Bueno creo este hilo sobre un tema que a mi particularmente me parece muy intrigante y interesante a la vez , todos sabemos lo que estos personajes cometieron pero lo que no todo el mundo esta al tanto de cosas bastante extrañas que Hitler y sus subordinados hacian o tenian en mente hacer , intentare buscar todo tipo de articulos relacionados con este tema , ya sean cosas parapsicologas como tecnologicos avanzados a su epoca , vamos todo lo relacionado con cosas extrañas sobre los nazis. Va a ser bastante extenso asi que si alguien no tiene muchas ganas de leer , pues lo siento
empezemos
Hitler y La Lanza de Longinos
La lanza sagrada que atravesó el costado de Cristo en su crucifixión llegó a las manos de los guerreros teutónicos, quienes la convirtieron en su talismán. En el siglo XX, Hitler, que conocía su significado místico, se apoderó de ella.
Según la tradición, en ese momento le fue revelado al soldado (que se llamaba Cayo Casio Longinos) que Cristo era verdaderamente el hijo de Dios, y la lanza adquirió un duradero poder mágico.
Un soldado romano se asegura de que Cristo ha muerto clavándole una lanza.
En 1913, por las calles de Viena, un miserable ex estudiante de arte intentaba en vano ganarse la vida vendiendo pequeñas acuarelas. Ocasionalmente, cuando el frío le impedía salir a la calle, vagaba por los corredores del museo del palacio Hofburg. Se sentía especialmente fascinado por un conjunto de piezas valiosas, conocidas como «las insignias de los Habsburgo». Entre ellas el joven vagabundo Adolf Hitler prestaba especial atención a la Santa Lanza, que la leyenda identifica con la que atravesó el costado de Cristo después que éste expirara en la Cruz.
Si quereis la historia de la lanza decidlo y lo añadire a esta informacion
La Fascinacion de Hitler por la Lanza
Durante su primera visita a la lanza la estudió con todo detalle. Medía 30 cm de longitud, y terminaba en una punta delgada, en forma de hoja; en algún momento, el filo había sido ahuecado para admitir un clavo -al parecer, uno de los usados en la crucifixión-. El clavo estaba sujeto con un hilo de oro. La lanza se había partido y las dos partes estaban unidas por una vaina de plata; dos cruces de oro habían sido incrustadas en la base, cerca del puño.
Estos detalles que describen la fascinación de Hitler ante la lanza de los Habsburgo provienen del testimonio del doctor Walter Johannes Stein, matemático, economista y ocultista que afirmaba haber conocido al futuro Führer justo antes de la guerra del 14. Stein, que había nacido en Viena en 1891, era hijo de un rico abogado. Sería un erudito y un aventurero intelectual hasta su muerte, en 1957. Se licenció en ciencias y se doctoró en investigaciones psicofísicas por la Universidad de Viena. Luego se convirtió en experto en arqueología, arte bizantino primitivo e historia medieval; durante la primera guerra mundial, como oficial del ejército austríaco, fue condecorado por su valor.
En 1928 publicó un excéntrico panfleto, Historia del mundo a la luz del Santo Grial, que circuló por Alemania, Holanda y Gran Bretaña. Cinco años después, el Reichsführer Heinrich Himmler ordenó que se obligara a Stein a trabajar en el «Buró ocultista» de los nazis, pero Stein huyó a Gran Bretaña. La segunda guerra mundial le sorprendió trabajando como agente del espionaje británico. Después de colaborar en la obtención de los planes de la «Operación Sealion» -la invasión de Inglaterra que proyectaba Hitler- fue consejero de Churchill, como asesor sobre las creencias ocultistas del líder alemán.
Stein nunca publicó sus memorias, pero antes de morir se hizo amigo de un ex oficial de comandos de Sandhurst, ahora periodista, Trevor Ravenscroft. Usando las notas y las conversaciones de Stein, Ravenscroft publicó en 1972 el libro Spear of Destiny (La lanza del destino) que por primera vez llamó la atención del público sobre la fascinación que sentía Hitler por la lanza de los Habsburgo.
¿Qué atractivo podía ofrecer la Santa Lanza, un símbolo cristiano, para el ex católico y violentamente anticristiano Adolf Hitler? Ya se había entregado a violentos desvaríos antisemitas, era un devoto discípulo del Anticristo de Nietzsche y sostenía su condena del cristianismo como «la última consecuencia del judaísmo».
