resto de la ciudad. Mientras que en los edificios y calles de Thalan predominaban los muros rectos, las esquinas y los afilados tejados con forma de cuña, aquella construcción era totalmente opuesta.
Su forma predominante era la curva, con su base formada por una única y enorme elipse, muros que ascendían combándose hacia el interior en lugar de totalmente rectos y un tejado igual de extraño. Este seguía la misma forma elíptica que la planta del edificio, pero con un diámetro seis o siete metros mayor de forma que los bordes de su enorme cúpula sobresalían más allá del límite con los muros. Como la cofia de un hongo gigante cuya cima, en lugar de cerrarse en una bóveda de roca, se abría justo en su centro formando un gran agujero bajo el que se encontraba el patio central del edificio.
Además de esto, de los bordes del tejado brotaban decenas de columnas con forma de colmillo que se curvaban hacia dentro hasta morder la roca del suelo. Cada una describiendo una curva idéntica a la de los muros, pero convexa en lugar de cóncava para formar entre ambos un extraño pasillo de paredes oblicuas que rodeaba toda la estructura. Y todo, desde las brillantes placas con forma de rombo que cubrían el tejado hasta la propia puerta principal, estaba hecho completamente de piedra.
Era fácil darse cuenta que aquello no había sido levantado por manos humanos. Incluso parecía como si el edificio en sí hubiese nacido de la tierra de la misma forma que las montañas lo habían hecho hacía milenios. Pero la solitaria hilera de rombos azules que, como un anillo, rodeaban el tejado entremezclándose con el tono marfil de sus rocas, probaba claramente su pertenencia a Thalan.
Aquellos eran los colores de la ciudad e incluso los tejados de las casas corrientes los lucían orgullosamente. Invertidos en su caso para que una fila de tejas blancas interrumpiese el azul predominante, pero perfectamente reconocibles para cualquiera. Aunque esto no impedía que el resto de habitantes de la ciudad evitasen acercarse a aquel edificio y mucho menos se atreviesen a adentrarse entre sus columnas. Donde hasta las baldosas, completamente lisas en el resto de Thalan, aparecían grabadas con extraños relieves que parecían representar la piel y las venas de una criatura viviente.
Para Nyla, sin embargo, aquello era una visión ya familiar y ni siquiera el amenazante rostro de piedra tallado en sus puertas la haría titubear. La mano de la joven empujó una de las hojas, ignoró por completo la forma en que los ojos de piedra de aquel rostro la habían seguido y pasó al interior dejando atrás a sus escoltas. Allí no necesitaba protección alguna, al contrario, era el lugar más seguro de toda Thalan para aquellos como ella pues era el hogar de los guardianes: los Harumar.
Dentro un largo pasillo de cuerpo elíptico en lugar de rectangular la conduciría hasta la primera sala y allí se detendría un momento esperando a que alguien la recibiese. Era una habitación circular bastante sencilla, con apenas mobiliario salvo por el largo asiento de piedra tallado en la propia pared a lo largo de todo el contorno y nadie a la vista en ese momento. Pero eso no tardaría en cambiar.
Apenas unos minutos después de su llegada, una pareja de la misma raza que Nobu entraría también en la sala por otra de las puertas y se acercarían a ella. Ambos lejos ya de ser unos jóvenes como Nyla, aunque tampoco tan viejos como para que sus cabellos fuesen totalmente blancos de no ser por la herencia de su raza.
-La estábamos esperando Señorita Nyla. –La recibió la mujer sonriendo amablemente. –Sentimos mucho la muerte de Naria.
-Lo sé, lo sé, siempre repetís lo mismo. –Respondió la joven en un tono altivo y bastante despreocupado. –¿Y Maruk?.
-En el patio con los más jóvenes. –Aclaró la mujer sin perder su sonrisa pese al tono de la muchacha. –También la está esperando, allí podrá elegir un nuevo guardián.
-Estupendo. –Sonrió Nyla aparentemente satisfecha por su respuesta. –Entonces iré de inmediato, no aguanto el aire de esta parte de la ciudad.
Sin más palabras ni molestarse siquiera en despedirse, Nyla continuó su camino hacia la puerta que se encontraba justo al otro lado de la sala y la pareja la siguió en silencio con la mirada. Hasta que, justo cuando esta atravesaba dicha puerta y los dos se quedaron a solas, uno de ellos puso al fin en palabras los pensamientos de los dos.
-Otra vez… -Murmuró el acompañante de la mujer. -¿Cuántos van ya?.
-Seis. –Respondió apesadumbrada la mujer. –Ojalá este sea el último.
-No lo será hasta que esa niñata crezca de una vez. –Continuó el hombre con la voz marcada por el desprecio. –Es demasiado descuidada y no le importa en absoluto la vida de los guardianes. Por eso siempre sucede lo mismo.
-No puede seguir así mucho tiempo. –Lo animó la mujer. –Ya conoces a los generales. Si no es lo suficientemente útil como para justificar todo esto se desharán de ella. No es más que una herramienta para ellos y eso es lo que hacen siempre con todo lo que ya no les sirve.
-Eso espero. –Murmuró de nuevo el hombre al tiempo que rodeaba sus hombros con un brazo para regresar por dónde habían venido. –Por una vez no lamentaría que así fuese.
Comprendiendo perfectamente lo que sentía su compañero, la mujer asintió igualmente y los dos no tardaron en desaparecer por uno de los pasillos. Mientras tanto, Nyla llegaba ya a la puerta que daba al patio central y sonreía traviesamente al observar una escena ya familiar.
Frente a ella se encontraban cerca de medio centenar de jóvenes. Todos ellos pertenecientes a aquella exótica raza de cabellos de plata y orejas puntiagudas, y también todos dedicados a la misma tarea: entrenar. Algunos equipados con la característica armadura de roca de su raza, con los rostros cubiertos por máscaras del mismo material y enzarzados en duelos tan violentos que difícilmente podían considerarse un entrenamiento. Pero la mayoría realizando ejercicios mucho más sencillos vestidos con un simple uniforme de entrenamiento.
Estos parecían los más inexpertos y no llevaban protección alguna. Tan solo una camisa sin mangas completamente blanca, un grueso cinturón de tela que la mantenía cerrada cruzando sus dos lados frente a su pecho y unos ceñidos pantalones azul oscuro. Prenda esta última que al ser tan ajustada no solo no terminaba en sus tobillos si no que, pese a detenerse a la altura de sus gemelos, estaba abierta en su parte exterior hasta la rodilla y solo un cordón la mantenía alrededor de sus piernas.
Pese a todo, los ojos de Nyla no se interesaron por ninguno de los dos grupos y buscaron inmediatamente a uno de los pocos que llevaban un atuendo distinto. Aunque en su caso esto era lo que menos destacaba de él ya que sus casi dos metros de altura era algo raro incluso para los de su raza. Era un hombre corpulento, aparentemente unos diez años mayor que Nyla, de rostro duro marcado por una prominente barbilla y ojos azules brillantes como gemas.
Su ropa era un traje casi idéntico al de Nobu salvo por el color. En lugar del azul que predominaba en el del joven guardián, el de aquel otro Harumar era de un oscuro tono verde sobre el que resaltaban los mismos bordados de plata. Algo que, como Nyla bien sabía, no solo les decía a los de su raza que se encontraban ante un instructor, sino también que este era uno de los de mayor rango como Nobu lo era entre los guardianes. De ahí que la atención de la joven se hubiese centrado en él desde la primera vez que había entrado en aquel templo.
En esos instantes, sin embargo, la atención del instructor estaba demasiado centrada en sus alumnos como para darse cuenta de su llegada. A su alrededor más de una docena de jóvenes escuchaba atentamente sus indicaciones mientras dos de los más diestros las llevaban a la práctica frente a sus compañeros. Y los ojos del maestro volaban entre los demás buscando el más mínimo indicio de que alguno no prestaba atención. Algo que, para sorpresa de la propia Nyla, encontraría en ese mismo momento.
Mientras sus compañeros seguían la demostración, una de las pocas jóvenes que formaban el grupo trataría de escabullirse colocándose tras los más altos e incluso bostezaría de aburrimiento creyéndose a salvo. Pero, por desgracia para ella, su maestro la había seguido con la mirada en todo momento y la voz grave y autoritaria de este pronto la llamaría haciendo dar un respingo incluso al resto de jóvenes.
-¡Nanouk!. –Gritó clavando sus ojos en la sorprendida muchacha. -¡Adelántate!.
El resto del grupo se abrió de golpe nada más oír esto hasta hacer un pasillo y la muchacha suspiró con resignación. Sus ojos verdeazulados lo miraron con cierto temor a través de la cortina de plata de sus cabellos, pero sabía que no tenía otra opción e hizo lo que le pedían. A lo que el maestro respondería con la misma brusquedad anterior.
-¡Coge una espada!. –Ordenó. –Quiero que les demuestres a tus compañeros por qué tú no necesitas prestar atención a las lecciones. Seguro que ellos se lo están preguntando desde hace un buen rato.
-Estaba prestando atención. –Mintió Nanouk notando como sus compañeros la miraban fijamente entre cuchicheos.
-Te he dado una orden. –Insistió el maestro totalmente serio. –Y esa era una de las lecciones: Si un superior te da una orden ¡Cúmplela!.
La joven suspiró de nuevo e hizo lo que le ordenaban. Cogió una de las espadas de madera que usaban para los entrenamientos y se colocó justo frente a su maestro esperando la siguiente orden. Aunque no necesitaba oírla para saber ya de antemano que probablemente no le gustaría.
-Ahora la siguiente lección. –Dijo el maestro sonriendo sombríamente. -¡Bloqueos!.
Casi al tiempo que decía aquellas palabras, el maestro levantó de golpe su espada y descargó un fuerte golpe sobre Nanouk. La joven reaccionó también de inmediato, levantó su arma sujetándola con fuerza con ambas manos a la izquierda de su cintura e inclinó la hoja hacia la derecha. Provocando con esto que ambas armas chocasen y la de su maestro resbalase unos centímetros sobre la suya hasta detenerse un poco antes de su cuello.
-Tan torpe como siempre. –Murmuró el maestro sacudiendo la cabeza al ver esto. -¿Por qué no les preguntas a tus compañeros dónde está tu error?. Seguro que cualquiera puede decírtelo.
-Lo he parado, ¿No?. –Replicó Nanouk desafiante y cansada ya de que la ridiculizasen.
-Mira la hoja de tu arma. –Insistió el maestro. –Debes inclinarla hacia el exterior cuando bloquees, no hacia el interior. Tal y como lo has hecho tú la espada del rival te mataría si resbalase un poco más sobre la tuya.
-Pero no lo ha hecho. –Se negó a ceder Nanouk. –Por lo tanto sigue siendo igual de eficaz.
-Hazlo de nuevo. –Continuó el maestro ignorando sus palabras. -¡Y esta vez hazlo bien!.
Nanouk trató de decir algo al oír esto, pero de nuevo su maestro no le daría opción a hacerlo. Con la misma rapidez que antes, su espada descendió sobre la joven obligándola a reaccionar y la madera de ambas armas resonaría de nuevo en el patio ante el golpe. Y, también una vez más, el resultado sería exactamente el mismo puesto que Nanouk se había movido de la misma forma que antes.
-¿Es que no me has oído?. –Masculló ahora visiblemente enfurecido el maestro. -¡Te dije que lo hicieses al revés!.
-He vuelto a pararlo. –Repitió Nanouk alzando también el tono. –Eso demuestra que mi forma de hacerlo también funciona.
Aquellas palabras enfurecerían aún más al maestro, aunque en esta ocasión no solo por el desafío que suponían. A su alrededor el murmullo del resto de los jóvenes empezaba a hacerse más evidente en reacción a todo aquello y esto era algo que no estaba dispuesto a permitir.
