El Cuarto De Juegos

La muñeca de porcelana se columpió largo rato en el diminuto columpio de juguete, formado realmente por dos pinzas chinas de esas para coger el arroz y un hilo enganchado en el mango de un vulgar paraguas, hasta que le pegó sed. Así aproveché la ocasión para adentrarme con la ayuda de mi mente en su cuarto de juegos para permanecer por un momento en su peculiar mundo.
Si nos acercamos a la ventana semiborrada que alguien dibujó en ese cuarto de juegos podemos observar un precioso paisaje liderado por unas nubes gigantescas y unas montañas con un color verde muy profundo. Y si forzamos un poco la vista, hasta un globo aerostático que ya habrá desaparecido en el cielo cuando te vayas a asomar tú.
El techo de la habitación estaba básicamente formado por las enormes tapas de un libro, y las grandiosas hojas que lo poblaban en su día son usadas por la muñeca para prenderlas fuego en la chimenea en los frios dias de invierno.
Es una lástima que algunos de los juguetes y varios cuadros de la habitación estén aún a medias o faltos por colorear, pues da una sensación de agobio con ese blanco profundo que predomina actualmente aquí. Lo más gracioso de toda esta situación es que soy del tamaño de un gnomo y que debería esconderme dentro un zapato si notase la presencia de la muñeca, que seguramente me recriminaría mi falta de respeto por apropiarme durante un instante de su querido habitáculo.
Me pasaría horas y horas resbalando una y otra vez en los punteros de esos rotuladores de colores; introducirme por aquel agujerito en la pared para ver como es el interior de una cuevecilla de ratones; describiendo detalladamente cada cosa que alcanza mi vista; haciendo ruidos en un rincón y ver la cara de susto de la muñeca, pero lo dejaré para otra ocasión. Esto solo ha sido un pequeño fragmento de imaginación que se ha desprendido fugazmente de los otros. Algo parecido a ese sueño, del cual solo recuerdas un instante o un breve momento concreto.