Parte de la respuesta se encuentra en una tradición ocultista medieval vinculada con la historia de la Santa Lanza. Como cuenta el evangelio de San Juan, el soldado romano que hirió el cuerpo de Cristo cumplió, sin saberlo, las profecías del Antiguo Testamento (los huesos de Cristo no serían rotos). Si no hubiese hecho lo que hizo, el destino de la humanidad habría sido diferente. Según San Mateo y San Marcos, la verdadera naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento al soldado, que se llamaba Cayo Casio Longinos: «Viendo el centurión que estaba frente a Él de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios». (San Marcos, 15:39)
Para la mentalidad ocultista, un instrumento usado para un propósito tan importante se transforma en un foco de poder mágico. Y, como dice suscintamente Richard Cavendish, hablando del Grial y la Lanza en su libro El rey Arturo y el Grial:
Una cosa no es sagrada porque es buena. Es sagrada porque contiene un poder misterioso y terrible. Es tan poderosa para el bien o el mal como una fuerte descarga eléctrica. Si es mal usada, por importantes y comprensibles que sean las razones, las consecuencias pueden ser catastróficas para personas totalmente inocentes.
La entrada triunfal de Hitler en Viena, en marzo de 1938. El Führer ordenó trasladar a Alemania el tesoro de los Habsburgo, incluida la Santa Lanza.
Según Stein, Hitler tenía conciencia de este concepto ya en 1912; de hecho, fue la obsesión de Hitler por la lanza y su poder de «varita mágica» el motivo de que los dos hombres de conocieran. En el verano de 1912, el doctor Stein compró una edición de Parsival, romance sobre el Grial del poeta alemán del siglo XIII Wolfram von Eschenbach, a un librero ocultista de Viena. Estaba llena de comentarios manuscritos en los márgenes, que mostraban una combinación de sabiduría ocultista y racismo patológico. En las guardas, su anterior propietario había anotado su nombre: Adolf Hitler.
A través del librero, Stein encontró a Hitler y pasó muchas horas con él, horrorizado pero fascinado. Aunque pasarían años antes de que el mísero pintor de cromos diera los primeros pasos por el camino del poder, poseía ya un carisma maligno. A través de su tortuoso discurso, una obsesión destacaba claramente: tenía un destino místico que cumplir y, según Stein, la lanza era la clave.
Hitler describió a Stein cómo había adquirido la lanza su especial significado para él:
Lentamente me apercibí de una presencia poderosa que la rodeaba, la misma impresionante presencia que había experimentado interiormente en esas ocasiones únicas de mi vida en que había sentido que un gran destino me aguardaba... una ventana en el futuro que se abría, a través de la cual veía, en un relámpago de iluminación, un hecho futuro, en función del cual sabía, más allá de toda contradicción, que la sangre de mis venas se transformaría algún día en el vehículo del espíritu de mi pueblo.
Hitler nunca reveló la naturaleza de su «visión», pero Stein creía que se había visto a sí mismo un cuarto de siglo después en la Heldenplatz, frente al palacio Hofburg, dirigiéndose a los nazis austríacos y a los desconcertados ciudadanos vieneses. Allí, el 14 de marzo de 1938, el Führer alemán anunciaría su anexión de Austria al Reich alemán... y daría la orden de llevar los atributos de los Habsburgo a Nüremberg, hogar espiritual del movimiento nazi.
Curiosidad sobre la "toma" de la lanza
La toma de posesión del tesoro constituyó un gesto de benevolencia sorprendente, considerando que Hitler despreciaba a la casa de Habsburgo, a la que consideraba traidora a la raza germánica. Sin embargo, el 13 de octubre, la lanza y otros objetos fueron cargados en un tren blindado provisto de una guardia de SS, y cruzaron la frontera alemana. Fueron instalados en el vestíbulo de la iglesia de Santa Catalina, donde Hitler pensaba instalar un museo de guerra nazi. Stein creía que, cuando Hitler tuviera la lanza en su poder, sus ambiciones latentes de conquista empezarían a crecer y florecer.
Si los conocimientos de Hitler sobre la historia de la lanza eran tan amplios como decía Stein, tiene que haber estado al tanto de las leyendas sobre el destino de Carlomagno, Barbarroja y todos cuantos la habían blandido como un arma y habían perecido cuando escapó a su control. La leyenda parece haber sido confirmada por una inquietante coincidencia que marcó el final de su conexión con la Lanza.