-¿Tú crees?. –La retó ahora abiertamente. –Entonces repítelo. ¡Vamos!.
Esta vez el maestro sí la advirtió antes de atacar y Nanouk tendría tiempo más que de sobra para reaccionar. Pero lo haría exactamente igual que en las dos ocasiones anteriores empeñada en demostrar que llevaba razón. Y esto era exactamente lo que su maestro había esperado.
En lugar de detenerse cuando ambas hojas chocaron entre sí, el maestro continuó empujando con fuerza su arma y esta comenzó a deslizarse sobre la de Nanouk tal y como ya le había advertido. Aún así la mirada de Nanouk ni siquiera titubeó al ver esto, se mantuvo firme mientras tensaba ambos brazos observando como se acercaba la hoja de madera y, justo cuando iba a alcanzarla, tiró con todas sus fuerzas de su arma hacia la izquierda arrastrando con ella la del maestro.
La joven sonrió entonces por un segundo mirando a su maestro al ver como su arma pasaba a su izquierda sin tocarla. Pero la sombría mirada de este último en ese instante la harían darse cuenta de que algo iba mal antes incluso de recibir el golpe.
Con una rapidez y fuerza totalmente fuera de lugar para un entrenamiento como aquel, el maestro tiró de ambos brazos liberando su arma de la de Nanouk y la golpeó violentamente en la frente con la empuñadura arrojándola al suelo.
-Romper tu guardia para desviar un golpe de tu adversario no es una opción. –Le recriminó mirándola todavía furioso. –¡Es la muerte!.
Nanouk no dijo nada. La joven se quedó en el suelo por un instante todavía aturdida y se llevó la mano a la frente visiblemente dolorida. Al hacerlo sus dedos notarían de pronto algo extraño, una humedad que la haría bajar de nuevo la mano y mirar por un momento la sangre que ahora los teñía. Y entonces sí reaccionaría.
Aunque su maestro ya se había dado la vuelta para dirigirse hacia otro alumno, Nanouk gritó furiosa recogiendo su espada del suelo e hizo algo que convencería de inmediato a Nyla de que ella sería su elegida: se puso en pie y se abalanzó sobre el maestro sin el menor aviso.
Esta vez ya no era un entrenamiento ni ningún tipo de lección lo que la empujaba, tan solo pura rabia y ni este podría detenerla. La espada de la joven golpearía la del maestro arrancándosela de las manos, trazaría un brusco arco hacia su pecho haciéndolo caer al intentar esquivarlo y se levantaría para dar un nuevo golpe incluso con él ya en el suelo
Afortunadamente para éste último, antes de que pudiese hacerlo el resto de alumnos se apresuraron a sujetar a la joven y se vio obligada a soltar el arma. Pataleando todavía con furia mientras la alejaban del maestro que se levantaba mirándola con más desprecio que resentimiento.
-¿Es eso todo lo que puedes hacer, atacar como un animal rabioso?. –Le recriminó. –Me cuesta creer que seas hermana de Nobu. No te pareces en nada a él.
Dicho esto, el maestro recogió también su arma del suelo y se dirigió tranquilamente a uno de los estantes del patio para guardarla como si no hubiese pasado nada. Momento que Nyla aprovecharía para llamarle rompiendo con el refinado tono de su voz la tensión generada tras lo sucedido.
-¡Maruk!. –Lo llamó sonriendo como siempre. –No está bien hacer esperar a una dama.
-Señorita Nyla. –Se sorprendió este girándose de golpe para mirar a la joven. –Espero que pueda disculparme, olvidé por completo su llegada..
-No te preocupes, ha sido divertido verte enseñar a tus alumnos. –Se rió la joven. –Veo que sigues siendo tan amable con ellos como siempre.
-A veces incluso demasiado como ha podido comprobar. –Asintió Maruk mirando de reojo a Nanouk. –Pero no se preocupe, aprenderán.
-¿Puedo escoger ya a mi guardián?. –Preguntó Nyla esbozando una sonrisa de niña traviesa.
-Por supuesto. –Volvió a asentir Maruk con la misma cortesía. –Le presentaré a los mejores que están libres ahora mismo.
-No hace falta. –Negó Nyla con voz cantarina –En realidad ya sé a quien quiero.
-¿Puedo preguntar a quién señorita Nyla?. –Preguntó confundido Maruk.
-A ella. –Señaló Nyla apuntando con una mano hacia Nanouk. –Ella es quien quiero que sea mi guardián.
Las expresiones de Maruk y de la propia Nanouk cambiaron de golpe nada más oír esto. Pasando a reflejar una profunda preocupación en un caso, y un rechazo más que considerable en el otro como respuesta a aquella idea.
-Pero señorita Nyla. –Trató de convencerla Maruk. –Nanouk no sirve como guardián. Es con mucho la más torpe e indisciplinada de mis alumnos, no puedo…
-La quiero a ella. –Repitió Nyla poniéndose ahora seria. -¿Está claro?.
-Como desee. –Aceptó Maruk con resignación. –Por favor, espere en la sala como siempre, estará lista para acompañarla enseguida.
-Eso espero. –Replicó Nyla recuperando su sonrisa. –Ya sabes que no me gusta esperar.
Dicho esto, la joven dio media vuelta para regresar por dónde había venido y Maruk hizo lo propio dirigiéndose una vez más a dónde estaban sus alumnos. Aunque ya no para seguir instruyéndolos, sino para hablar con aquella a quien Nyla acababa de elegir.
-Ya lo has oído. –Dijo sin demasiada amabilidad. –A partir de ahora serás su guardián. Ve a cambiarte y procura no hacer ninguna estupidez.
-¡No pienso hacerlo!. –Se negó tajantemente la joven. –Me niego a ser el guardián de nadie, y menos de una mocosa mimada como esa.
-¡Harás lo que se te ordene!. –Gritó Maruk haciendo que todo el patio se detuviese de golpe al oír el tono de su voz. -¿Es que ya has olvidado quienes somos?. Cumplirás con tu cometido como todos y lo harás sin avergonzar a tu raza como acabas de hacer ahora. ¡¿Entendido?!.
-Eres tú el que ha olvidado quienes somos. –Replicó Nanouk totalmente seria. –Tú y todos los demás. No yo.
Sin nada más que decir, y consciente de que Maruk tenía razón al decirle que debía obedecer, Nanouk le dio la espalda y se dirigió hacia otra de las puertas del patio para ir a su habitación. Allí la aguardaban su espada, un pesado mandoble de doble filo con el mango tallado en una suave rama de madera, y las ropas que a partir de ese día tendría que llevar en la ciudad. Otro uniforme como el que su hermano Nobu lucía cada día pero, en su caso, de un tono azul celeste que reflejaba su bajo nivel de habilidad entre los de su raza.
Lo que más preocupaba a la joven en ese instante, sin embargo, no era precisamente el color de aquella ropa. Todo lo referente a los rangos de su gente le traía sin cuidado, pero en su opinión el chaleco era demasiado ajustado para ella, o más concretamente para las curvas nada discretas de su cuerpo y buscaría rápidamente una solución a su problema. Una larga tela blanca de apenas dos palmos de ancho que enrollaría con cuidado alrededor de su torso apretándola hasta casi cortar su propia respiración, pero consiguiendo con esto disimilar aquello que el chaleco habría hecho resaltar demasiado para su gusto.
Una vez lista, Nanouk dejó la habitación y cruzó lentamente todo el edificio tratando adrede de llegar lo más tarde posible al recibidor dónde la esperaba su protegida. Aunque, para sorpresa, ni siquiera su tardanza parecería quebrar la triunfal sonrisa de Nyla al encontrarse al fin con su nuevo guardián.
-Ya era hora. –Dijo dirigiéndole una rápida mirada en la que podía notarse cierta decepción ante su aspecto. –La verdad es que luces menos de lo que esperaba con el uniforme. En fin, sígueme.
Dicho esto, Nyla se giró hacia el pasillo por el que antes había entrado y comenzó a caminar sin esperar una respuesta por parte de Nanouk. Lo que evitaría no solo que ésta dijese alguna de las cosas que se le pasaban en ese instante por la cabeza sobre la Shamshir, sino también que Nyla pudiese ver la sombría mirada que la joven le había dirigido al oír esto.
De este modo, con Nyla caminando sonriente al frente y Nanouk refunfuñado entre dientes unos pasos más atrás, las dos abandonaron el edificio de los Harumar y se dirigieron a la parte alta de la ciudad. Allí el suelo de la misma desaparecía pasando a convertirse en una red de puentes y terrazas por las que paseaban solo los nobles y otros Shamshir como Nyla acompañados también por sus guardianes. Pero ni ella, ni mucho menos Nanouk, estaban interesadas en hablar con ellos en ese momento y las dos seguirían su camino hacia el hogar de la Shamshir.
Aunque Nyla había salido del templo y, tal y como sucedía con los Harumar, éste era por igual lugar de aprendizaje y hogar para los humanos con sus habilidades, solo aquellos sin guardián vivían en su interior. De ahí la alegría de la joven al tener de nuevo a uno y poder regresar a su propia casa.
A Nanouk, por el contrario, aquello le traía sin cuidado y solo disimuló un poco su mala cara cuando las dos ascendieron por unas escaleras alejándose del resto de la gente. Era una de las muchas escalinatas que por todas partes podían verse en la zona alta subiendo o bajando entre los edificios, pero aquella trazaba una extraña curva rodeando la pared del edificio en lugar de hacer esquina como las demás y esto atraería la curiosidad de la joven. Especialmente al ver que conducía a la única puerta de uno de los pisos.
-Ya hemos llegado.
La voz de Nyla sonó tan cantarina como siempre anunciando que aquel era su destino, pero Nanouk tampoco se molestaría en decir nada. Tan solo esperó a que abriese la puerta usando una pequeña llave de plata y la siguió al interior deteniéndose a continuación junto a la entrada. Sin la menor intención de entablar conversación con aquella joven ni hacer nada más que apoyar su espalda en la pared y esperar. Pero desgraciadamente Nyla ya tenía otros planes para ella.
-Cierra la puerta, -Dijo en un tono ligeramente autoritario, ordenando en lugar de pedir. –Seguro que eso puedes hacerlo tu sola.
-Soy tu guardián, no tu criada. –Replicó Nanouk notando el sarcasmo en aquella última frase. –Si tanto te molesta ciérrala tú misma.
-¿Todavía no lo entiendes, verdad?. –La contrarió Nyla sin perder en absoluto su sonrisa pesa a aquellas palabras. –No pasa nada, yo te lo explico.
Mientras decía esto, Nyla se acercó de nuevo a la puerta, la cerró tranquilamente como si hubiese decidido hacer caso a Nanouk y se acercó a continuación a ella.
-Ahora eres mía. –Dijo una vez frente a ella, levantando de pronto una mano para sujetar la parte frontal de su chaleco. –Y harás lo que yo te diga. ¡Lo que sea!.
Terminada esta frase, y antes de que Nanouk pudiese siquiera pensar en una respuesta, Nyla tiró de golpe de su chaleco obligándola a agacharse y le dio un beso en los labios. Lo que, esta vez sí, provocaría una violenta reacción en la joven Harumar que la empujaría bruscamente arrojándola al suelo para apartarla de ella y la miraría con los ojos brillando de rabia.
-¡¿Te has vuelto loca?!. –Gritó limpiándose los labios con la mano y escupiendo a continuación. -No te atrevas a volver siquiera a acercarte a mí, ¿Entiendes?. ¡O morirás!
-Eso lo decidiré yo, no tú. –Replicó con calma Nyla desde el suelo, como si su amenaza no le importase en absoluto. –Sabes tan bien como yo que no puedes hacerme nada.
-Por tu propio bien será mejor que no me tientes. –Amenazó de nuevo Nanouk llevándose la mano a la empuñadura de la espada. –Yo no soy como Maruk y los demás.
-No te preocupes. –Dijo Nyla mientras se levantaba y se sacudía la ropa. –Tampoco ha sido como me imaginaba.
Nanouk no lo aguantó más. Totalmente furiosa tanto por su comportamiento como por la forma en que Nyla parecía tratarlo todo, incluso a ella, como si fuese solo su juguete, se dio la vuelta y abrió la puerta para salir de allí. Nada más tirar de ésta, sin embargo, se encontraría de frente con un sorprendido soldado y sus ojos lo mirarían con la misma furia que antes habían mirado a Nyla.
-¡¿Y tú qué quieres?!. –Preguntó haciendo que este diese un paso atrás.
