Esoy realizando varios cambios en este capítulo y no me había dado cuenta de que esta parte ya estaba posteada. Aquí pongo las modificaciones, que son más bien añadidos:
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El guerrero demostró sentirse aliviado al ver que Karib estaba sano y salvo y se apresuró a acercarse a los dos. Edenma se puso en pie, separándose de Karib. Éste estaba algo dolorido por la explosión, pero también se incorporó para encontrarse con el extraño Bolgar cara a cara.
¿Cuáles eran los verdaderos propósitos de aquel hombre? ¿Por qué lo había salvado dos veces? Para él, Bolgar era todavía un verdadero enigma, sin embargo le había ayudado. Estaba muy confundido porque todo había ocurrido demasiado rápido.
- ¿Vendrás conmigo a Chro ahora que has visto que yo tenía razón? – le dijo Bolgar
- ¿Por qué quería matarme?
- Te buscan: Ya te lo dije. Y están esperando que vuelvas a Aucus.
- Pero, ¿por qué?
- Todo a su tiempo, muchacho. Quizá sea mejor que lo descubras por ti mismo.
- No pienso dejar Aucus.
- ¡No seas cabezota, Karibdys!
- No me llevarás contigo
Pero la conversación se cortó súbitamente con la aparición de Dalath. Éste llevaba en sus brazos a Derlander, el menor de los hermanos bandidos. Estaba muy mal herido, y sobre todo, tras la explosión y la confusión. Karib y Bolgar contemplaron al padre de Edenma. Ambos sabían que debía ayudarle, pero el joven muchacho no sabía cómo. Sin embargo el guerrero sí.
Lentamente se acercó a Dalath y tomó en brazos a Derlander. Una suave luz azulina les envolvió a los dos y pronto los pequeños cortes y heridas más leves dejaron de sangrar. Sin embargo, aún se encontraba grave.
- Mi magia no puede curarle. Si queréis que se salve deberéis llevarle a la torre Dulain. Yo os acompañaré si Karibdys acepta venir conmigo a Chro – dijo Bolgar
- ¿Qué? – gritó Karib atónito ante las palabras del guerrero.
- Lo que has oído.
Qué debía hacer ahora. La vida de Derlander se encontraba en una decisión que él no quería tomar. Odiaba a Bolgar por lo que le había hecho pasar, pero ahora todavía más. Cómo había sido capaz de hacer eso.
Pero al parecer no sólo él se había quedado atónito ante la propuesta de Bolgar. También sus compañeros, entre ellos Edenma, se habían quedado boquiabiertos. La muchacha incluso estaba enfadada, y no tardó en exponerle al guerrero su opinión.
- No puedes obligar a Karib a hacer eso
- Yo no le estoy obligando – respondió Bolgar
- ¡Estás poniendo la vida de una persona en sus manos!
- Es tu punto de vista. Yo tengo que cumplir un cometido, y es llevar a este muchacho a Chro.
- Pero no puedes…
- Acabo de hacerlo, muchacha.
- No tienes corazón – dijo Edenma con los ojos húmedos. Realmente estaba enfadada. Se sentía impotente por no poder hacer nada contra aquella injusticia. Y Karib no lo iba a permitir.
- Iré contigo – acabó aceptando el muchacho.
- No lo hagas Karib. No tienes por qué hacerlo. Nosotros lo llevaremos a Dulain.
- No podremos llevarle hasta la cima. Para subir hasta el alcázar. Es un enorme pilar del que manan las aguas – respondió Karib cabizbajo.
- En efecto – continuó Bolgar -. Pero yo sí puedo llevaros hasta la cima. Y ya que Karib ha aceptado, pongámonos en marcha.
Dicho esto y sin tiempo para más, Bolgar, como si no hubiese ocurrido nada, tomó en brazos al herido Derlander ante las miradas de Dalath, Edenma, Vernarder y Karib y con toda la tranquilidad que le caracterizaba se subió a Ion junto al ladrón. Con un suave movimiento golpeó al caballo que empezó a trotar en dirección al bosque. Un nuevo toque detuvo la marcha y Bolgar se giró hacia Karib.
- Me he tomado la libertad de traerte un caballo. Será un viaje largo. Ponle nombre, no tiene ninguno.
Tras esto, volvió a ordenar a Ion que emprendiese el camino dejando a los demás retrasados. Éstos se quedaron atónitos mirando como el animal y su jinete se adelantaba en el frondoso bosquecillo. De no ser por la aparición de Vernarder unos segundos mas tarde, se habrían podido quedar allí horas y horas como auténticos pasmarotes.
El bandido se puso pronto al día en lo ocurrido tras el encierro de Satertel y por ello no dejó de darle las gracias a Karib, que únicamente quería que le dejasen ordenar todo lo que tenía en la cabeza. Pero por el momento, aquello parecía realmente imposible.
Les llevó casi toda la mañana y parte de la tarde atravesar el pequeño bosque. Tan sólo medía unos pocos kilómetros, pero era bastante espeso, tanto que a veces parecía que había anochecido. Durante todo el camino Karib estuvo muy callado, pensando en varias cosas, cuando Vernarder le dejaba. La principal era la de cómo podría volver a ver a sus tíos, allá en Aucus. Se había comprometido a ir a Chro junto a Bolgar, y él no iba a romper la promesa.
