Hoy estoi filosófico y algo apesadumbrado. No me he quitao de la cabeza lo de Bolgar. Jo, si es que es el capitulo para presentar a Bolgar y no lo consigo es grave xD
Weno, aquí dejo un arreglo y la conversación planteada antes. Aver si mejora algo y conoces un poco mejor a Bolgar.
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Bolgar se despertó pronto, y se encontró tumbado en la cama de su habitación totalmente vestido. Durante unos instantes le costó recordar qué había pasado, pero su memoria no alcanzaba más allá de la ducha. Se levó la mano a la cabeza y descubrió en ella un enorme chichón. ¿Cuándo se había caído? No lo recordaba. Se incorporó y se dirigió a la ventana. El cielo estaba teñido de rojo, y eso extrañó al hombre.
Abrió la ventana y un aire templado le acarició la cara. Era un aire amasado por el día, por el sol. Era por la tarde. ¿Cuánto tiempo había estado en cama? Quizá toda la tarde. Pero así no iba a descubrirlo, así que se calzó las botas y bajó a la posada para encontrarse con tía Berna. Ella le podría decir qué le había ocurrido, o eso esperaba.
Conforme bajaba por las escaleras, un olor a comida le llegó hasta su nariz. Aquello parecía sabroso. Era algo con pollo, seguro. Bolgar aceleró la bajada y cuando llegó al piso inferior descubrió qué era o que emanaba aquel olor embriagador. La cena estaba servida.
Cenaron todos juntos sin más incidentes, pues Bolgar acabó olvidándose de las preguntas que necesitaba hacerle a su tía, pero ésta le dirigía continuas miradas inquietas.
MODIFICADO A PARTIR DE AQUÍ
Conforme bajaba por las escaleras, un olor a comida le llegó hasta su nariz. Aquello parecía sabroso. Era algo con pollo, seguro. Bolgar aceleró la bajada y cuando llegó al piso inferior descubrió qué era o que emanaba aquel olor embriagador. La cena estaba servida.
Cenaron todos juntos, en una mesa apartada de las demás, sin más incidentes, pues Bolgar acabó olvidándose de las preguntas que necesitaba hacerle a su tía, pero ésta le dirigía continuas miradas inquietas. Galdian comía felizmente sentado charlando tranquilamente con Halan, el marido de la que fuese cuidadota de Bolgar.
Al terminar la cena, la mujer y su esposo comenzaron a recoger las cosas ayudados por los invitados a la mesa y dejaron que los empleados se encargasen de limpiarlo. Era una noche tranquila y apacible y aprovecharon para hablar cómodamente en la pequeña azotea del edificio. Sin embargo Bolgar apenas participó en la conversación. Tan sólo lo hizo cuando se le preguntaba expresamente sobre algún tema, pero sus respuestas eran muy escuetas.
Bolgar estaba preocupado. No lo iba a admitir, pues él era seguro de sí mismo, pero Karib llevaba mucho tiempo sin aparecer. Había muchas preguntas que rondaban su cabeza, y ninguna tenía respuesta. Quién sería la acompañante de Obitah., o cómo había conseguido el muchacho escapar del rastreo de las sombras. Suspiró. Demasiados interrogantes para una misión a primeras tan simple y a la vez tan complicada. Otra pregunta que rondaba su cabeza era cómo habían avanzado tan rápidamente él y Galdian. Apenas habían tardado tres días y poco más en llegar a Musso, cuando la distancia real es de casi una semana.
Estaba sumido en sus pensamientos observando a Luna, aún casi llena cuando Galdian se levantó y se despidió para irse a dormir. Halan hizo lo mismo, pero su tía Berna decidió quedarse un poco más con Bolgar. Le estuvo observando durante todo el tiempo, y sabía que algo le pasaba. Conocía lo suficiente a Bolgar como para ignorar sus problemas.
- ¿Qué es lo que te preocupa, cariño? – dijo la mujer cuando se hubieron marchado los demás.
- Son cosas mías, tía. No te preocupes.
- No puedo dejar de preocuparme cuando mi niño está de esta manera – intentó animar al guerrero tratándolo como a un niño chico y sonriendo un poco.
- Pues vas a tener que hacerlo – cortó secamente Bolgar mientras se levantó de la silla y se dirigió al interior de la posada.
- Detente, Bolgar – el hombre obedeció sin rechistar -. Ya sé que no eres un niño pequeño, pero aún así eres mi niño. Por favor, no me des la espalda – su tono era muy triste, pero en su cara no se reflejaba eso. Lentamente se levantó y fue junto a Bolgar, que se encontraba detenido en las escaleras de bajada de la terraza -.Te quiero, Bolgar – continuó -, y por eso me duele verte así. Hace tiempo que no puedes permanecer en tu casa más de una semana y te echo mucho de menos. Me… me siento inútil al verte así y no poder hacer nada, pero ¡no puedo hacerlo si tú no me dejas! – unas lágrimas brotaron de los ojos de la mujer que volvió a sentarse en su silla.
