El Ermitaño

Estas letras surgen a raiz de la lectura del relato de Galeyla No mires atrás y de el de Sospe Por la mañana.

Y también como ida de olla, sin más, por lo que si no le encuentras sentido alguno, puede que no tenga :)


El Ermitaño

Esteban es un hombre normal, de mediana edad, de mediana calva y enteras ojeras, bastante delgado, incluso mucho. Su trabajo no le ha permitido nunca llevar una vida normal, los continuos cambios de turno le han desecho la relación con la sociedad y en este momento de la vida ya empieza a pasarle factura, factura que como a su padre, será cobrada por un ataque al corazón, lo sabe, los médicos también. Tal vez por eso haya elegido una vida casi monótona.

Esta mañana es como cualquiera de la de los otros veinte años, se ha levantado solo, se ha vestido con lo primero que ha encontrado en el suelo, ha buscado un cartón de leche en el frigorífico que no oliera demasiado mal, sin haberlo encontrado toma un vaso medio limpio y se ha preparado un café largo con los posos que ya había. La amargura de toda Colombia le ha despertado la garganta, pero no su vida. Tras un rápido aseo se ha dirigido al trabajo.

Lleva en este hotel muchos años, ya nada es como cuando empezó, lleno de motivación y alegría, lo único que no ha cambiado es su necesidad de dinero y el tono grisáceo de su alma. Tras los intercambios de buenos días con sus compañeros ha subido a la conserjería para recibir la orden del día. Es jefe de electricistas en uno de los hoteles de más prestigio de su ciudad. El prestigio queda de cara a los clientes, atravesar la puerta que para estos supone “el hotel” lleva a lo que más parecen catacumbas que otra cosa, pasillos sucios con baldosas rotas y un dulzón olor a podredumbre que se te pega en la piel y te acompaña hasta después de la ducha.

Entre las órdenes del día, subrayada, figura visitar la 565, la “Domus”, una pequeña suite muy ligeramente ambientada en lujo romano. El conserje le pide especial atención en esa habitación, según parece durante la noche, el cliente de la habitación contigua ha llamado varias veces a recepción quejándose de ruidos y otras molestias, molestias que el conserje ha resumido al técnico con media sonrisa y un guiño, sonrisa que Esteban intenta devolver sin éxito. En la descripción del aviso figura la 565 como “565- Revisar electricidad”, pero como tantas otras veces, lo que realmente le piden es que vaya a echar un vistazo por encima, hay clientes que vacían el minibar y no lo declaran. Molesto por ser encargado de una función que deberían hacer las gobernantas, sale de la conserjería. Mucho lujo y poco personal, trabajo gris.

Con la rutina de cada día, toma su recargado walkie-talkie y se dirige hacia el ascensor de personal, hasta la quinta, allí devuelve sin ganas el saludo de las camareras de piso que se le cruzan, aunque la mayoría ya ni le miran, no se hace querer, sabe que a sus espaldas le llaman “el ermitaño” y está seguro de que no es un mote cariñoso.

Avanza con la mirada perdida siguiendo los dibujos de la alfombra que tapa todo el pasillo de la planta, le llama la atención un delicioso olor a perfume de mujer, no diría que de los caros, pero sí de los que no se olvidan, alguna otra vez ha olido ese perfume, pero no sabría decir donde, ni cuando, es un perfume que calificaría de erótico, desde luego es un olor que perdura, medio sonríe al pensar que no había suficiente ventilación en esos pasillos, de hecho no hay ninguna; podría encender un fósforo y olerlo durante toda la semana.

Al pasar junto a los ascensores de los clientes, un joven irrumpe en su camino tropezando con él, hasta tal punto que a Esteban se le caen algunas herramientas de sus bolsillos, el haberse sujetado en la pared del pasillo ha evitado que cayera al suelo. El joven, bastante arreglado y con la cara casi sudorosa le ha tendido con prisa la mano sin mirarle, él miraba fijamente al ascensor, tras pedirle perdón ha salido corriendo escaleras abajo.

