El MAESTRO DEL HIELO
Capítulo I
El pueblo Paleta
Nuestra historia empieza en la edad mediana, donde hay un pueblo pequeño llamado Paleta. Todo parece tranquilo, solamente se oye el ruido que hace el viento cuando columpia las ramas, también la dulce música que transmiten los pájaros en cantar.
Detrás de las grandes montañas Motorolas, que rodean todo el pueblo dejando solamente un pequeño y largo camino que conduce al próximo pueblo, el sol proyecta su primer rayo de luz. Un nuevo día esta a punto de empezar para la gente de este pueblo y de otras naciones. En menos de cinco minutos el sol habrá iluminado todo el pueblo y toda la zona. Pero antes que esto ocurra, ya no se oía el viento jugando con las ramas ni tampoco los pájaros cantandocon su dulce silbido. Ese silencio era muy inquieto. En el pueblo, que todo parecía tranquilo, de repente a todos los habitantes empezaron a aterrorizarse, todos salieron de casa y se dirigieron hacia la iglesia para refugiarse.
El sol, por fin, consiguió iluminar toda la zona.
Capítulo II
Los elegidos
Toda la gente se dirige a la iglesia, menos uno, Bill nuestro héroe, que duerme profundamente en su cama.
-¡Bill, hijo, despierta!- gritó su madre.
-¿Pero qué pasa, mamá?- dijo medio dormido y mirando hacía la ventana- si aún es muy temprano.
-¡No importa eso, vístete, rápido, las montañas se están derrumbando!
-¡¿Qué?!- exclamo Bill.
-¡Lo que oyes!- dijo su madre, mientras se iba hacía la puerta- y nos
encontraremos en la iglesia !- y al pronunciar estas terribles palabras, se marchó.
Bill, siguió las pautas que le había dado su madre, cogió su ropa, se quitó el pijama y se vistió.
Bill era un muchacho de 15 años, bastante alto, su pelo era de color lila, sus ojos grandes y redondos con un color azul claro, su nariz y su boca pequeña. Llevaba una boina en la cabeza, también tenía puesto un jersey azul pálido y encima un abrigo morado claro, los pantalones eran largos y le llegaban asta el suelo y el color era lila. En terminar, salio rápidamente por la puerta, dirigiéndose, como todos, hacia la iglesia. De mientras se encontró con su amigo de la infancia, Timú. Timú mide tres dedos menos que Bill, su pelo es anaranjado sus ojos pequeños de color rojo vivo, su nariz y boca grande. Su vestido, prácticamente igual que Bill pero en tonos rojos llamativos i anaranjados.
-¿Bill, te diriges a la iglesia?- pregunto Timú.
-Sí y supongo que tú también.
-Naturalmente- le contestó- ¿te as fijado? De momento no nos ha caído ninguna piedra.
Pero Bill no le respondió, puesto que estaba muy serio y concentrado en la situación.
Al entrar podían ver hombres, mujeres, niños, ancianos y ancianas que se ponían nerviosos. Las criaturas lloriqueaban sin parar, las madres consolándolos como podían, los hombres comentando la situación y los ancianos y ancianas quietos para no molestar. De repente una pequeña llama verde apareció en medio de la sala, al principio no tenía forma pero al cabo de unos segundos se trasformó en una figura humana muy bajita, las llamas desaparecieron y en su lugar apareció un anciano y las voces se fueron apagando poco a poco.
-Querido pueblo -empezó a decir acariciándose negitosamente la barba plateada que le llegaba asta los tobillos- las montañas, como podéis ver, se están derrumbando, lo he consultado todo: libros, pergaminos, oráculos … pero no encontrado la respuesta.
-¡Entonces estamos perdidos!- gritó un hombre desesperado.
La gente volvía a desesperarse y el anciano pidió otra vez un poco de orden.
-¡Tranquilizaos todos, que no cunda el pánico! La iglesia tiene un escudo que nos protege, pero… no va a durar mucho, sin embargo hay otra solución, la hay – dijo rápidamente para que la gente no volviera a desesperarse- los cinco cristales sagrados, que se rumorea que están en algún lugar perdido.
-¡Pero en este pueblo solo hay niños y ancianos!- dijo otro hombre.
Tras esta respuesta hubo unos segundos de silencio y el anciano levantó el dedo y señaló… ¡Bill y Timú!
-Vosotros sois la única salvación para nuestro humilde pueblo, ¿que decís? ¿Aceptéis la misión?
El anciano los había elegido para que se embarcasen en esa peligrosa aventura.
Capítulo III
La aventura empieza
Los dos muchachos se quedaron paralizados, no sabían que hacer, el anciano les llamo por segunda vez y se levantaron y dirigiéndose hacia donde estaba el anciano.
-¿Estáis dispuestos a embarcaros en esta aventura para salvar el pueblo?-dijo él.
Los dos muchachos se miraron y dijeron que si con la cabeza.
-¡Ciudadanos estos mucha…!- pero no pudo continuar la frase porque fue interrumpido por las madres de Bill y Timú que se abrían paso entre la muchedumbre.
-¡NO!-dijeron las dos a la vez -¡Son demasiados jóvenes para hacer esa aventura tan arriesgada, si se van del pueblo siempre tendrán la muerte a su lado!
-¡Mamá!- protestaron los dos a la vez- ¡ya somos mayores!
-Déjalos-dijo el padre de Timú- son lo bastante maduros para decidir sus decisiones.
-¡No importa si son mayores o no, tenemos que salvar el pueblo!-dijo el anciano intentando convencerlas.
Las madres se quedaron mirando a sus hijos i se dirigieron hacia ellos para abrazarles, en pocos segundos las dos mujeres empezaron surgir lagrimas de sus ojos.
-Cuídate mucho Bill, tu padre estaría orgulloso de ti.- le dijo y le dio un beso en la mejilla.
-Pues entonces ya está decidido, iréis a la aventura, pero antes os debo dar estas armas para poder defenderos.- El anciano juntó las dos manos y empezó a pronunciar unas palabras extrañísimas, y sus manos empezaron a brillar de un color verde botella y poco a poco en el aire aparecía una espada de hielo, en terminar de recitar cogió la espada y se la dio a Bill volvió a recitar la oración y esta vez aparecieron unos guantes y se los dio a Timú.
Los dos alucinaron al verlas.
-¿Y los guantes que efecto tienen?-preguntó Timú.
El anciano le respondió:
-Al golpear al enemigo le haces pequeñas quemaduras, es muy eficaz. Y tu espada es como las otras solamente que es más dura y mucho más afilada que las demás- dio un respiro y continuó- y por último los elementales- se acercó hacia Bill y le tocó la frente. El dedo del anciano empezó a brillar y al cabo de unos segundos el brillo desapareció. Lo mismo hizo con Timú.
- Espero que en la escuelo hayáis aprendido bien la magia.
Los dos asintieron con la cabeza.
-Pues bien- suspiró el anciano- el destino esta en vuestras manos.
Los dos muchachos se despidieron de todo el pueblo y naturalmente de sus madres.
Salieron de la iglesia y se dirigieron al camino estrechito que les conduciría al siguiente pueblo.
Pero antes de salir de la protección que obtenía el pueblo, los dos se giraron y lo miraron por última vez.
-Bueno- empezó a decir Bill- ya no podemos dar marcha atrás, o sea que…
¡Adelante!
CONTINUARÁ...
Nota de El Pensador: Querido foro de Literatura, durante los próximos días seguiré publicando más trozos de esta aventura. Actualmente estoy redactando el capítulo XXXI, así que por el momento, iré pegando los trozos que tengo hechos. Un cordial saludo.