Bolgar no sabía cómo reaccionar. Quería enormemente a tía Berna, pero sus problemas no tenían nada que ver con ella. Quería besarla y tranquilizarla, pero por alguna razón, seguía de pie, delante de las escaleras, de espaldas a la mujer. Ella continuó hablando con voz entrecortada.
- Esta tarde, en el baño, has vuelto a … soñar con ella. No puedes olvidarla, ¿verdad? – el guerrero guardó un silencio molesto, pero Berna prosiguió -. Bolgar, han pasado ya mucho tiempo de aquello y aún te sigues culpando. No puedes vivir así.
- Fue culpa mía, tía.
- No, Bolgar. Tú no pudiste hacer nada más. Ella…. No querría verte así.
- Pero ella no puede hacer nada ahora por eso – respondió dando un paso hacia delante para marcharse.
- ¿Mañana te irás? – suspiró.
- Sí.
- Entonces acuéstate, cariño, tienes que descansar.
- Tía, yo …
- No te preocupes. Si debes hacerlo, así será.
- Tía… te quiero mucho. Y siempre te querré – susurró Bolgar para que no le oyese, pero ella sí le escuchó, y a pesar de su tristeza, sonrió.
Mientras bajaba las escaleras un sonido agudo le indicó a Bolgar la proximidad de uno de los seres que creó para buscar a Karib. ¿Lo habría encontrado? Sin pensar más bajó hacia su cuarto a la espera de la llegada de la sombra.
No tuvo que esperar mucho en la oscuridad del cuarto. Pronto una figura humanoide, y oscura, aunque sin piernas, apareció flotando frente al guerrero. En lo que parecía ser la cabeza se podían ver brillar dos ojos azules. Durante unos instantes, los dos seres se miraron fijamente. Bolgar a la espera de una respuesta. La sombra, a la espera de una orden.
El ambiente se volvió tenso y Bolgar notó que el aire que corría por la habitación se hizo cada vez más frío hasta que se atrevió a preguntar. Estaba asustado por el destino de Karib. Él no era tan duro como quería apatentarlo.
-¿Has encontrado a Karibdys?
La sombra asintió. Pero, lejos de aliviarse, Bolgar aún sintió más las garras del miedo. Estaría vivo, o muerto. Con gran lentitud volvió a abrir la boca para preguntarle a su siervo su nueva duda.
-¿Está vivo?
La respuesta tardó en llegar, pero no fue en absoluto negativa. Un nuevo asentimiento hizo a Bolgar caer al suelo de alegría. La cabeza le dolía a causa del mal momento que había pasado. Pero ahora que sabía que el muchacho se encontraba en perfecto estado, respiró aliviado.
Sin embargo, la sombra no desapareció de la habitación. Teóricamente había cumplido su misión y ahora debería desaparecer, pero no sucedió nada. ¿Tendría algo más que contarle? Bolgar se acercó de nuevo a la sombra y le preguntó, esta vez, sobre el paradero del muchacho, pero en vez de hablando, el ser le contestó mostrándole imágenes. En ellas Bolgar contempló la captura de Karib a manos de Satertel y sus secuaces y cómo era conducido a una mina abandonada... ¡Al sur de Darenie! Pero, ¿cómo había podido ir tan rápido el muchacho? Si el pueblo se encontraba casi a una semana de camino de Musso.
Pero no había tiempo para lamentaciones ni preguntas. El muchacho estaba en peligro y él debía rescatarlo. Tan rápido como pudo, Bolgar se hizo con una pequeña bolsa de viaje donde guardó provisiones para llegar a Darenie sin parar demasiado. Pero justo cuando se disponía a bajar las escaleras vio como su tía, de pie enfrente de él, le miraba con los ojos humedecidos, ahora por la tristeza.
Bolgar no pudo pronunciar ninguna palabra, pero sabía que debía irse. Su misión estaba en peligro, pero no podía soportar ver a tía Berna así de triste. Apenas acababa de llegar y ya se tenía que ir. No era justo, pero él había elegido esa vida.
-Ya… te vas, ¿no? – pregunto la mujer mirando al suelo.
-Si.
- No… puedes quedarte hasta mañana, ¿verdad?
- Lo… siento tía. Sabes que ... no puedo.
- Yo quiero que sepas que te quiero también – la mujer levantó la mirada y sus ojos se cruzaron con los de Bolgar que estaba sonrojado. Le había escuchado después de todo -. Estés donde estés. ¿Entendido?
- Si – respondió Bolgar a la que fuese su yaya con una sonrisa en la cara.
Sin decirse una sola palabra más, se abrazaron y se dijeron adiós con la mirada. Después, Bolgar bajó a por los caballos. Antes del amanecer se encontraba ya lejos de Musso y de su casa.