Después de los intensos bombardeos aliados de octubre de 1944, durante los cuales Nüremberg sufrió enormes daños, Hitler ordenó que la lanza, junto con el resto del tesoro de los Habsburgo, fuera enterrada en una bóveda construida especialmente. Seis meses después, el Séptimo Ejército norteamericano había rodeado la antigua ciudad, defendida por 22.000 SS, 100 panzers y 22 regimientos de artillería. Durante cuatro días, la veterana división Thunderbird martilleó a estas formidables defensas hasta que el 20 de abril de 1945 -el día en que Hitler cumplía 56 años- la bandera americana victoriosa fue izada sobre las ruinas.
Durante los días siguientes, mientras las tropas norteamericanas localizaban a los supervivientes nazis y comenzaba el largo proceso de los interrogatorios, la Compañía C del Tercer regimiento del Gobierno Militar, al mando del teniente William Horn, era enviada en busca del tesoro de los Habsburgo. Por casualidad, un proyectil había facilitado su tarea, volando una pared de ladrillo y dejando a la vista la entrada de la bóveda. Después de algunas dificultades con las puertas de acero de la misma, el teniente Horn entró en la cámara subterránea y echó una ojeada a la polvorienta oscuridad. Allí, sobre un lecho de descolorido terciopelo rojo, estaba la fabulosa lanza de Longinos. El teniente Horn extendió la mano y tomó posesión de la lanza en nombre del gobierno de los Estados Unidos. La fecha, 30 de abril de 1945, está registrada en los textos de historia.
Y, por escépticos que sean los críticos -acerca de Walter Stein, el ocultismo en general y las leyendas de la Santa Lanza en particular- también es un hecho histórico que a unos cientos de kilómetros de distancia, en un bunker de Berlín, Adolf Hitler eligió esa tarde para coger una pistola y quitarse la vida.
Hitler y el Ocultismo
La relación de Hitler con la astrología y la predicción en general se ha debatido mucho. También se ha dicho que poseía poderes precognitivos y que eso le permitió prever la falta de oposición a las invasiones de Austria y Checoslovaquia. Pero el verdadero talento de Hitler era su asombrosa capacidad para juzgar el estado de ánimo político de Europa... y hasta esta intuición lo abandonó cuando decidió invadir Polonia, en 1939.
Josef Goebbels, ministro de propaganda, usó la astrología con inteligencia y cinismo, citando a Nostradamus, por ejemplo, en apoyo de la dominación nazi. Pero el propio Hitler, así como Himmler, jefe de las SS, tomaban en serio a la astrología.
Considerando su interés generalizado por él ocultismo, muchos han sugerido que, en la jerarquía nazi, Hitler y Himmler por lo menos fueron «magos» en un sentido real. Pero quienes lo afirman tendrían que responder a una pregunta. ¿Por qué cuando los nazis llegaron al poder los escritos y las prácticas ocultistas fueron rigurosamente eliminados?
Efectivamente, en 1934 se tomó la primera medida contra las prácticas ocultistas; la policía de Berlín prohibió todas las formas de adivinación del futuro, desde los quiromduticos de feria hasta los astrólogos de sociedad. Era seguro que las órdenes provenían de lo alto, ya que entre los oficiales de policía que las hacían cumplir reinaba una gran confusión en cuanto a las intenciones que las inspiraban. Simultáneamente, requisaban libros «inocentes» y dejaban pasar libros sobre conjuros mágicos y obras similares.
Después vino la supresión de todos los grupos ocultistas, incluidas la Orden Germana y la Sociedad Thule, ante la sorpresa y el disgusto de sus socios. Ambas contaban con muchos miembros nazis, por supuesto, pero ni por eso se hizo una excepción. A Jörg Lanz von Liebenfeis, por ejemplo, cuyos escritos inspiraron buena parte de la mística racial germana, y que se jactaba de haber sido el «gurú» de Hitler y de haberle introducido en los grupos ocultistas, se le advirtió que en el futuro se abstuviera de publicar más obras.
El acorazado de bolsillo alemán Prinz Eugen, que fue localizado por el ocultista Ludwig Straniak por el simple método de balancear un péndulo sobre un mapa. Después de presenciar sus convincentes demostraciones, el mismo Hitler se interesó y más tarde se obsesionó con el sistema.
Con la única excepción de «miembros del núcleo del partido», como algunos ayudantes personales de Himmler, los ocultistas de todas clases fueron suprimidos u obligados a esconderse en los países ocupados por Alemania en 1940.