-Tra... traigo un mensaje del consejo para la señorita Nyla. –Titubeó el soldado. –Es urgente que se lo entregue.
-Está dentro. –Refunfuñó Nanouk tranquilizándose un poco al tiempo que se apartaba. –Dáselo tu mismo.
El soldado no se lo pensó dos veces. Entró rápidamente ahora que la puerta estaba abierta, le dio el sobre con su mensaje a la otra joven y salió tan aprisa como pudo seguido por la propia Nanouk.
-Te tengo dicho que controles ese genio. –Murmuró en ese momento otra voz desde las escaleras. –Le has dado un susto de muerte a ese pobre soldado.
-Nobu… -Resopló Nanouk bajando la mirada para encontrarse con su hermano que la observaba apoyado en la pared. -¿Qué haces aquí?.
-Fui a verte abajo y Maruk me contó lo que había pasado. –Respondió sonriendo burlonamente. –Así que decidí subir a ver que tal te iba. Nyla no es precisamente alguien fácil de llevar.
-Es insoportable. –Refunfuñó Nanouk bajando un par de escalones para acercarse a él. -No hace ni una hora que estoy con ella y ya tengo ganas de matarla.
-Eso he oído. Por cómo chillabas hace un rato incluso me sorprende que aún esté viva. –Asintió Nobu disimulando lo mejor que podía su risa. –Pero no creo que tengas que preocuparte por eso. Por lo “popular” que es entre los jóvenes nobles diría que sus gustos no van precisamente en esa dirección. Conociéndola es más probable que te haya usado como cobaya para probar algo nuevo que otra cosa.
-Eso no hace que me sienta mucho mejor. –Volvió a protestar su hermana.
-Ah, ¿Es que preferirías que fuese al contrario?. –Se hizo el sorprendido Nobu ladeando ligeramente la cabeza mientras la miraba. –Perdona, por como sueles mirar a Luciora pensaba que tú también tenías otros gustos.
-¡¡Nobu!!. –Protestó inmediatamente Nanouk visiblemente indignada por aquellas palabras.-Te lo advierto, hoy no estoy para aguantar tus bromas. Como vuelvas a insinuar algo parecido te…
-Está bien, está bien. –Se disculpó este retrocediendo mientras sacudía ambas manos. –No puedes culparme por intentar reírme un poco a costa de mi hermana pequeña. Y dudo que puedas negarme lo de Luciora.
-No lo decía por eso. –Murmuró Nanouk bajando de golpe el tono de su voz y desviando la mirada. –Por cierto, ¿Qué tal está?. Dijeron que había resucitado a alguien esta mañana junto a las puertas.
-A un general. –Le confirmó Nobu en absoluto sorprendido por su reacción. –Pero tranquila, está perfectamente. Aunque no creo que se despierte hasta la noche, ya sabes como los agota hacer eso.
-Ojalá hubiese dejado que se ocupase… esa. –Masculló Nanouk señalando con una mano hacia la casa. –Así él estaría bien y yo me habría librado de ella.
-Vamos, no te quejes tanto. –Intentó animarla Nobu. –Ahora eres un guardián y eso también tiene sus ventajas.
-¿Cómo cuales?. –Preguntó Nanouk cruzando ambos brazos.
-Ya no tendrás que esperar a que bajemos para ver a Luciora. –Explicó Nobu sonriendo de nuevo. –Ahora que eres un guardián puedes moverte libremente por esta parte de la ciudad e ir a vernos cuando quieras. Estoy seguro de que a él también le gustaría verte más a menudo.
-Si no fueses su guardián ni siquiera sabría mi nombre. –Lo contrarió Nanouk con voz ligeramente apenada. –No digas tonterías. La única razón por la que me conoce es por que te acompaña cuando vienes a verme.
-Bueno, si es eso lo que crees ahora puedes hacer algo por cambiarlo. –Insistió Nobu disfrutando visiblemente con la cara de su hermana al hablar de aquello. -¿Por qué no vienes a cenar con nosotros esta noche?. A Luciora le vendrá bien la compañía después de un día entero en la cama
-¿Tú crees?. –Dudó Nanouk jugueteando nerviosamente con un mechón de sus cabellos. –No me gustaría molestaros.
-Me tomaré eso como un sí. –Se burló su hermano acercándose a ella para revolverle de pronto el pelo con la mano. –Y procura arreglarte un poco.
-¡No hagas eso!. –Protestó Nanouk cansada de algo que su hermano repetía casi cada vez que se veían.
-Dejaré de hacerlo cuando me hagas caso y dejes de esconder que eres una mujer. –Replicó este señalando burlonamente a su pecho. –Hasta la noche.
Consciente del riesgo que corría al decir aquellas palabras, Nobu se alejó rápidamente por las escaleras sin dar ya tiempo a su hermana a decir nada al respecto y ésta se quedó sola frente a la puerta. Todavía con dudas, pero también animada por la invitación de su hermano. Lo que ella no sabía, sin embargo, era que alguien más había escuchado todo aquello y sonreía sombríamente al otro lado de la puerta.
-Así que Luciora. –Murmuró Nyla apretando con fuerza en una de sus manos el papel arrugado del mensaje traído por el soldado, casi con rabia. –Estupendo, al menos podré divertirme un poco esta noche antes de cumplir esas dichosas órdenes. Y de paso te enseñaré un poco de respeto… Nanouk.
Todavía sonriendo, Nyla se alejó de la puerta, dejó el papel sobre una mesa y comenzó a desabrocharse el vestido mientras se dirigía hacia la ducha dejando tras de sí un rastro de prendas cada vez más delicadas. Al mismo tiempo, y coincidiendo casi con el momento en que los delgados chorros de agua comenzaban a deslizarse sobre las desnudas curvas del cuerpo de Nyla, Nanouk decidió volver a entrar. Confiando en que ella ya no estuviese en la misma habitación y pudiese relajarse un poco mientras pensaba qué hacer.
Una vez dentro, la joven se sentó en uno de los mullidos sofás de la habitación y su mirada vagó sin rumbo por un momento tan perdida como sus pensamientos. Hasta que, al llegar a la mesa, sus ojos dieron con el arrugado papel que había traído el mensajero y su mente regresó a la realidad.
-El mensaje. –Pensó para sí poniéndose en pie casi sin darse cuenta. –Si venía del consejo debe ser algún tipo de orden.
Curiosa, y sobretodo consciente de que ahora las órdenes de Nyla también la afectaban a ella, Nanouk se acercó a la mesa y cogió con cuidado el papel. Lo estiró poco a poco haciéndolo de nuevo legible y comenzó a leerlo cambiando poco a poco la expresión relajada de su rostro por otra mortalmente seria.
El mensaje provenía de uno de los generales del consejo tal y como había dicho el soldado y, como temía, le afectaba también a ella. En él se ordenaba a Nyla substituir temporalmente a la Shamshir caída en el último ataque, lo que implicaba que debía partir esa misma medianoche junto a otro de los generales en una nueva incursión sobre las tierras de los Leonar. Y esto, irremediablemente, significaba que ella debía acompañarla en aquel viaje.
Si todo salía bien no sería nada demasiado peligroso. Se trataba simplemente de llevar refuerzos y víveres al puesto avanzado que la ciudad tenía más allá del linde de la jungla en previsión de represalias por su ataque al poblado. Pero pasarían allí varios días mientras esperaban a que los verdaderos refuerzos llegasen del Este y el general pudiese regresar a la ciudad. Algo que no le hacía ni pizca de gracia, como seguramente tampoco se la había hecho a Nyla por el estado de aquel papel.
A diferencia de la joven Shamshir, sin embargo, ella sí sacaría algo positivo de aquel mensaje. Pese a las preocupantes noticias que le traían, el hecho de pasar una semana fuera significaba también que no vería ni a su hermano ni a Luciora en todo ese tiempo y esto la empujó a decidirse. Su mente alejó al fin todas las dudas que la ocupaban y la joven salió de nuevo de la casa, ignorando ahora por completo a Nyla para centrarse en las dos tareas que la mantendrían ocupada durante el resto del día: preparar su armadura para la partida… y su ropa para la cena de esa noche.
El resto del día transcurrió de forma normal para los habitantes de Thalan. Nada más rompió la rutina de la ciudad y la noche cayó lentamente sobre sus muros al tiempo que estos se iluminaban con sus propias luces. Convirtiendo a la ciudad en una brillante joya blanca con centenares de estrellas amarillentas despuntando por toda su superficie mientras sus habitantes se retiraban poco a poco a sus casas.
Para Nanouk, por el contrario, aquella era la señal que había estado esperando y se dirigiría al fin hacia el hogar de Luciora y su hermano luciendo ahora un aspecto totalmente distinto. Ya no como guardián, sino como la mujer que era y cuyo cuerpo cubría un sencillo pero bonito vestido color lavanda.
La falda era larga, casi hasta rozar sus tobillos, y carente de abertura alguna que dejase entrever su figura. Y su parte superior seguía exactamente la misma premisa cubriendo por completo su cuerpo hasta sus muñecas. Sin escote ni nada que lo ciñese a su figura salvo un simple lazo color turquesa que servía como límite entre la falda y la parte superior. Lo que, en conjunto, resaltaba aún menos su figura que el ceñido uniforme de guardián pero le daba de todas formas un aspecto mucho más femenino.
Esto último era algo con lo que Nanouk no estaba precisamente conforme puesto que no solía usar aquel tipo de ropa, pero esa noche estaba dispuesta a tolerarlo. Incluso se había quitado la tela que antes oprimía su pecho confiando en que el vestido disimulase su figura tanto como ella quería y nada conseguiría borrar su sonrisa. O al menos nada hasta que llegó frente a la casa de Luciora y se detuvo al verle a través de una de las ventanas.
Ya estaba despierto y, por su aspecto, Nanouk dedujo que debía acabar de salir de la ducha pues nada cubría su torso y tenía el pelo aún mojado. Pero no sería esto lo que haría que la joven se detuviese, sino lo siguiente que vería a través de aquella venta.
Mientras trataba de superar sus dudas sobre sí seguir o no adelante al no ver allí a su hermano, una mano de mujer apareció también en la ventana deslizándose sobre uno de los brazos de Luciora y la sonrisa de Nanouk desapareció de golpe. Tornándose poco a poco en sorpresa al ver como otra mano se deslizaba por el torso del joven como si estuviese acariciándole… y en furia al descubrir el rostro de Nyla apareciendo tras el hombro de este.
La joven Shamshir parecía estar abrazando a Luciora por la espalda y sonreía juguetonamente mientras este la miraba aparentemente sorprendido. Pero no lo suficiente como para que Nanouk pudiese pensar en algo que no fuese lo más evidente al ver aquella escena. Sobretodo cuando Nyla pasó a colgar prácticamente de su cuello frotándose contra él y Luciora la cogió por la cintura.
Nanouk no lo soportó más, cerró ambos puños llena de rabia y salió corriendo en la dirección por la que había venido sin mirar apenas por dónde iba. Ajena ya a todo y a todos mientras pequeñas lágrimas de rabia se deslizaban por sus mejillas hasta el punto de llegar a chocar con su propio hermano sin darse cuenta.
-¿Nanouk?. –Se sorprendió Nobu recuperándose del golpe. –Vaya, así que al fin te has vestido como es debido. Espera a ver la cara de…
Nobu dejó de hablar al instante al ver las lágrimas de su hermana comprendiendo que algo iba mal, pero ella no le dejaría siquiera preguntar nada. Echó a correr una vez más alejándose de él y Nobu la llamó un par de veces, pero ella pareció no escucharle y pronto desapareció entre los edificios dejándolo solo.
-Estupendo… -Murmuró Nobu. -¿Y ahora qué ha pasado?.
Bastante confuso, el joven reanudó su marcha hacia la casa de Luciora y entró tranquilamente sin siquiera llamar como tantas otras veces. En ese mismo momento, el propio Luciora salía también de su cuarto con Nyla frente a él cogida fuertemente por sus hombros y solo la soltaría al ver allí a Nobu.
-Por favor, compórtate como la dama que se supone que eres y ten la bondad de esperar al menos a que me vista. –Repitió el joven por enésima vez. –No sé que es lo que pretendes, pero ya sabes que esos juegos tuyos no funcionan conmigo y hoy tengo invitados, así que preferiría que no malgastases más mi tiempo.