Ya frente a la puerta 565 y tras los obligados golpes en la misma pidiendo permiso, entreabre la puerta que da al salón lo suficiente para que le oigan vocear el también obligado “¿se puede?”. Tras esperar unos segundos sin respuesta, abre la puerta y siente el mismo embriagador perfume que le trae el pensamiento de erotismo; avanza tranquilamente hasta el centro del salón. Se le escapa la sonrisa que debió devolver al conserje, entendiéndola ahora junto al guiño, aquello que contempla ha debido ser una juerga de adolescentes, o eso, o ha habido una estampida de elefantes. Hay varias botellas de bourbon volcadas por el salón y un par junto a la mesa de cristal, cerca de varios botellines de coca cola light vacíos, bajo sus pies nota el chapoteo de esos pegajosos líquidos derramados. En la mesa de cristal hay resto de polvo blanco, parece haber sido limpiado con premura y casi al borde de esta hay como una especie de dosificador. Avanza unos pasos y descubre sobre el sofá algo de ropa interior femenina desordenada, escamado, vuelve a preguntar en alto si hay alguien, también sin respuesta.

Por el suelo hay varios condones usados, hay algo que parece una pequeña mancha de sangre bajo algunos de ellos, le repugna. Ese persistente olor a perfume con esa imagen le ha revuelto el estómago lo suficiente que echaría el desayuno de haberlo tomado. Algo de bilis le llega a los labios y rápidamente se encamina hacia el baño del dormitorio a pegar un trago de agua.

Al abrir las puertas dobles que separa el salón de la habitación, queda paralizado, entre el desorden encuentra sobre la cama una mujer desnuda boca abajo, el pelo cae sobre su cara y sólo deja ver los ojos abiertos, vacíos, atravesando los suyos. El sobresalto que le provoca esa mirada le hace temblar y retorcer su estómago una vez más, entre mareos y sujetándose más arcadas, intenta relajarse y busca algo con que apartar el cabello de la cara de la chica, toma un destornillador de su bolsillo izquierdo y le despeja el pelo, ojalá esté dormida, siente flojera en sus piernas cuando descubre un hilillo de sangre saliendo de su boca, hasta haber casi empapado la almohada sobre la que descansaba la cabeza, tiñéndola de carmesí. Asustado, se separa de la cama e intenta huir de nada, escapar de algo, el perenne tono gris de su cara ha cambiado a un blanco amarillento sólo coloreado por sus dilatados ojos negros inyectados en sangre.

Siente un hormigueo en su brazo que le hace apretar el destornillador y sale atropelladamente de la habitación hasta el pasillo, topándose con una camarera a la que congela su sorprendida sonrisa con su mirada de miedo. Esta baja sus ojos hasta el destornillador ensangrentado que empuña “el ermitaño” y sólo puede gritar mientras ve alejarse al jefe de mantenimiento dando tumbos por el pasillo, donde se desploma arrodillado, sujetándose a la pared. Víctima de un ataque al corazón. Como su padre.
Menudo final, la leche!!!


Podeis poner el liston más alto porfavor :-O?

Es que hoy me veo con ganas de hacer el ridículo [tadoramo]

Ains no sabía yo donde me metía... XD

Gad
Es una historia genial pero mentiria si no dijera que me ha dejado
preocupado, soy electricista y en mi trabajo espero no encontrarme nunca en una situacion asi.
Plas, Plas, Plas [tadoramo]

Muy bueno, pobre ermitaño jeje

Soís unas putas máquinas ... [666]

Seguid así, me gusta.. me gusta.


Un buena historia relatada por 3 personas, ingenioso, muy ingenioso,... quiero saber el final ....plissss

Rafagas
Sammocz escribió:Es una historia genial pero mentiria si no dijera que me ha dejado
preocupado, soy electricista y en mi trabajo espero no encontrarme nunca en una situacion asi.

Sammocz, te recomendaría que si eres propenso a problemas de corazón no apartases con un destornillador el cabello de una fiambre. [sonrisa] [sonrisa]

Gracias por las críticas ;)
4 respuestas