En noches como esta me pregunto si he debido intentar acercarme a la felicidad, dando un paso que al mismo tiempo me aleja aún más de ti; aunque no sé si a tantos kilómetros... realmente importa un paso más. Resulta paradójico que entre tantas cifras métricas dicha separación entre mis pies pueda significar tanto... A veces me pregunto si no intento engañarme a mí misma. Quizá me haya creído los consejos de la gente que, curiosamente, coinciden con los tuyos, de intentar ser feliz dejándote a un lado; ésos que nunca he querido escuchar porque no me parecen más que frases hechas que en muchos casos resuelven las situaciones de aquellos que no tienen la valentía de afrontar la dificultad que entraña un amor lejano.
Siento que me decepciono a mí misma al ser la culpable de alejarnos forzosamente. Sin embargo, lo difícil que nos está resultando me alienta a romper con mis palabras y seguir en mi empeño de coger el primer tren y hacer lo que quizá debí hacer hace demasiado tiempo atrás, abandonando los sueños que largo tiempo nos han perseguido a ambos, para que, al fin, las oscuras estrellas se iluminen con la luz de nuestras sonrisas como tantas veces nos hemos prometido...
¿Por qué no corro al anden? Supongo que porque siempre fue complicado, y puede que ahora lo sea aún más... Pero mi temor no es complicarme la vida a mí, en eso soy algo caprichosa y cabezota, sino hacer la tuya más compleja y quién sabe si aún más dolorosa.
No estoy orgullosa de haberte dado el rincón del corazón adecuado para que en cualquier momento puedas poner mi vida y mis relaciones patas arriba, por bonitas que sean, pero, aunque te haya engañado diciéndote que te dejé de esperar... no puedo evitar seguir volviendo los ojos por si en algún momento me regalases tu presencia, seguramente inmaculada, en contraste con las fatigadas agujas del reloj por el largo viaje...
En fin, ya me conoces, siempre seré una niña que juega despierta de noche y dormida de día con sueños que, por el bien de los dos, te dejé de contar una mañana...