Le agobiaba mucho la idea de partir tan lejos, a un país que ni siquiera conocía, con otras reglas, otro mundo, en definitiva. Sin embargo, la presencia de aquel caballo que Bolgar le había regalado le tranquilizaba. “No estaré solo todo el camino”, pensaba para sí mismo. Desde un principio, el animal y él habían congeniado bastante bien, pero iban ambos andando porque el muchacho no se sentía bien cabalgando mientras los demás iban a pie.
Llegaron al río Elo un poco después de la hora del almuerzo. El bosque terminaba tan repentinamente como empezaba. Sin apenas darse cuenta la luz entró a raudales entre los viajeros obligándoles a parar unos instantes para acostumbrarse a ella. Al salir se encontraron a Bolgar que estaba sentado junto a la orilla del río, que hacía un pequeño desnivel. Ante sus ojos se extendía nuevamente una llanura casi homogénea, salpicada por algunos grupos de árboles que crecían entorno algún arrollo del Elo.
Mirando hacia sus espaldas, un bloque de madera y hojas a apenas un par de metros de donde estaban. Parecía extraño que hubiesen podido pasar a través de aquello sin mayores problemas que el apartar un par de ramas que les estorbaba.
Cuando por fin llegaron los cuatro personajes desde el bosque, el guerrero les miró con cara de desaprobación y murmuró algo para sí.
- A este ritmo no llegaremos a Dulain nunca – gruñó -. Me habéis retrasado mucho.
- Eres tú el que va a caballo y los demás a pié. No nos trates así – respondió Edenma enfadada.
- Mira, jovencita, nadie te ha pedido que nos acompañes. Después de todo no te incumbe y lo único que haces es estorbar.
- ¿¡Estorbar!? – la muchacha soltó la bolsa con la que cargaba, se remangó la camisa y se dirigió hacia Bolgar para empezar la batalla campal -. Aquí el único que ha estorbado los planes de los demás has sido tú. ¿Crees que por ayudarnos tienes todo el derecho a mandarnos lo que te venga en gana?
- No, yo sólo he hecho un trato – contestó el guerrero sin apenas inmutarse.
- ¡Un chantaje!
- Llámalo como quieras
- Es lo que hiciste. Eres un ser inmundo.
- Y tú una pajarraco bocazas
- ¿¡Una qué!?
Edenma se abalanzó súbitamente contra Bolgar con los puños cerrados, pero fue Dalath, su padre, el que lo impidió en el último instante, aunque se llevó un golpe involuntario de su hija.
------------------------PARTE MODIFICADA--------------------------------------------------
Por su parte, Karib y su caballo se habían alejado un poco del barullo. Aún era pleno día, y el tono amarillento del verano llenaba la extensa llanura de Tirya. Aún habiéndose alejado varios metros del lugar donde se encontraban Bolgar y los demás, podía oír claramente los gritos de cólera de Edenma, y no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa.
Se encontraba a la orilla del Elo. Un pequeño escalón de dos o tres metros le separaba del agua, que bajaba desde las colinas del lejano Pendrello.
El muchacho se sentó en el borde del río, a la sombra de un grupo de árboles que estaban separados del bosque que habían atravesado aprovechando que la hierba estaba fresca y algo húmeda, lo que agradeció bastante porque el calor empezaba a ser asfixiante. Pero el cansancio de un duro día le pudo , así que se tumbó dejando colgados las piernas al río y contempló el cielo. Su blanco caballo, al percibir la tranquilidad de su nuevo amo, se alejó un poco buscando algo que llevarse a la boca.
-¿Qué le ha pasado a mi vida? – se dijo Karib
Estuvo un buen rato en silencio, entre descansando y pensado. Habían sido unos días muy ajetreados. Entonces un hocico oscuro y húmedo se dejó ver delante de Karib. El muchacho se llevó un buen susto. Se incorporó rápidamente, tanto que casi se cae al agua, pero consiguió aguantar el equilibrio en el último momento cuando vio que se trataba de su caballo. El animal se acercó a su amo y le restregó el morro por su pecho haciéndole cosquillas con el aliento.
- Todavía necesitas un nombre – le dijo Karib -. ¿Qué te parece “cosquillas”? – pero tras pensarlo un poco y ver la reacción del animal, prefirió dejarlo.
Estuvo un buen rato hablando con el potrillo hasta que por fin ambos dieron con el nombre adecuado. Karib decidió llamarlo Odra, el caballo que habla. No era un nombre muy original, pero al potrillo y al él le gustaron.
Sin querer se les había pasado gran parte de la tarde y el sol comenzaba a enrojecer el paisaje, así que Karib decidió volver junto a los demás. Tenía hambre.
Se levantó a regañadientes porque empezaba a soplar una brisa fresca que hacía muy apetecible la estancia allí, pero su estómago podía en esos momentos, así que llamó al caballo y lo tomó por las riendas. Bolgar se había ocupado de todos los preparativos que necesitaba el caballo, la silla, las herraduras… ¿y si lo aprovechaba y montaba a caballo? Aunque sólo sea un poco.
Despacio para no asustar al animal, que lo miraba con cara extrañada, se acercó a él e intentó subirse, pero sus esfuerzos fueron en vano. Tres veces lo intentó… y tres veces cayó al suelo. Por fin se dio por vencido y suspiró avergonzado. No había nadie por los alrededores, pero tenía la impresión de que el caballo se estaba mofando a su costa. El animal se acercó a Karib y le acarició con el morro su brazo. Parecía que Odra mismo quería ser montado por él, así que reconfortado por la supuesta petición del cabllo, el muchacho volvió a intentarlo y tras unas posturas algo ridículas lo consiguió.
- ¡Adelante Odra! – gritó el muchacho sin pensárselo dos veces