La noche llegaba a su fin aunque las nubes ocultasen los primeros rayos de sol. La lluvia parecía escaparse a todas las previsiones y había dejado de mojar los campos circundantes a la ciudad del Ol. El río Elo bajaba todavía furioso por la tormenta de la noche anterior, aunque con mucha menos fuerza.
Los campos estaban de un verde pálido bajo la tenue luz que empezaba a apreciarse tras el espeso manto de nubes. Parecía un pequeño valle muerto y desolado pues no se escuchaba ningún sonido de animales por las cercanías. Tan solo el ruido del río al bajar desde Ol hasta el mar Seyno, uno de los tres mares de Seya, lejos, muy al sur.
Sin embargo todo comenzó a cobrar vida a la vez que el sol conseguía disipar algunas nubes y podía apreciarse el azul del cielo. Había sido una tormenta de verano. E iba a devolverle todo el colorido a los prados de Tyria en el momento en el que las neblinas se hubiesen desecho totalmente. Algunos trinos de pájaros podían escucharse a lo lejos, acercándose poco a poco a la ciudad, todavía dormida en su mayoría.
Unos pocos kilómetros al sur de la ciudad apareció por el camino un hombre de aspecto mayor. Su pelo largo hasta los hombros estaba teñido por las canas y sus ojos verdosos reflejaban claramente el paso de los años. De tez pálida y cuerpo algo encorvado, vestía ropas algo sucias, aunque todavía podían considerarse en buen estado para su uso.
Parecía andar buscando algo en especial. Miraba por la orilla atentamente mientras andaba por el borde del camino. Pequeñas olas formadas por el viento y la corriente del Elo llegaban hasta el hombre que las observaba como si estuviesen intentando decirle algo. Tras unos minutos más así, se paró y miró río adentro. Apareció una leve sonrisa en su rostro y se sentó en la hierba mientras sacaba una pipa de su bolsillo y la encendía tranquilamente.
Parecía muy sosegado y tranquilo mientras parecía contemplar el río y el cielo a la vez. Pronto, el aire se llenó de vida y el sonido del valle de Ol se extendió por aquella inmensa llanura. De fondo podía contemplar los altos montes de Ol sobresalientes de las torres del castillo blanco de la capital de Tirya. Al sur, la bahía de Carrién, sonde se encontraba el primeo de los mares de Seya, el mar de Seino, se extendía con un azul inmaculado bajo un cielo prácticamente celeste.
Situado entre los árboles del bosque de Nelás, el hombre disfrutaba de aquellas vistas que eran características de las planicies de Tirya, pues era bien sabido por aquellos lugares que, hacia el este, la región de Lerianor, gobernadora del continente, era mucho más escarpada y extrema que aquel lugar que parecía sacado de un cuento de hadas.
No pasó mucho tiempo hasta que un carromato tirado por dos potentes bueyes y dirigido por un campesino apareció desde el sur camino a Ol. Al pasar por el lado de aquel hombre se detuvo para preguntar.
- Buenos días tenga usted, señor. ¿Va a alguna parte?
- Buenos días. No, muchas gracias. En estos momento estoy esperando a alguien. Si quiere detenerse y tomar un pequeño desayuno conmigo – dijo sacando un trozo de pan y queso de un trapo que guardaba en su cinto.
- Si no es mucha molestia – se apresuró a decir el campesino bajándose de su carro -. Esta mañana tuve que salir antes de que amaneciese, para poder llegar a la ciudad para el final de las fiestas. Traigo un cargamento de baratijas que espero poder vender allí.
- Pues llega a tiempo. Si mal no recuerdo hoy debe de ser la gran final de ese .... ¿como lo llaman? ¡Ah, sí! El campeonato de lucha.
- Así es, y esa es pues mi intención. Por cierto, mi nombre es Freor. Freor de Tara. Vengo del oeste. ¿Y usted?
- Mi nombre.... bueno, he recorrido ya tantos lugares... No tengo un nombre fijo, si te digo la verdad, pero por aquí se me conoce por el nombre de Galdian.
- Galdian – se detuvo a pensar Freor -. Ese nombre no es muy típico de aquí. Más bien parece de las lejanas tierras del este de Lerianor. Incluso me atrevería a decir que de las islas de Dámica.
- Hm, parece que conoces la geografía del continente, ¿no es asi?
- La verdad es que no me puedo quejar. Tuve una buena instrucción en mi infancia – dijo a la vez que comenzaba a comer un pedazo de queso -. Y también he tenido la suerte de viajar por lugares, aunque no tan lejanos, por supuesto, pero sí de las zonas más cercanas de Lerianor y Tiara.
- Hm, ya veo. Muy interesante. Por cierto....
Se llevaron hablando un buen rato antes de que el campesino, Freor, se despidiese de Galdian que, tras esto, volvió a sumirse en una especie de tranquilidad profunda. Tomó de nuevo su pipa y continuó mirando las aguas del Elo.
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nuevo capítulo tras mi regreso de madrid ^^
aquí mi intención es relajar TODO lo ocurrido en el anterior con la aparición de un nuevo personaje algo curioso: Galdián.
A ver q os parece
Adios