El guardián del destino XII: Debial y Dinas

La gente se apelotonaba en los alrededores del campo donde se iba a disputar el combate. La tensión crecía en la zona mientras se prolongaba la espera de la salida de los dos luchadores. La casualidad, o el destino, según creían algunos, había cruzado los caminos de estos dos guerreros en el primero de los combates del día y la noticia se había extendido rápidamente por los barrios más cercanos del palacio para llegar un poco más tarde al resto de los interesados. El calor comenzaba a ser algo molesto y la gente empezaba a quejarse de aquella situación, pero ninguno de los presentes se atrevía a moverse de su sitio por temor a perderlo.
Había mucha más gente que el día anterior, lo que dificultaba a Karib y Allen la visión del combate y esta vez no intentarían subirse de nuevo al muro. Sin embargo se fijaron en el puesto donde tuvieron aquel percance con los empleados cuando llegaron a la ciudad. Era una pequeña estructura de madera que incluía una especie de mesa y sobre ella un techo, aunque algunos no lo calificarían ni como visera. Parecía estar lo suficientemente elevado por encima de la gente como para poder ver lo que allí iba a suceder. La única duda que se les planteaba era si sería capaz de soportar el peso de los dos. Karib no tendría ningún problema, pero Allen quizá pesase demasiado para aguantar a ambos. De todas formas, poco iban a perder si aquello se venía abajo, nada que no se pudiese solucionar con una buena carrera al más puro estilo Allen.
Las voces subieron de tono anunciando que algo sucedía en el campo donde se disputaría el combate. Los dos amigos aceleraron su artimaña y se dirigieron hacia el tenderete de los empleados, pero debían de atravesar aquel mar de gente que se encontraba en medio de ambos. La tarea que se les presentaba era algo difícil de realizar lo suficientemente rápido como para llegar a tiempo del comienzo y las caras de la gente precisamente no eran amigables. El calor, la espera y los empujones que recibían de los de atrás dejaban ver que comenzaba a irritarles. Pero Allen tenía un as guardado en la manga.
- Fíjate como se hacen las cosas Karib
Un objeto brillante asomó por la capa de su amigo y una sonrisa apareció en la cara de Karib cuando descubrió qué era lo que estaba tramando. Uno tras uno, todos los que se encontraban en su camino recibía un pinchazo en sus piernas o brazos con la espada de Allen que con el talento teatral que éste tenía disimulaba con picardía la artimañana que realizaba. Los rostros de la gente se contraían cuando el acero les aguijoneaba la piel, otros saltaban del susto que se llevaban, y algunos reían al descubrir de lo que se trataba. Alguno que otro se emperraba en no dejarles pasar a pesar de los sucesivos pinchazos que recibía así que no tenían más remedio que insistir un poco más. Por suerte para los dos ninguno de los que se dieron cuenta reaccionó de mala manera, sino que incluso ayudaron a los dos chavales. Así, con el ingenio de Allen y un poco de ayuda llegaron a tiempo al puestecillo donde se subieron.
En el terreno de combate se encontraba Debial. Lucía su armadura plateada algo sucia y abollada por los numerosos combates que este personaje realizaba en tan corto período de tiempo que no le daba tiempo a arreglarla. Sin embargo, se decía que estaba hecha con un mineral de tal dureza que ninguna espada podría romperla. Algunos exageraban hasta decir que no poseía ningún arañazo de espadas, sino que estaban provocadas por algún tipo de arma especial que él mismo diseñaba. Cada personaje tenía su propia leyenda, así para algunos era favorable mientras que para otros era preferible no sacarlas a relucir. Después de todo en algo se debían entretener los habitantes en las fiestas mientras esperaban la llegada de la noche.
Debial parecía algo impaciente. Quizá era por la espera, algo larga, de su oponente. O tal vez fuese por temor a ese mismo adversario. Las condiciones en las que ganó al enano el día anterior habían sido motivo de charlas en la cena. Ninguno de los aspirantes al primer puesto deseaban enfrentarse a Dinás, y por supuesto, él tampoco.
De pronto, la gente dejó de gritar y todos miraron hacia el pie del cuadrado de tierra que albergaría el combate. El pelo blanco de aquel individuo ondeaba con el viento y dejaba ver en sus ojos una mirada de ira muda y retenida. Debial tragó saliva e intentó desviar sus ojos hacia otro lado, pero antes de conseguirlo se encontró con los de Dinás y un frío sudor comenzó a asomarle por la frente y a recorrerle el resto del cuerpo. Era extraño, pero lo que nunca había sentido contra un adversario, el miedo a enfrentarse contra él, había aparecido en ese mismo momento, miedo q se acrecentó cuando escuchó la primera de las dos campanadas que deberían de oírse para empezar el combate. En ese momento Dinás desvió su mirada hacia donde se encontraban Karib y Allen y buscó rápidamente a alguno de los que allí se encontraban. Por fin descubrió lo que perseguía. Era Bolgar. Éste, por su parte, lucía una extraña sonrisa irónica y exitosa. Parecía querer provocar a Dinás a hacer algo, pero éste sabía q no podía hacerlo
Ha amañado Bolgar el combate?. ein?.

La historia sigue muy conjuntada hasta ahora [oki]
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