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Haze, un joven de un barrio popular de Sevilla, se está dando a conocer en su ciudad con canciones que critican por igual al Gobierno y a los chavales que eligen la violencia y las drogas como forma de vida.
Haze conoce bien a los “cani”, xenófobos que se creen superiores y atacan a cualquiera que vista o piense diferente
jovenes.
LA VANGUARDIA
La extrema violencia, la moto sobre una rueda, el frenazo, la ropa de marca, el pelo muy corto, el robo, la coca y el flamenquito son las señas de identidad del “cani”. Con ese nombre es conocido el fenómeno que domina el panorama de los chavales sevillanos. Los jóvenes tienen dos opciones, o se hacen “cani” como marca la pauta del chantaje y el miedo o adoptan su estética para pasar inadvertidos. El marchamo del “cani” dice que nace en la periferia, pero se extiende como una mancha de aceite también por los barrios “bien” de la ciudad. Gana terreno. Son xenófobos, se creen superiores y atacan a cualquiera que vista o piense de forma diferente. Imponen la ley del más fuerte a las puertas de los institutos, en las calles y en las gradas de los estadios de fútbol.
Raro es el joven que no ha sufrido en sus carnes una agresión o la amenaza de estas bandas que se mueven a bordo de scooters con el escape libre, con una mano en el manillar y una botella de cerveza en la otra, sin casco y sin atender señales de tráfico o las luces de los semáforos. Una parte de los “cani” acaba en el talego o en el cementerio por sobredosis. Otros pocos salen a flote después de años de batalla consigo mismos y con la justicia.
Rapero de barrio
Quien conoce bien a los “cani” es Haze, un rapero sevillano del barrio de los Pajaritos, cuyo éxito musical ha sobrepasado ya las fronteras del vecindario. A Haze (conocido en todo el barrio como “el Jase”) no le gusta el término “cani” por el tono peyorativo que conlleva. Pero él mismo lo utiliza en algunas de las canciones de su disco. El origen del término se desconoce, aunque bien podría proceder de “canijo”.
Haze es ya un personaje en los Pajaritos. El secreto de su éxito musical y popular es haber metido en el cóctel de sus canciones rap estribillos flamencos y letras que critican por igual al Gobierno y a los chavales que eligen la violencia, el robo y las drogas como forma de vida. De su tercera maqueta con ocho temas ha editado y vendido él solito 1.600 copias, pero esta semana graba para Universal Music un maxisingle que saldrá el mes que viene con el título de “Crónicas del barrio. Continuará...”. Contiene su canción más conocida, “El Bola”, historia de uno de sus amigos de la infancia. A raíz de esa canción, otros “personajes” tempestuosos del barrio lo han buscado para que componga temas que narren sus fechorías. Haze no se niega y aprovecha para concluir sus historias con moraleja.
El estribillo del rap dedicado a “el Bola”, con coro flamenquito, reprocha a su amigo: “¿Por qué siempre estás robando/ tú no comprendes que eso no es bueno/ ay que tú solito te estás metiendo en el infierno/ por qué no despiertas y dejas a un lado el sufrimiento/ por qué tú no te das cuenta de que esta ‘vía’ dura ‘mu’ poco/ y que la malgastas poquito a poco/ y entre cuatro paredes, ay compañero, te vuelves loco”. Esos estribillos aflamencados son la llave que le abre de par en par las puertas de los “cani”. El rap a secas entra en esos ambientes, pero arrasa si va acompañado con acordes locales. Es el número uno en los radiocasetes del talego, en los correccionales y en los carros con graves potentes, dale voz, que recorren las calles.
Haze vive con sus padres y tres hermanos –seis personas– en un piso de 45 metros cuadrados del Patronato de Casas Baratas de los Pajaritos, un entorno que, en su opinión, influye pero no determina. “La música es mi desahogo, mi forma de expresión y me permite además influir en mi gente”, resume Haze. El barrio le enseñó a moverse por la vida, empezó a probarlo todo como sus amigos, pero él supo a tiempo que la droga y la “varilla” no era su modo de vida. Añade: “Los míos no me acusan de pureta, sino que me dicen ‘olé tus huevos’, porque ellos saben distinguir perfectamente entre el bien y el mal, lo que pasa es que les resulta más fácil escudarse en la presión del grupo que elegir su propio camino”. Dice que le respetan “porque en el barrio no me dejo pisar por nadie”.
Con 25 años, Haze se ha convertido ya el trovador de la periferia sevillana. Los “cani” tienen quien les escriba un rap. Él lo tiene claro: “En este ambiente, lo más alto del prestigio lo ocupa quien haya matado o quien le importe menos jugarse la vida en una pelea”. Cuantos más “palos” ha dado un chaval, mejor considerado está entre los suyos. Cada robo es una muesca en la cacha de la navaja.
El rapero es categórico al augurar para los barrios un futuro de pistolas al más puro estilo norteamericano. El Bronx en los Pajaritos, las Candelarias, Torreblanca, las Tres Mil Viviendas, Santa Aurelia, la Barzola, Su Eminencia, Polígono Norte, la Oliva, el Cerro, el Trébol, Palmete... “Copiamos todo lo que viene de Estados Unidos y la violencia extrema está llegando ya”. Violencia que los chavales utilizan “porque es la única vía que encuentran para destacar sobre la masa”, indica Haze.
El rapero de los Pajaritos ha cogido el camino de la música para explicar a los suyos que se equivocan, que por ahí andan perdidos y hacen el tonto. “Ellos acostumbran a oír, no escuchar.” Una cosa es poner el radiocasete del coche a todo volumen y otra muy distinta escuchar las canciones. Pero Haze cree que alguno tomará nota de sus consejos. Si uno de cada cien le sigue, “puta madre”.
Dedicada a un amigo
Él recoge historias como la del Case, un amigo íntimo de la infancia que está en la prisión de Huelva. Llegó a acumular más de 60 causas abiertas en los tribunales por asalto, consumo de drogas, robo con violencia, peleas... Como regalo de Reyes, Haze le compuso y le envió a la cárcel un rap cuyo estribillo dice: “T'has buscado una ruina/ y no encuentras la salida/ en ese laberinto de rejas y heroína./ T'has buscado una ruina/ y tarde te imaginas/ la penitencia que sufren tu mama y tu niña”.
Dice Haze que “son rebeldes sin causa porque no han tenido ni una infancia difícil ni un presente sombrío. La misma infancia que yo, criados en un barrio obrero. Ni están contra el sistema porque de política no entienden, ni tienen necesidades económicas, así que se guían sólo por la moto, el coche, la droga y la ropa de marca”. La vida fácil y el recurso a los puños. El resultado es que en el barrio imponen su ley y los otros jóvenes tienen coartada hasta su libertad al vestir. “Aquí lo tendría crudo un chaval que quisiera vestir de hippie, dejarse la coleta o expresar que es homosexual. Al diferente se le machaca.” Living los Pájaros, living la vida loca, los Pajaritos territorio “cani”.