-¿Estás seguro de que no funcionan?. –Replicó Nyla mirando de reojo a Nobu y dirigiéndole ahora una sombría mirada a Luciora. –Por la cara de tu amigo yo diría que ya lo han hecho.
-Así que era eso. –Murmuró Nobu nada más oírla.
-¿Qué ha pasado?. –Preguntó sorprendido Luciora.
-Nada grave. –Se burló Nyla pasando al lado de Nobu y abriendo la puerta. –Solo he puesto a alguien en su sitio, nada más.
Dicho esto, Nyla cerró la puerta tras de sí y Nobu suspiró amargamente antes de explicarle a su amigo lo que creía que había ocurrido. Luciora no se sorprendería demasiado como ya esperaba, al fin y al cabo conocía perfectamente a Nyla y sabía bien de lo que era capaz para salirse con la suya. Pero sí se mostraría desconcertado ante la idea de que Nanouk reaccionase así por aquello, lo que haría que Nobu frunciese ligeramente el ceño al darse cuenta de que su hermana tenía más razón de la que él creía.
Pese a todo, y aunque no acabase de entender el por qué, la mirada preocupada de Nobu bastaría para convencer a Luciora de que aquel malentendido había hecho daño a su hermana. Algo que preocuparía también al joven Shamshir llevándolo a vestirse rápidamente y salir a buscarla junto a su amigo para aclarar las cosas.
Por desgracia para ambos, una vez fuera los dos jóvenes se darían cuenta de que había un pequeño problema en su plan: no tenían la menor idea de dónde buscarla. Nobu la conocía lo suficiente para saber que no habría vuelto con los Harumar, y la idea de buscarla en casa de Nyla era tan descabellada que ni siquiera se le pasaría por la cabeza. Lo que dejaría solo un posible lugar en toda Thalan en el que buscarla a esas horas:
-¿En serio crees que estará aquí?. –Preguntó Luciora mirando con cierto recelo las puertas del templo de los Shamshir.
-Este templo y el nuestro son los únicos lugares en que alguien de nuestra raza pasaría desapercibido. –Asintió Nobu con una mirada similar pese a sus palabras. –Y eso es probablemente lo que quiere Nanouk ahora mismo. Que la dejen tranquila.
-Aún así… -Titubeó Luciora. –La verdad es que preferiría no tener que entrar ahí a estas horas.
-¿No me digas que ahora te dan miedo tus compañeras?. –Se burló Nobu comprendiendo a la perfección por qué lo decía. -Seguro que incluso te echan de menos después de tanto tiempo.
-Ahí dentro hay unas cuarenta Shamshir. –Replicó Luciora mirándolo ahora de reojo. –Cuarenta chicas de la misma edad que Nyla que nunca han abandonado un templo en el que solo hay unos cuatro o cinco chicos y al que solo podemos entrar los Shamshir y los guardianes. Créeme, tengo mis razones para preocuparme.
-¿Lo dices por aquella vez que te encerraron en el sótano con ellas?. –Recordó Nobu tratando de no reírse. –Vamos, no fue para tanto.
-Si tan encantadoras te parecen por qué no pasas tú primero. –Sugirió Luciora sonriendo ligeramente. -Estoy convencido de que serán tan amables contigo como lo fueron conmigo.
-No gracias. –Rechazó Nobu rápidamente. –No sería muy educado que un guardián entrase al templo antes que su protegido.
-Muy amable por tu parte. –Replicó Luciora acercándose a la puerta y colocando una mano sobre esta. –En fin, cuanto antes pasemos antes podremos salir… espero.
Dicho esto, Luciora empujó la puerta y los dos pasaron al interior esperando encontrar allí a Nanouk. Sin saber que, en ese mismo instante, la joven se dirigía a la parte baja de la ciudad intentando borrar todo aquello de su mente. En otro momento le habría sido difícil y habría intentado alejarse de todo como Nobu pensaba, pero ese día tenía algo más en lo que podía centrar su mente. Las órdenes que esa mañana tanto la había disgustado y que, ahora, se habían convertido en una vía de escape a la que dirigir por completo su atención.
Así sería como Nanouk pasaría las horas que faltaban hasta el amanecer. Encerrada en su cuarto con la armadura ya puesta y la máscara cubriendo su rostro, como si al ponérsela pudiese alejar de su cabeza cualquier pensamiento que no fuese su misión tal y como sus manos habían arrancado aquel maldito vestido de su cuerpo. Y cuando al fin llegó la hora de partir la propia Nyla se daría cuenta de esto al ver como ni siquiera reaccionaba al verla. Como si aquel guerrero de roca fuese una criatura totalmente distinta a la muchacha de la que se había burlado hacía tan solo unas horas.
-¿No vas a decir nada?. –Preguntó sonriendo burlonamente.
Los ojos de la máscara se giraron hacia la joven con la frialdad del cuarzo en el que habían sido tallados, pero de su boca no brotó un solo sonido. Nanouk le dio la espalda como si ésta no existiese y subió por su cuenta al carruaje en que viajarían las dos.
-Que mala educación. –Rió de nuevo Nyla dispuesta a seguirla y no dejarla tranquila.
-Siempre ha sido así. –Explicó una voz a su espalda. –Me sorprendería que cambiase de pronto.
Los ojos de la máscara se movieron una vez más siguiendo esta vez la misma dirección que los de Nyla. Sorprendidos no solo por aquella voz ya familiar, sino por encontrarse de pronto a Maruk frente a ambas con una armadura similar cubriendo su cuerpo y la máscara aún en la mano
-¡Maruk!. –Se alegró Nyla nada más verle. -¿Tú también vienes con nosotros?.
-No podría dejarla en manos de alguien tan incompetente señorita Nyla. –Asintió Maruk colocándose la máscara. –Si le ocurriese algo sería responsabilidad mía por no haber sabido entrenarla como es debido.
Las últimas palabras de Maruk resonaron en la plaza con un tono ya muy distinto, como un eco filtrado a través de la roca de aquella máscara, pero esto no cambió en absoluto la sonrisa de Nyla. La presencia allí de Maruk la tranquilizaba enormemente y la joven subiría rápidamente al carruaje sentándose tranquilamente frente a Nanouk. De forma que esta podía ver claramente su burlona sonrisa y, al mismo tiempo, la sombría máscara de Maruk sentado a su lado como advertencia para que no hiciese ninguna locura.
Nanouk simplemente siguió en silencio. Dejó que la frialdad de su máscara fuese su única respuesta a las provocaciones de Nyla y giró los ojos hacia una de las ventanas. Las campanas resonarían de nuevo en ese mismo momento sobre Thalan anunciando la partida de sus soldados. Sus roncas voces de metal rompiendo el silencio de la noche sin preocuparles el sueño de sus habitantes.
Era la despedida con que la perla del Ármir honraba a sus guerreros. Una muestra de respeto que sacudía por igual sus murallas y los corazones de sus habitantes mientras la comitiva cruzaba el puente bajo los ojos de los dos colosales halcones. Hasta que, cuando al fin atravesaron el islote formado por las dos torres, estos alzaron de nuevo las alas dejando tan solo las aguas del Ármir tras ellos y los caballos aceleraron el paso.
Los caballeros delante como punta de lanza de la comitiva, carretas cargadas de soldados y ballesteros más atrás y el carruaje del general cerrando la caravana. Con éste dirigiéndolo todo desde fuera junto al cochero, los dos guardianes en su interior protegiendo a la joven Shamshir y otro grupo de caballeros custodiando la retaguardia del convoy.
Por delante los aguardaban seis largas horas de marcha y la noche no parecía dispuesta a ponérselo fácil. En cuanto abandonaron la pequeña planicie frente a Thalan, el cielo comenzó a nublarse ocultando las estrellas con oscuros nubarrones de tormenta y el viento comenzó a agitar con furia los árboles. Incluso bajo los todavía transitables bosques cercanos a la orilla del Ármir la naturaleza parecía rugir a su alrededor como negándoles el paso. Rechazando con aullidos y crujidos aquella hilera de caballos y hombres, de acero y madera que se adentraba bajo sus copas por el único camino abierto en la jungla.
Pero los soldados sabían perfectamente que no se trataba de eso. Llevaban lo suficiente en aquella tierra salvaje como para conocer su clima y se habían acostumbrado incluso al sofocante calor húmedo de sus tormentas. Por eso ni siquiera la lluvia que no tardaría en azotarlos conseguiría que aminorasen su marcha hasta alcanzar su destino. Y sería precisamente entonces, justo al encontrarse con el lugar al que traían la esperanza de los refuerzos, cuando las férreas voluntades de aquellos hombres se quebrarían como el acero destemplado.
El puesto avanzado había caído. Sus murallas se alzaban orgullosas todavía en medio de la jungla justo frente a ellos, pero en éstas ni una sola antorcha alumbraba el camino para los viajeros. No había guardias, ni luces en las torres, ni siquiera hojas que cerrasen sus enormes puertas pues ambas yacían arrancadas a ambos lados del camino. Y el olor de la sangre se extendía por todos lados como un sofocante velo de muerte
El general dio la señal de detenerse consciente de lo que aquello significaba. Ordenó a uno de los caballeros que se acercase y le dio una única instrucción mientras las miradas del resto de soldados se clavaban en la oscuridad que los rodeaba. No podían ver nada más allá de los árboles, pero sabían que algo los observaba desde ellos. Lo sentían en cada gota de lluvia que golpeaba sus caras tanteando sus nervios, en cada silbido con que el viento los hacía girar bruscamente la cabeza a uno y otro lado temiendo ver algo salir de entre aquellas tinieblas. Esperando, casi deseando que sucediese algo que los liberase de aquella tensión mientras la oscuridad se hacía más y más densa como tratando de ahogarlos.
Para el caballero, sin embargo, ese algo ya había llegado en forma de las órdenes de su superior. Su misión era clara y se repetía una y otra vez en su cabeza conforme avanzaba hacia delante entre sus compañeros, pero ni siquiera su caballo parecía querer cumplirla. El animal titubeaba asustado a cada paso obligándolo a usar sus espuelas, se desviaba evitando el camino como si algo lo bloquease y retorcía el cuello suplicando poder regresar. Pero su dueño no se lo permitiría.
Cuando el caballo llegó justo bajo el arco de la puerta, sin embargo los ojos del caballero temblarían ante el fogonazo de un relámpago y al fin se detendría. No por lo cegadora de aquella siniestra luz azulada, sino por el paisaje de pesadilla que por unos segundos aparecería ante él antes de que las tinieblas lo ocultasen todo de nuevo.
A su alrededor la jungla se había transformado en muerte. Las troncos del fuerte eran ahora horribles estacas teñidas de sangre que fluía con la lluvia, el suelo una alfombra de cadáveres y charcos escarlata, las paredes horribles murales repletos de cadáveres ensartados en flechas. Incluso el camino aparecía salpicado por los cuerpos de sus antiguos camaradas explicando ahora el comportamiento de su caballo. Con las mismas flechas de penachos verdes, hechos con hojas y no con plumas como las humanas, sobresaliendo de sus cuellos y espaldas.
La respiración del caballero se aceleró al ver esto. Los latidos de su corazón se hicieron aún más fuertes ahogando incluso el repiqueteo de la lluvia sobre su yelmo y miró al fin hacia el centro del fuerte. Aunque solo para encontrarse con el mismo desolador paisaje… y algo aún peor.
Ya no podía ver con claridad entre las sombras pero las siluetas que cubrían el suelo, colgando incluso de los muros y las ventanas como macabras gárgolas humanas, eran fáciles de reconocer después de lo que había visto. Sin embargo había algo más allí que no podía identificar: una sombra, una silueta de ojos bicolores que lo observaba desde el centro del fuerte como si la muerte misma se hubiese detenido a contemplar su obra. Y eso era exactamente lo que había ido a buscar.
