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La puerta reventó tras el violento golpe del ariete improvisado con un armario. Los soldados entraron en la habitación armas en ristre y tras unos segundos comprobaron que su único inquilino estaba desarmado. El oficial elevó la mano y los soldados marcharon a formar en el pasillo.
El hombre no se había movido de la silla, esperaba impasible con su recargado uniforme, lleno de estrellas. Sobre la mesa descansaban varias botellas de fino licor, vació en una copa su contenido y se la ofreció al oficial.
-Bebe conmigo, tranquilo, no hay veneno alguno… no estropearía una bebida tan maravillosa de esa estúpida forma…
El oficial aceptó la copa pero la mantuvo en la mano. Fue a hablar pero el hombre le mandó callar con un gesto y una sonrisa.
-Lo sé, lo sé… le ha tocado a usted ¿verdad?; no se preocupe, pero le recomiendo que tenga cuidado, cuando haya cumplido su papel, si los planes se tuercen, pueden usarle como cabeza de turco… tenga cuidado unos meses y si ve problemas huya con su familia, a un país del eje… le recibirán como a un héroe –se sirvió otra copa-. He visto algo en la televisión… parece que el movimiento popular ha sido intenso, nunca pensé que llegaría a tanto… han superado mis expectativas…
Con un gemido de cansancio, se levantó de la silla y caminó hacia la ventana, desde donde se podía observar la multitud cargando contra el palacio y destrozando todo símbolo de su gobierno.
-Os esperan momentos duros pero… os recuperareis. Mi obra se habrá completado y este país será lo que merece ser… -rió divertido al ver el rostro del oficial-. Se lo contaré, necesito hacerlo… ¿tenemos algo de tiempo?... bueno… mi historia es corta. Usted piensa que me llamo Jasan Carmen y que fui militar toda mi vida, hasta que di el golpe de estado en el 75. Pero eso no es cierto… realmente tengo otro nombre, y no fue hasta los 30 años que entré en el ejército con el grado de teniente, gracias a favores que me debían. No, yo era humanista, un joven político que deseaba cambiar este país, llevarlo a la modernidad,… ¿Y qué me encontré? Corrupción, sobornos… un país gobernado por una minoría al borde de la guerra civil por defender sus intereses hereditarios. Por ello inicié mi plan… por ello me convertí en un dictador, el pueblo sólo aprendería a base de opresión a disfrutar de su libertad, ¿querían ser sometidos? ¿Qué alguien eligiese por ellos? ¡Se lo daría hasta el punto que este país no pudiese soportar jamás un dictador de nuevo!…
El oficial pareció consternado e indicó con la mano que no le creía.
- No me crees, lo entiendo… hicimos un buen trabajo con los medios. ¿Pero cuántos murieron bajo mi mandato?... ¿por orden mía? Yo se lo diré, ninguno. Muchos fueron reportados a otros países, otros fueron enviados a pueblos escondidos, donde fundaron nuevas familias. Sí… admito mi culpa, era necesario… era necesario que el pueblo se uniese contra mí. Ahora es fuerte, las arcas del tesoro están llenas, la riqueza está distribuida y no existe una clase parásita que se oculte bajo títulos… tenemos poco que ofrecer en tecnología, pero los jóvenes tienen los conocimientos para comerse el mundo, nuestros bosques están intactos y nuestras ciudades se convertirán en unos años en un paraíso turístico… solo pueden florecer… están condenados a ser una gran nación.
Dejó pasar unos segundos y se giró hacia el oficial.
-¿Será aquí o debe llevarme a otro lugar? -vio al oficial amartillar su arma y asintió a la respuesta-. Entiendo, guarde el secreto de lo que he dicho… si ama a este país, permítales odiarme. Asegúrese de que ven mi cuerpo… cuélguenlo de una estatua, no me importa. Que no quede duda de que he muerto… quizás algún día la historia pueda perdonarme… solo me arrepiento de no haber podido formar una familia, pero sabía desde el primer día que este plan acabaría en este momento… Cumpla su deber, soldado.
El oficial se cuadró ante su dictador y le saludó marcialmente, con una lágrima cruzando su rostro. Alzó el arma y disparó contra su sien; al fondo, el populoso grito de una revolución que sólo acababa de empezar.