El destino del soldado
El severo rostro quedaba suspendido en el aire a varias veces su tamaño real. En la sala se respiraba un aire marcial y aséptico que se reflejaba en los rostros de los inmóviles soldados.
-Señor, órdenes recibidas, mi almirante; pero no entiendo el propósito táctico de... -dijo el oficial de capa púrpura hacia el holograma.
-Usted no debe entender nada, sus órdenes son llevar las naves a su mando al punto señalado y esperar allí instrucciones. ¡Cúmplalas como es su deber! -restalló el superior antes de cortar bruscamente la conexión.
Los soldados se cuadraron y sus miradas quedaron varios segundos dirigidas hacia el espacio vacío donde segundos antes flotaba la cabeza del almirante, aún en posición de saludo marcial hasta que con un corte siseo el aparato se desconecto completamente y las luces regresaron a su estado normal.
Con un suspiro dejaron de fingir y bajaron sus manos dirigiéndose informales miradas.
-¿Enviad la Omega y la Épsilon al distrito militar de Marte? -preguntó el oficial táctico bastante desconcertado-, ¿y mandarnos a nosotros al cinturón de Genemos?... ¡no tiene lógica alguna!
-Cumpliremos las órdenes por ahora, sería demasiado arriesgado cambiar nuestro plan a estas alturas… -el capitán se quitó la gorra y la dejó sobre la silla caminando hacia el pasillo; el oficial táctico le siguió a un gesto de éste, colocándose a su lado-. Even ¿afecta mucho esto a nuestro plan?
El oficial meditó la pregunta alzando el mentón pensativo.
-No especialmente, las dos naves que nos piden fueron las unidades de refuerzo en la campaña de la nube de Carion, sólo dos de sus oficiales pertenecen a nuestro movimiento... -contabilizó- el resto aún conservan la impronta de comportamiento marcada a sangre en sus mentes, esperábamos despertarles a la verdad durante la misma operación…
Tras atravesar dos puertas más llegaron a uno de los grandes pasillos de la nave; se habían plantado semillas hidropónicas en cestos colgantes y varias paredes presentaban simbólicas representaciones de obras clásicas realizadas por manos ingenuas en el arte pictórico. Los dos oficiales cambiaron su caminar, habían dejado atrás la marcialidad y respiraban la libertad que había brotado entre las frías paredes. Ninguno de los soldados con los que se cruzaban llevaban insignia alguna y muchos se habían desprovisto de sus camisas o las llevaba en simbólicos turbantes.
-Continuar con esta farsa me pone enfermo... ¡Sólo un poco más y seremos libres para siempre! -gritó el capitán, exultante-. Hemos pasado por mucho Even... hemos callado y fingido seguir siendo sus leales marionetas durante demasiado tiempo –posó su mano en el hombro del otro-. Quiero liberarles a todos, mostrarles todo lo que se les ha negado...
-Lo harás Leónidas, creemos en ti -le apoyó Even apretando su mano-. Debemos esperar pacientes al próximo reaprovisionamiento... con las naves llenas de víveres y combustible podremos escapar a un sistema inexplorado, lejos de sus sangrientas guerras y las órdenes suicidas, allá donde podamos ser auténticos seres humanos... tú nos lo mostraste. Leónidas…. Te seguiremos haya donde vayas…
De camino a su cuarto, Leónidas recibió innumerables saludos e invitaciones para compartir comida o conversación, rechazándolas cordialmente para tumbarse en el colchón y rememorar todo lo que les había llevado a esa situación que años atrás había creído más que imposible.
Los bombardeos habían resultado aterradores incluso para los soldados más veteranos, durante más de tres meses en la campaña militar para poner fin la sublevación de un planeta rebelde los nativos habían devuelto el fuego más tenazmente de lo esperado por Inteligencia, gracias un eficaz contrabando con los enemigos del imperios, que les habían surtido de gran cantidad de armamento antes del bloqueo planetario. Leónidas veía morir a sus soldados uno tras otro; entrenado desde su nacimiento para ser el perfecto soldado, no se había permitido sentir emociones en toda su vida… hasta ese largo día bajo el mortal fuego de la artillería rebelde, aquella noche en que vio a todos sus hombres morir despedazados por el fuego.