Nada más ver aquellos ojos el caballero recordó sus órdenes y recuperó poco a poco su valor. Aferró las riendas de su caballo con una mano, se llevó la otra a la empuñadura de la espada y giró de golpe la cabeza hacia atrás ignorando el peligro de aquella extraña criatura.
-¡Aún están aquí!. –Gritó haciendo que su voz resonase entre los árboles y la tempestad que los azotaba. -¡Los Leoran!, ¡A las arm…
La voz del caballero se quebró antes incluso de poder terminar su frase. Un nervioso bufido de su caballo lo alertó de que algo pasaba frente a él y su mirada regresó inmediatamente allí. Buscó aquellos extraños ojos sobre la llanura de cadáveres y dio con ellos justo cuando estos estaban ya casi a su lado.
Apenas pudo reaccionar. Su mano desenvainó la espada a toda prisa y golpeó con todas sus fuerzas la oscuridad que provenía del fuerte. Pero la sombra siguió adelante, mientras el arma del caballero se hundía en la muralla éste sintió como algo pasaba a su lado, escuchó un extraño silbido deslizándose entre la tormenta justo a su costado y se sacudió entre espasmos cuando algo atravesó su carne.
Los ojos se abrieron de nuevo justo a su espalda. Una estrella fría y pálida como el hielo acompañada por otra de un ardiente color magenta que coronaban la silueta de una criatura con forma de humano. Y de nuevo éstos se quedarían inmóviles mientras la muerte hacía su trabajo reclamando al caballero y el caballo huía asustado dejándolo allí. Sin vida ya, pero con el guantelete enganchado en la empuñadura del arma de forma que este colgaba de la muralla como si aún tratase de empuñar su espada.
En ese instante comenzó la verdadera batalla. Al son de un nuevo relámpago los gritos de los humanos se alzaron con furia como respuesta al ataque, las espadas se desenvainaron bajo la lluvia, las lanzas apuntaron a su único enemigo visible y el sonido del metal inundó la selva por unos segundos. Pero entonces… ésta respondió también con sus propios sonidos.
Las flechas llovieron en la noche como si tomasen el lugar del agua. Largas y afiladas saetas brotaron de la jungla matando a soldados y caballeros por igual, inundando el claro con los gritos de agonía de los caídos mientras la caravana intentaba defenderse. Algunos murieron ensartados dentro de los carros, otros bajo los pies de sus propios compañeros al tropezar con los cadáveres y ser aplastados mientras una confundida multitud de soldados intentaba ocupar sus puestos. Pero cómo, contra quién, eso era lo que ninguno de ellos sabía.
Los caballeros rodearon el convoy, los soldados se apostaron con sus escudos intentando protegerse y los ballesteros descargaron sus flechas contra la propia jungla sin saber a qué disparaban. Solo veían sombras moviéndose entre sus árboles, siluetas que aullaban de vez en cuando como prueba de que eran reales, pero por cada uno de sus gritos una decena de humanos caía victima de sus flechas.
Y esto no era lo peor. Mientras aquellas flechas los diezmaban sin que apenas pudiesen protegerse algo más avanzaba entre ellos. El asesino del caballero corría entre sus filas sembrando la muerte con una efectividad aterradora, avanzando sin apenas inmutarse mientras soldados y caballeros caían a sus pies sin más muestra de violencia que dos suaves silbidos acompañados por pálidos destellos metálicos.
-¿Qué está pasando?. –Preguntó Nyla aterrada mientras miraba a Maruk. -¿Cómo pueden atacarnos aquí?. Nunca se habían acercado tanto a Thalan.
-No se debe remover un nido de avispas. –Respondió Nanouk disfrutando visiblemente con el terror de la joven pese a su situación. –Si lo haces te atacarán. No importa si antes nunca lo habían hecho, si las provocas responderán.
-¡Cállate!, -Ordeno Nyla perdiendo la calma.
Nanouk hizo lo que la joven le pedía, pero no por que se lo hubiese ordenado. A su alrededor los gritos de los soldados iban haciéndose cada vez más desgarradores y algo captó su atención y la de Maruk a la derecha de su carruaje. Aquella cosa se acercaba a ellos, sus ojos avanzaban directamente hacia el carruaje moviéndose ahora a escasos centímetros del suelo mientras corría a una velocidad inhumana.
-¿Qué es eso?. –Preguntó Nyla mientras un soldado caía despedazado con dos nuevos destellos de metal y dos nuevos silbidos. -¿Y ese sonido?. ¿Qué son esas notas?.
-¿Notas?. –Pareció sorprenderse Maruk, como si Nyla se hubiese dado cuenta de algo que a él se le había escapado hasta entonces. –Así que era eso… no son solo siseos sin sentido.
Maruk se levantó de su asiento y abrió la puerta del carruaje. Sin preocuparse en absoluto por las flechas que rebotarían contra su armadura nada más hacerlo, solo por aquel ser de ojos bicolores que se acercaba a su protegida. Pero él no estaba dispuesto a ponerle las cosas tan fáciles como los demás.
En cuanto su rival estuvo a su alcance, Maruk estiró una mano hacia el carruaje, sujetó algo que sobresalía de su techo y tiró con todas sus fuerzas arrastrando tras de sí una enorme espada. La hoja era casi tan alta como él y el golpe sería brutal, llegando a hundir parte de la misma en el suelo al caer en un gran corte vertical que detendría en seco el avance de su enemigo.
Su rival pareció darse cuenta entonces de que él era diferente. Saltó hacia un lado para evitar la enorme hoja de la espada, desvió sus ojos hacia la izquierda como si hubiese visto algo más y saltó de pronto hacia atrás esquivando también los dardos de dos ballestas. La criatura se enderezó de nuevo en ese momento, lo miró por un segundo como si tratase de decirle algo y corrió trazando un largo arco hacia la parte frontal del carruaje.
Maruk comprendió su mensaje. Sus ojos de roca se desviaron hacia el general y el cochero que aún sostenían en sus manos sendas ballestas y ya no se sorprendió al ver como la sombra saltaba sobre los caballos. Sembrando el pánico en ambos humanos al caer con un pie sobre el lomo de cada animal y lanzarse de pronto hacia delante como si tratase de envestirlos.
Pero esa no era su intención. La sombra alcanzó con sus manos el asiento del cochero justo entre ambos, se impulsó verticalmente hacia arriba apuntando sus pies hacia el cielo y cruzó los brazos llevándose uno a la espalda y otro a la cintura antes de que su sinfonía sonase una vez más. Dos nuevas notas, dos pálidos destellos de metal justo cuando éste pasaba entre sus cabezas y los cuerpos sin vida del general y el cochero cayeron frente al carruaje mientras él giraba en el aire para caer de pie sobre el techo.
Una nueva arma siseó en ese instante en medio de los gritos que aún resonaban por todo el claro. Una hoja larga y afilada que atravesó el techo obligando a la sombra a inclinar rápidamente la cabeza hacia atrás y solo se detuvo cuando su empuñadura tocó el techo. Apenas a unos centímetros de la barbilla de su objetivo cuyos ojos mirarían en ese instante a Nanouk observándola por el agujero que ella misma acababa de abrir en el techo. Y, para sorpresa de la joven Harumar, estos parecieron complacidos por su presencia en lugar de preocupados.
Nada más verla la criatura saltó del carruaje hacia el lado izquierdo del mismo y se detuvo esperando a que ella también saliese. Retándola con la mirada como si ni Maruk ni el resto de la batalla existiesen. Algo que este último no estaba en absoluto dispuesto a permitir.
Su misión no era proteger al general, pero sí a Nyla y rodearía rápidamente el carruaje para interponerse de nuevo entre ambos con su enorme espada. Pero esto era ya demasiado para la joven.
-¡Vamos a morir!. –Gritó entre temblores, poniéndose en pie con la mirada clavada en la puerta derecha aún abierta. -¡Nos va a matar a todos!.
Nada más decir esto, Nyla salió corriendo presa del pánico y Nanouk se quedó inmóvil durante unos segundos observando como se alejaba hacia la jungla. Milagrosamente aún con vida pese a la lluvia de flechas que seguía acabando con los soldados a su alrededor.
-¡Síguela!. –Gritó Maruk nada más ver esto. –¡Tienes que protegerla!. Yo os alcanzaré en cuanto acabe con él.
Nanouk miró una vez más hacia Maruk y estuvo a punto de decir algo, pero una nueva mirada de la sombra captó su atención. Retándola una vez más como si comprendiese las palabras de Maruk y la invitase a quedarse. Pero ella sabía que no podía, se dio la vuelta intentando alejar aquellos ojos de su mente y corrió tras Nyla evitando las flechas con las protecciones de su armadura.
-Parece que quedamos nosotros. –Masculló Maruk mirando a su enemigo al darse cuenta de que ya no se oían gritos ni caían más flechas sobre el claro.
Su rival pareció darse cuenta de lo mismo en ese instante y dio unos pasos hacia él. Despreocupándose por completo del resto de la batalla o lo que sus compañeros pudiesen estar haciendo mientras un nuevo relámpago abría los cielos sobre sus cabezas permitiendo a Maruk vislumbrar por un instante la silueta de su enemigo.
Se parecía a la de un humano, al menos tanto como la suya, pero la larga cola que se agitaba tras él y sus ojos de felino dejaban claro que no lo era. Incluso entre aquellas sombras tras las que apenas podían distinguirse más rasgos que su ropa y las marcas que cubrían su piel. Líneas oscuras y claras entremezcladas en un sombrío patrón que adornaban sus hombros y, junto a las dos tiras de tela cruzadas frente a su nariz, contribuían a ocultar aún más su cara tras la sombra de sus enmarañados cabellos.
Su ropa era casi tan oscura como la noche, aunque no negra sino de un verde oscuro que lo hacía aún más difícil de ver entre la jungla. Formada por unos holgados pantalones acordes con su agilidad y velocidad de movimientos, un cinturón que sostenía una de sus espadas a su pierna derecha, dos largas tiras de tela cruzadas frente a su pecho y guantes sin dedos que cubrían sus brazos deteniéndose justo antes de sus hombros.
Mientras se miraban, sin embargo un nuevo sonido los alertaría a ambos y rompería aquella silenciosa lucha de voluntades. Al tiempo que la luz del rayo se apagaba, los ojos de Maruk y del Leoran se giraron de golpe hacia su izquierda y este último se movería una vez más. Inclinándose ligeramente hacia atrás de golpe y levantando al mismo tiempo una de sus manos para atrapar entre sus dedos el afilado dardo de una ballesta.
Maruk apenas se sorprendió ante lo que acababa de ver después de la forma en que había matado al general. Tan solo lo siguió con la mirada mientras éste cruzaba ambos brazos frente a él sosteniendo las empuñaduras de sus espadas y se esfumaba entre la oscuridad en busca del ballestero que acababa de atacarlo.
El humano apenas podría hacer nada por defenderse salvo gritar mientras notaba como el Leoran lo rodeaba. Por un momento la oscuridad misma pareció cobrar cuerpo mientras daba rápidos giros a su alrededor y la muerte se cerniría implacable sobre el ballestero. Poniendo fin a todo con dos nuevas notas de su sinfonía de muerte y dos destellos de metal tras los que solo la oscuridad y la tormenta ocuparían de nuevo el claro.
Pero Maruk sabía que solo era la calma antes de la verdadera batalla. Su rival se encontraba ahora en las sombras esperando para atacar y sabía que tenía ventaja, pero también que no llevaba ningún tipo de armadura con que protegerse. Necesitaba un golpe, solo uno para acabar con todo y su adversario necesitaría más que eso para atravesar su armadura. O al menos eso esperaba.
Sabía que tenía una espada y había visto otra más cruzada a su espalda, con la empuñadura apuntando hacia abajo en vez de sobre su hombro. Pero jamás había visto a nadie luchar así, sin desenvainar siquiera sus armas salvo para atacar y cruzando de aquella forma los brazos. Aunque tampoco tendría mucho tiempo para pensar en ello.
