El juego de pelota.

El juego de pelota.

Javier se había levantado temprano. Los sábados le resultaba imposible evadirse del repicar de las campanas de la iglesia, y a lo sumo, a las diez de la mañana ya estaba en pie. El día prometía, la niebla mañanera estaba ya desapareciendo por las lomas de los montes que rodeaban Aldeade y los primeros rayos de sol comenzaban a calentar las calles. Se vistió y bajó a la cocina, donde su madre preparaba afanosamente un guisado, concentrada en su labor, cantando canciones que a Javier le parecía que tuvieran por lo menos doscientos años. Cuando lo vio le echó un beso en la coronilla y como le había prometido la noche anterior, tras dejar finiquitados los deberes del fin de semana, le plantó delante de las narices una golosina a modo de premio.
—Un trato es un trato, y quien no los cumple no es persona de palabra.
Los ojos de Javier se abrieron como platos al observar las onzas de chocolate que tenía entre manos. La boca le empezó a salivar y antes siquiera de dar las gracias ya le había propinado el primer mordisco a aquel manjar. Un mordisco infructuoso, pues si bien se trataba ya de un gran premio, la suerte esta vez era mayor pues era el chocolate preferido de Javier, aquel que madre llamaba “de hacer”. El mismo que antes de hincarle el diente necesitaba de un trabajo previo, un acoso preliminar al bocado que le hacía rugir las tripas. Salió de casa escuchando las voces de su madre, quien le recordaba que no debía faltar a la hora de la comida y camino de la plaza del pueblo fue dando buena cuenta del especial desayuno de aquel día. La plaza no se encontraba lejos de casa, pero antes de llegar a ella, era parada obligatoria la mercería de Inés. Desde que hace unos años la Inés se volviera de la capital e instalara aquella peculiar tienda en el pueblo, no pasaba un día sin que la dueña tuviera que salir del local con la escoba entre las manos azuzando a algún mozo al que se le había quedado la cara pegada en el cristal espiando a alguna jovencita revolver entre los artículos de la tienda. Aquel día, para desgracia de Javier no hubo suerte. Habría sido la repera, pensó, casi tan redondo como un domingo, con paga y cine en la parroquia.
El sol ya calentaba de buena manera cuando llegó a la plaza. Allí dos chicos de su misma edad se esforzaban verdaderamente jugando a pelota mano. Una de las paredes laterales de la iglesia ejercía de frontón oficial del pueblo e incluso el párroco de la misma dio su beneplácito para que se pintaran en el suelo adoquinado de la plaza las marcas que delimitarían el terreno de juego. Por ahí no paso, dijo cuando se le pidió instalar en la pared de la iglesia una chapa que distinguiera las pelotas buenas de las erradas, y el pueblo se tuvo que conformar con pintar una línea de tiza lo mas recta posible que había que repasar cuando una fuerte tromba de agua la hacía casi desaparecer.
Aquellas disputas entre los mayores y el cura del pueblo les eran ajenas a los chavales como Javier, y simplemente le ponían el máximo empeño en devolver la bola a buena y tratar de volver a casa con la mano lo menos dolorida posible, pues la mayoría de veces usaban las pelotas que alguno de ellos quitaba a su padre o hermano mayor, hermosas pelotas de cuero bien cuidadas, bellas a la vista, pero duras como el acero.
Javier se quedó a un lado de la plaza, tratando de no estorbar el envite que tenían entre manos sus dos amigos, y que según vio estaba bastante igualado.
—Dieciocho a veinte —dijo el más renacuajo de los dos. Álvaro para más señas.
El otro hizo una mueca de descontento, había conseguido llegar a los veinte puntos ya hacía un rato y allí se había quedado, viendo como su rival le iba recortando distancia poco a poco. En su defensa, Marcos debía señalar que aquel recorte de puntos se debía también a la suerte que Álvaro “el Renacuajo” había tenido en los últimos puntos, ya que la pelota se había encontrado al ir a botar con adoquines en mal estado y la trayectoria que tomaba en aquellas ocasiones no era la que esperaba Marcos. Pero así era el juego, ya lo sabían ellos, y si estaba ya en veinte tantos, también podía hacerle dos más, aunque fueran de churro, y darle por fin en las narices a Alvarito, que llevaba mas de una semana dando la coña de que era invencible. Javier disfrutaba del espectáculo, sabía que Álvaro era duro de roer, tanto o más que el chocolate que tenía entre manos, y verlo varios puntos atrás indudablemente le suponía un reto extra, un reto que a buen seguro conseguiría dominar, ya que incluso entre los mayores se veía a aquel crío como un rival futuro peligroso. Uno tras otro los tantos fueron cayendo del lado de Álvaro; y tanto tras tanto el rostro de Marcos cambiaba para verse finalmente vencido una vez más. Cuando el último tanto hubo caído en el casillero de Álvaro, este le lanzó la bola a Javier, que atento se hizo con ella.
— ¿Qué dices, Javito, quieres la revancha por lo de ayer? —el tono que usó “el Renacuajo” no iba falto de vanidad. A cada victoria se crecía un poco más.
—Claro que quiero la revancha, no he pensado en otra cosa en toda la noche —mintió Javier con tono burlón.
—Dale entonces, a ver que eres capaz de hacer.
Javier calentó primero las manos acompañado de Marcos, quien estaba visiblemente afectado tras estar tan cerca de tan anhelada victoria.
—No lo entiendo Javito, lo tenía a dos puntos y me he cagado. Tenemos que ganarle un partido hoy o no va a haber quien lo aguante en clase la semana que viene.
Javier sonreía, el día anterior se había quedado a un solo punto de la victoria, es más, estando empatados a veintiún tantos, fue Gerardo, el alguacil quien tuvo que decidir quien era el ganador, ya que no estuvo claro si la última bola rozó o no la raya de chapa. Al final, el alguacil se decidió por dársela a Álvaro, aunque en el momento de la jugada se encontrara encendiendo uno de sus cigarrillos. Javier se resignó, sabía que si no era ese día sería el siguiente.
Álvaro apareció de nuevo tras una fugaz carrera a la fuente para refrescarse el gaznate. Chocó las palmas de las manos un par de veces y recibió la pelota de manos de Javier.
— ¿Estas preparado entonces?
Javier sonrió, aun conservaba el dulzón sabor en su boca. El sol, de espaldas a ellos les calentaba el cogote de manera agradable. Recogió la pelota y se preparó para el primer saque. Unos pasos de carrerilla y botó la pelota para golpearla con fuerza luego. Un buen golpe pensó, hoy no te escapas.
Jajaaajjajajaj, pero no me dejes así, me ha gustado mucho la historia mucho, pero ains quería saber qué pasaba al final
Eso ya, que lo imagine cada uno.
Panex escribió:Eso ya, que lo imagine cada uno.



Jajajjaa lo sé de hecho es un final muy bueno, ya que lo imagina cada uno, pero soy tan ansiosa que me quedé un poco plof. Pero me ha gustado la historia muchoo
Drashiel escribió:
Panex escribió:Eso ya, que lo imagine cada uno.



Jajajjaa lo sé de hecho es un final muy bueno, ya que lo imagina cada uno, pero soy tan ansiosa que me quedé un poco plof. Pero me ha gustado la historia muchoo



jejjee, bueno, esperemos que al menos ganara!
Eres bueno narrando, parece que estuviese leyendo un libro de algún escritor famoso :).

Quizá me hubiera gustado leer otro final XD aunque quizá esto le quitaría gracia...
Gracias JAPosti por tomarte el tiempo de leerlo !
6 respuestas