No, no volvió a ser el mismo después de esa noche. Leónidas tenía un nuevo deseo por vivir, un deseo por conocerse a si mismo, de darle un significado a una vida de reglas, ordenes y muerte... Frustrado por la escasa información que existía en las naves, poco mas que informes tecnicos y manuales, debió esperar a la siguiente operación de represión en un nuevo planeta, donde sustrajo sin dificultad escondiéndolos bajo su armadura, numerosos libros de una biblioteca derruida. Los devoró una y otra vez como un hambriento al que se le presentaba un festín; cualquier erudito hubiera encontrado esas novelas y tesis poco mas que insulsas, pero para Leonidas eran un grial de conocimiento humano. Con el pasar del tiempo su mente saltó fuera de los rígidos cauces militares y en un arriesgado intento compartió sus preocupaciones con sus oficiales de más estima. Descubrió con agrado que recibían sus palabras con atención y éstas despertaban en sus ojos una chispa de emoción y sentimiento. Destacó que los soldados con más años de servicio entendían mejor sus palabras, resultó evidente entonces la existencia de una programación mental en los jóvenes, que se iba diluyendo con los años según eran añejados de la academia. Este dato redobló sus esfuerzos por la liberación, al comprender los invisibles grilletes que siempre habían cargado.
No actuaron a la ligera, durante dos años extendieron el conocimiento entre soldados y oficiales escogidos cuidadosamente. Nacidos para luchar, no conocían nada más y a muchos el pensar por sí mismos en conceptos mas alla del campo de batalla les resultaba aterrador, pero lo lograron. Siguieron cumpliendo las órdenes y realizaron infinitos ataques y asaltos en los más lejanos rincones de la galaxia, pero aunque matar, como soldados era necesario, trataban de no exterminar las poblaciones y de ocultar y ayudar a los supervivientes allá donde pudiesen vivir a salvo. A medida que podían encubrir mejor sus acciones, al aumentar el número de miembros del movimiento, lograban en sus misiones conseguir numerosas muestras culturales, libros e incluso música y pintura, obras que disfrutaban con verdadera atención en concurridas reuniones.
Los trazos de DaVinci les mantuvieron días embelesados ante las copias de las obras, pero el verdadero culmine llego con las sinfonías de Beethoven, cuya música única logró arrancar lágrimas a los soldados y postrarles en el suelo desconcertados y agradecidos.
Leónidas se revolvió inquieto en la cama, no entendía las nuevas órdenes, según el plan previsto su flota debía volver a la Tierra para ser reaprovisionada e incluso le habían ofrecido sustituir varias de sus naves más antiguas por modernas fragatas de sub-espacio; era el momento en que habían planeado la sublevación y escapar lejos de su control.
“¿Por qué enviarnos a un rincón tan lejano? ¿Podían haber descubierto nuestro plan?” Ese único pensamiento le impidió conciliar el sueño esa noche.
Tras la llegada al destino no recibieron orden alguna, pasaron los días atentos a las señales. Las dos fragatas se habían separado de la flota hacia días y posiblemente habían llegado ya a su destino, pero el Alto Mando no respondía sus llamadas. Leónidas ordenó a una nave saltar hacia la estación más cercana para pedir información sobre el posible malfuncionamiento de su sistema de comunicación.
La nave nunca partió, todos los motores de salto, sin importar la nave, estaban muertos. La mecánica de estos motores era de una ciencia tan compleja que los técnicos solo conocían sus formas generales y lo necesario para llevar a cabo su mantenimiento. Ninguno de sus intentos logró volver a ponerlos en marcha.
-La situación no es nada buena Leonidas, sin motores de salto tardaríamos tres años en llegar a la estación mas cercana a velocidad normal, pero tenemos comida para apenas un año y aun menos combustible... -sentenció Even con las manos sobre su rostro-. ¿Cómo se enteraron?... No lo entiendo Leónidas... Lo teníamos tan bien preparado, habíamos tomado tantas precauciones… aun así… abandonarnos sin ni siquiera un juicio marcial…- su voz se quebró-
-No sirve de nada lamentarse Even, serénate y que los hombres te vean seguro de ti mismo. Necesitan apoyarse en sus oficiales, en estos momentos más que nunca -sentenció el capitán-. Si perdemos la calma no habrá esperanza.
Even enjugó sus lágrimas y se marchó mientras Leónidas repasaba por enésima vez los informes que tenía sobre mesa. Una sospecha brillaba en su mente, pero no podía decírselo a Even, en verdad a nadie. era una sospecha de la verdad, una verdad demasiado cruel para ser revelada. Todo encajaba en un plan maestro, ahora entendía por qué existían tan pocos soldados de su edad y por qué habían ordenado la vuelta de las dos modernas naves.
No… el Alto Mando no había descubierto su plan... esto había sido para ellos pura rutina, pues únicamente se habían desprendido del material antiguo y estropeado… dejándolo abandonado en un rincón de la galaxia… nada mas…
P.D. Espero que os gustase, ^^ intento mejorar mi narrativa "seria". Ya estoy en casa despues de la operación de Fistula y bueno... tengo muuuuucho tiempo ahora para escribir en la cama