El Leoran apareció de nuevo frente a él y el combate comenzó al fin bajo la lluvia de la tormenta. Maruk flexionó sus piernas, aguardó un movimiento de su rival y atacó en cuanto éste avanzó hacia él. Su espada siseó en una estocada recta que el Leoran esquivó fácilmente moviéndose a un lado, retrocedió tranzando un largo corte diagonal hacia su rival y crujió al encontrarse con el metal de otra arma
Las espadas del Leoran eran más pequeñas y difícilmente rivales para la de Maruk, pero su dueño sabía bien lo que hacía. La fina hoja de metal de su arma había recibido el envite de la de Maruk no de forma perpendicular, sino inclinada hacia un lado, y ésta última chisporrotearía deslizándose inofensivamente hacia un lado?.
El Leoran contraatacó en ese momento. Su brazo derecho tiró de la espada oculta tras su costado izquierdo y golpeó también el arma de Maruk alejándola de su gemela. Al mismo tiempo su dueño dio un rápido paso adelante, giró sobre sus pies dándole la espalda a su rival por una décima de segundo, devolvió ambas armas a sus fundas y cruzó los brazos una vez más antes de volver a encararle. Tan deprisa que Maruk apenas pudo ver como las armas abandonaban de nuevo las fundas dando sendos cortes sobre su pecho de roca y lo arrojaban hacia atrás.
Pequeñas esquirlas de piedra cayeron al suelo mientras Maruk se llevaba la mano al pecho y el Leoran giraba orgullosamente las espadas en sus manos antes de volver a guardarlas. Pero el guardián no estaba dispuesto a ser un simple juego para aquella criatura.
Con una velocidad aparentemente imposible para algo tan grande, su espada volvió a surcar el aire con un fuerte corte horizontal que abrió el suelo obligando al Leoran a retroceder. Siguió su curso ascendiendo mientras su dueño avanzaba también hacia delante y crujió cuando ambas manos del guardián la frenaron haciéndola descender otra vez sobre su rival.
La hoja pasó a centímetros del rostro del Leonar llegando a cortar las cintas que cubrían su cara, se incrustó pesadamente en el suelo junto a sus pies y éste la usó como trampolín para devolver el golpe. Corrió sobre el filo superior de la misma, dio una fuerte patada sobre la máscara de Maruk y saltó por encima de su cabeza cayendo justo a su espalda.
Dos nuevas notas llegaron en ese instante a oídos del guardián. Dos centelleos de metal a su espalda mientras las espadas hacían crujir su armadura resquebrajándola con un par de rápidos golpes antes de que él pudiese girarse. Pero, por desgracia para el guardián, en esta ocasión ni siquiera entonces terminarían su trabajo.
El Leoran había aprendido la lección. Sabía que la distancia era su enemigo y no le dio un solo segundo de respiro. Mientras el Harumar se giraba hacia la derecha golpeando inútilmente el viento con su espada su rival se deslizó rápidamente bajo su brazo, desgarró el costado de la armadura con un nuevo golpe y giró frente a él rasgando su brazo izquierdo con la otra espada antes de desaparecer una vez más entre las sombras.
Maruk jadeó buscándolo con la mirada. Su cuerpo dolorido en más lugares de los que recordaba haber sido golpeado, su armadura astillada y teñida por su propia sangre que goteaba entre las rendijas. Y su brazo ahora malherido de forma que ya solo podía sostener la espada con el otro. Pero todavía podía luchar.
Era demasiado fuerte para ceder todavía, demasiado orgulloso para rendirse, y ni siquiera aquel siniestro réquiem tocado por las espadas del Leoran era suficiente para quebrar su voluntad. Aún con una mano, Maruk rugió levantando la cabeza hacia el cielo por un momento, sujetó su arma con todas sus fuerzas y la hizo girar a su alrededor buscando a su enemigo. Trazando rápidos y mortales cortes a diferentes alturas que dividían las corrientes de lluvia de la tormenta.
-¡¡Vamos!!. –Gritó elevando su voz sobre el aullido de la tormenta. –La oscuridad no me matará, tendrás que salir de ella. ¡¡Vamos!!.
Los ojos del Leoran se encendieron una vez más entre las tinieblas como si reaccionasen a sus palabras. Las dos brillantes estrellas engarzadas en el rostro de aquella criatura aparecieron a su derecha moviéndose una vez más cerca del suelo. Giraron rápidamente a su alrededor hasta ganar su espalda y una sombra saltó de pronto hacia él desde la oscuridad.
Maruk no falló esta vez. Su espada pasó sobre su cabeza girando al mismo tiempo que sus pies y golpeó de lleno el cuerpo de aquella sombra. Atravesando su torso hasta incrustarse por completo en él arrojándolo contra el suelo. Y sería justo en ese momento cuando Maruk se daría cuenta de algo terrible.
-Una armadura… -Murmuró al escuchar el tintineo del metal chocando contra el suelo a causa de su golpe. –No… ¡No puede ser!.
Los ojos de la máscara ni siquiera necesitaron ver el cadáver para saber lo que había pasado. El Leoran no llevaba armadura, lo sabía perfectamente y el resplandor de un nuevo rayo se lo confirmaría al mostrarle el destrozado cadáver de un caballero ensartado en su propia arma. Con varias flechas sobresaliendo de su coraza y aquella enorme hoja de metal hundida en su costado hasta casi el centro de su pecho.
Y entonces lo escuchó de nuevo. Un silbido en el viento, como el delicado siseo de una flauta que entonaba una nota distinta cada vez y ahora se acercaba desde su espalda. Maruk no se rindió todavía sin embargo, soltó la empuñadura de su arma consciente de que no tenía tiempo para desincrustarla y saltó rápidamente hacia atrás.
Entonces lo vio de cerca por primera vez. El Leoran falló el golpe y pasó justo frente al guardián, mirándolo sorprendido mientras su espada golpeaba la empuñadura del arma de Maruk en lugar de a éste y la separaba bruscamente de su hoja. Y esta vez el Harumar sí sería más rápido. Su puño de roca golpearía violentamente al Leoran rasgando su espalda con uno de las afiladas cuchillas que adornaban el guantelete y lo arrojó al suelo ganando unos preciosos segundos. Los justos para volver a sujetar su espada aferrándola directamente por la hoja y arrancarla del cadáver. Sin preocuparse ya por como el filo se hundía en su propia mano mientras la espada dejaba un rastro de vísceras y sangre tras de sí.
El Leoran también fue rápido. Apoyó ambas manos en el suelo como lo haría un felino, entrecerró uno de sus ojos a causa del dolor sintiendo como la sangre corría por su espalda y saltó hacia atrás impulsándose con pies y manos. Pero Maruk no estaba dispuesto a permitir que se alejase de nuevo.
Los pies del guerrero giraron junto a su espada trazando un nuevo corte justo al tiempo que el Leoran se ponía en pie. Su mano se tensó manteniendo la hoja a la altura de su cuello mientas volaba hacia su rival y sus rodillas se flexionaron para el siguiente movimiento anticipando ya un nuevo salto de su enemigo. Pero se equivocaba.
En lugar de huir, esta vez los ojos del Leoran se clavaron en la espada mientras se dirigía imparable hacia su cuello y fueron sus manos las que reaccionaron en lugar de sus piernas. Como si ya no solo estuviese luchando, sino probando a aquel ser de piedra la diferencia que existía entre ambos.
Ante la atónita mirada de Maruk el Leoran desenvainó ambas espadas en un rápido movimiento de sus brazos. Las dos hojas gemelas ascendieron entonando su música en sendos cortes verticales, golpearon el arma de Maruk justo antes de que alcanzase el cuello de su dueño y se inclinaron ligeramente hacia atrás. Actuando una vez más no como una pared, sino como un trampolín de acero por el que el mandoble de Maruk resbaló iluminando con sus chispas el rostro de su enemigo hasta pasar inofensivamente sobre su cabeza.
De nuevo las espadas regresaron a sus fundas cumplido su cometido. El Leoran se lanzó hacia delante, cruzó los brazos acariciando las empuñaduras con cada mano y Maruk ya solo pudo observarlo. Incapaz de reaccionar salvo por la forma en que sus ojos de cuarzo lo seguirían mientras las voces de las espadas regresaban al viento. Una de ellas centelleando justo frente a él para atravesar la resquebrajada armadura de su pecho, la otra para hacer lo mismo en su espalda apenas un segundo más tarde cuando el Leoran pasó a su lado girando sobre sus pies.
Aquello sería lo último que verían los ojos del Harumar. Su mente abrazó la oscuridad arropada por la melodía de las espadas y su cuerpo se desplomó frente al Leoran cayendo de rodillas. Demasiado orgulloso incluso en su muerte como para caer por completo ante su enemigo, como una estatua de la que la sangre manaba ya por decenas de lugares uniéndose ahora a unos extraños vapores.
El Leoran lo miró por un momento convencido ya de su muerte. Se acercó para arrancar las espadas de su cuerpo, las devolvió a sus fundas y se alejó de allí. Deteniéndose tan solo un momento para recoger la empuñadura rota del arma de Maruk antes de volver a las sombras. Como un fantasma salido de la jungla tras el que solo quedaban la muerte y un leve rastro de gotas de sangre.
Todavía faltaban dos presas por cobrar esa noche y ni la tormenta ni el dolor de su espalda impedirían que las alcanzase. Para él aquella jungla no era un enemigo como para los humanos, era su hogar y seguir el rastro de las dos jóvenes no era ningún problema. Tan solo debía dejarse guiar por la estela de ramas rotas y tallos aplastados que ambas habían dejado tras de sí en su huida.
Así sería como daría con la pequeña cueva en que las dos jóvenes habían elegido refugiarse. Y una vez allí comprobaría que no solo él había podido seguir fácilmente sus pasos, sino también varios cazadores de su misma raza. Lo que haría su carrera por la selva prácticamente inútil pues su presa, el segundo guardián al que había deseado enfrentarse, yacía ya en el suelo de la misma.
Aparentemente decepcionado, el Leoran arrojó al suelo la empuñadura de la espada de Maruk para alegría de sus compañeros y volvió su atención hacia el fondo de la cueva. Allí la otra joven aguardaba su destino temblando junto a la pared de roca, segura de que la muerte no tardaría en llegarle también a ella de manos de aquellos seres.
Pero las cosas no serían tan sencillas para Nyla. En lugar de matarla, el recién llegado dio una simple orden a sus compañeros en un idioma que ella no comprendía y estos se acercaron para cogerla. Algo que la joven trataría de evitar gritando aterrada mientras forcejeaba con ellos, pero que uno de ellos solucionaría rápidamente dejándola inconsciente de un golpe.
Con su trabajo ya hecho los tres cazadores salieron de la cueva y el asesino de Maruk se quedó junto al cuerpo de Nanouk. Todavía estaba viva y a él le correspondía rematarla, pero cuando se acercó a ella y le levantó la cabeza tirando de su pelo algo pareció sorprenderlo. Sus ojos temblaron totalmente desconcertados al encontrarse con la cara de Nanouk a través de la rendija que ahora dividía en dos su máscara y se apresuró a arrancársela. Como si jamás hubiese visto qué se ocultaba realmente tras los rostros de roca de aquellas armaduras.
Y cuando al fin lo hizo, sus ojos la miraron aún con mayor curiosidad al ver que, incluso su máscara, aquella criatura seguía sin ser humana. Pero tampoco era un monstruo de roca como había pensado y, al ver como la parte interior de la máscara comenzaba a hervir como sabía que pronto lo haría el resto de la armadura, tomó una rápida decisión.
Sujetó con una mano uno de los hombros de la joven apoyándola contra la pared, estiró el otro brazo extendiendo cuatro largas garras retráctiles y descargó un rápido golpe hacia su pecho.
Y en ese instante, justo cuando el puño del Leoran atravesaba la roca de la armadura… Nanouk despertó al fin de su pesadilla.
Pensé que el primer capítulo sería el más largo de todos... veo que me había equivocado XD

