Había una vez un rey en un pequeño país, con un reino lleno de viñedos donde todos sus súbditos se dedicaban a la fabricación de vino.
Exportaban a otros países y las 15.000 familias que habitaban este reino ganaban suficiente dinero como para vivir bastante bien, pagar los impuestos y permitirse algunos lujos.
El Rey llevaba varios años estudiando las finanzas del reino. El monarca era justo y comprensivo, y no le gustaba “la sensación de tocar los bolsillos de sus habitantes”. El rey estudiaba la posibilidad de rebajar o eliminar los impuestos.
Un día tuvo la gran idea. El rey decidió abolir los impuestos, pero como única contribución para solventar los gastos del estado, el Rey pediría a cada uno de sus súbditos que una vez por año, en la época en que se envasaran los vinos, se acercaran a los jardines del palacio con una jarra de un litro del mejor de su cosecha, lo vaciarían en un gran tonel que se construiría para ese fin y estaría listo para esa fecha.
De la venta de esos 15.000 litros de vino se obtendría el dinero necesario para el presupuesto de la corona, los gastos de salud y educación del pueblo. La noticia corrió rápidamente por el reino en bandos y pegada de carteles en las principales calles de las ciudades. La alegría de la gente fue indescriptible.
Y por fin llegó el día de la contribución. Desde temprano, empezaron a llegar de todo el reino las familias enteras con su jarra. Uno por uno subía la larga escalera hasta el tope del enorme tonel real, vertía su jarra y bajaba por otra escalera al pie de la cual, el tesorero del reino colocaba en la solapa de cada campesino, un escudo con el sello del rey.
Entonces uno de los aldeanos tuvo una genial idea: Llenaría la jarra de agua. ¿Quien iba a notar un litro de agua dentro de 15.000 litros de vino? Se puso manos a la obra, llenó la jarra de agua y la vertió con normalidad en el barril.
Al caer el sol, el rey salió para agradecer al pueblo su colaboración. Se sirvió una copa, la levantó con jubilo... Y entonces se dio cuenta que estaba llena de agua.
Fue a abrir el barril y se dio cuenta que estaba totalmente lleno de agua.
El plan del aldeano hubiera funcionado si no fuera porque TODOS HABIAN PENSADO LO MISMO.