Sobre la trama decir, de momento, que me gusta bastante, hay acción en cada uno de los capítulos pero sin dejar de lado que vaya avanzando la historia, algo que sabes hacer muy bien ya que algo similar pasaba en "Lazos de sangre", lo que pasa es que siepre es más fácil llevar a dos personajes que a tantos como llevas ahora, espero que eso no se pierda en los demás y sigas incluyendo personajes en lugar de cargártelos como estás haciendo XD No, en serio, entiendo que deban ir muriendo algunos, pero como te digo, espero que la trama se vaya desarrollando con unos cuantos personajes, es más difícil de narrar pero por el contrario, al lector eso le gusta más por norma general, por lo menos a mí, que me gusta que la historia vaya coincidiendo con todos los personajes y cuantos más alla (sin saturarse) mejor.

Ahora una pequeña puntualización... en un foro básicamente de videojuegos, no crees que el tema de los guardianes y gente con "poderes" se puede asemejar mucho a cierto videojuego de una saga muy conocida ;)
Ya sé que esto no va a tener nada que ver a la larga, pero habiendo leido dos episodios, tienes que entender que me haga cierta similitud el subconsciente ;)

A ver si puedo seguir con los siguientes que me está gustando [oki]
Menos mal que has puesto algo Vadin!!!

Cragor y yo ya tabamos preocupados porque creiamos que nadie se habia leido la historia, o si lo habian hecho les habia parecido tan muermazo que a nadie le gustaba X-D.

Grachias por tus comentarios [amor] nos ayudan mucho a seguir adelante con esto [amor].

Y respecto a la trama... no tiene nada que ver con ningun videojuego X-D (O si? ¬_¬ )

En fin, que muchas grachias y espero que te gusten los siguientes X-D .
Hitsys... con lo que os odio tenía que leeros para poneros alguna pega :p XD

Nah, en serio, la historia me gusta, quizá, como siempre pasa con Crag, los capis son largos y eso echa para atrás a muchos, pero con algo más de tiempo se puede leer.

Lo malo es que hoy trabajo por la tarde y hasta las 10 no toy en casa, a ver si eta noche puedo leerme el siguiente para ponerlo a par... digooo... para decir lo que me gusta XD
vadin escribió:Ahora una pequeña puntualización... en un foro básicamente de videojuegos, no crees que el tema de los guardianes y gente con "poderes" se puede asemejar mucho a cierto videojuego de una saga muy conocida ;)
Ya sé que esto no va a tener nada que ver a la larga, pero habiendo leido dos episodios, tienes que entender que me haga cierta similitud el subconsciente ;)

A ver si puedo seguir con los siguientes que me está gustando [oki]


Joeeer, que sean guardianes no tien nada que ver con esoXD. No iba a llamar "asesinos" a los que protegen a los shamshirXD, nah, na que ver con lo que dices ya verás.
Bueno, a mi se me asemejaba más, también por el tema de que, a quien protegen, tienen poderes... pero ya me suponía que no iban por ahí los tiros ;)

PD: Si te inventas un nombre como shamshir te has podido inventar otro para los guardianes [poraki] XD... Aunque hablando de nombres, llega un momento en el que me lío un poco con algunos nombres (entre ciudades, personajes, razas, etc) espero que esto se me vaya pasando pronto y temrine teniendo las ideas más claras (en alguna ocasión he tenido que releer para poder saber con certeza a qué se refería) ;)
La raza entre las que eligen a los guardianes de los shamshir ya se llaman Harumar, poner otro nombre más sería rayante a más no poderXD.
bueno, ya leí el capitulo 2. En cuanto a las descripciones, creo que la del exterior de Thalan es demasiado extensa, sobre todo en comparación con lo poco que se dice del interior de la ciudad. Echo en falta una descripcion más detallada de los Leonar ^^

Me gusta como va la historia, aunq el final del capitulo 2....tanto para que al final sea una
pesadilla de Nanouk!!


por cierto, los nombres me parece que estan muy conseguidos, me gustan mucho :p

cuando saque tiempo leeré el 3


Saludos!
Gracias por leerte el capi Necane.

En cuanto a lo de la muralla que sea Cragor el que te conteste, al fin y al cabo es el quien esta escribiendo todo el relato.

Respecto a la descripcion de los Leoran y todo lo que pasa... sigue leyendo los siguientes capis... [360º] XD


[angelito]
Apasionante esta nueva historia. He disfrutado mucho con ella aunque sigues escribiendo tanto como siempre. La trama es muy sugerente con esa batalla entre especies, el transfondo social tambien tiene mucha atraccion con las castas y razas en esa ciudadela, muy bien presentado. Ademas de ese toque adulto del sexo como parte de la trama y no justificacion ni simple recurso.

Lo unico que me ha parecido exagerado son las descripciones de los edificios [ni los pilares de la tierra...] y los combates demasiado largos para mi gusto. Comprendo que quieras darles un buen tratamiento pero en este capitulo resultaba demasiado pesado leerlo.
La descripción del exterior de Thalan es muy extensa (pa que negarloXD) por un lado porque se me fue la pinzaXD, y por otro porque intenta presentar a Thalan como lo que es. No es solo una ciudad, es el punto de choque entre las dos razas y por eso se presenta más como un muro de piedra que como la ciudad en sí.

Sobre los Leoran y la pesadilla, espero que el siguiente aclare un poco las cosas.

Many asias a tos por leeroslo^ ^.
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