La respuesta a este enigma ha sido señalada por escritores como Francis King y J. H. Brennan. Arguyen que en otros regímenes totalitarios -la China de Mao, por ejemplo, o la Rusia de Stalin- los ocultistas no fueron objeto de una persecución sistemática. Es cierto que Stalin persiguió a masones, cabalistas y grupos similares, pero sólo porque formaban sociedades secretas per se, no a causa de sus actividades «mágicas». En China, aún después de la revolución cultural, videntes y astrólogos eran mal vistos, por supersticiosos, pero no se tomaron medidas graves contra ellos. Eran objeto de burla, no de persecución. Los regímenes autoritarios no parecen temer las prácticas mágicas como tales.
En cambio, la Alemania nazi tenía que liquidar a los ocultistas «independientes» porque así liquidaba a sus rivales, de la misma manera que Stalin tuvo que perseguir a los trotskistas.
Tan sólo sobrevivió un movimiento ocultista en el Tercer Reich, y estaba escondido en lo más profundo de sus meandros. Era dirigido por su mago supremo, Adolfo Hitler, y su acólito Heinrich Himmler; ambos eran poderosos magos negros.
Supertecnologia avanzada a su epoca
En los últimos meses de la II Guerra Mundial, los militares aliados, desde los pilotos de los bombarderos que diariamente arrasaban ciudades, nudos de comunicaciones y centro de producción alemanes, hasta los simples soldados de infantería, contemplaron con sorpresa cómo el armamento que empleaba el enemigo era cada vez más extraño y sofisticado, hasta el punto de llegar a crear un mito: la existencia, en la Alemania del año 1945, de armas maravillosas que a punto estuvieron de cambiar el resultado de la contienda
¿Podría haberse adelantado a su tiempo la Alemania nazi en cuanto a tecnología militar?
Lo curioso de esta creencia es que en gran parte es verdad. Acciones ocasionales espectaculares llevadas a cabo por militares alemanes con sus nuevas armas, como la espectacular destrucción del puente de Remagen sobre el Rhin, en un audaz ataque de los bombarderos y cazas a reacción Ar-234 y Messerschrnitt Me-262, o la destrucción en Normandía de 25 carros de combate británicos en un solo día por un solitario carro Tiger, alimentaron aún más la convicción de que si la guerra no acababa pronto, los aliados podían encontrarse con un gran problema.
Hoy en día se sigue investigando cómo fue posible que Alemania, aun a pesar de ser una de las naciones más avanzadas del mundo pudiera desarrollar en tan poco tiempo máquinas tan asombrosas.
Lo cierto es que aunque la propaganda oficial aliada intentara convencer, a principios de los años 40, de la mente "cuadrada" de los alemanes y de su incapacidad para tener ideas originales que pudieran aportar nada nuevo al campo del armamento avanzado, el conjunto de creaciones fue sencillamente alucinante e incluía desde rayos sónicos para derribar casas hasta platillos volantes, desde fusiles que lanzaban balas que doblaban esquinas hasta cañones cargados con proyectiles de "aire".
Afortunadamente para el mundo, los aliados contaron a su favor con factores de orden político y estratégico que entorpecieron el desarrollo de muchos de los programas de investigación del Reich en el campo militar, obligado a suspender algunos estudios revolucionarios, como fue el caso de las creaciones de Lipish y sus extrañas aeronaves. Aunque los logros nazis no dejaron de ser irregulares y la propia amplitud de las investigaciones impidió que se lograsen buenos resultados, lo cierto es que a comienzos de 1945 los alemanes contaban con prototipos de armas que bien pudieran haber cambiado el resultado de la guerra.
El Ingenio Al Poder
Si la II Guerra Mundial hubiera acabado un año más tarde, ¿quién sabe cual hubiera sido su fin si los nazis hubieran desarrollado todos sus prototipos?
A comienzos del siglo XX el desarrollo de la ciencia en Alemania era tan alto que su capacidad de investigación e innovación no tenía rival entre los países desarrollados. La consideración social de los científicos era muy elevada. En los años 30 y merced a su fuerte sistema propagandístico, los nazis hicieron que los científicos y los técnicos gozaran de una estimación como nunca habían tenido, siendo común aspiración el poder incorporarse a estas profesiones y triunfar en su ámbito.
Con la llegada al poder de los nazis se fue produciendo un sutil cambio. El profundo antiintelectualismo del régimen nazi y su alejamiento de las doctrinas oficiales de los centros de investigación universitarios facilitó la búsqueda de soluciones originales, que permitieron alcanzar en los años 40 logros inimaginables una década antes.
Todos los expertos en armamento del III Reich han destacado un hecho evidente: si la investigación se hubiese adelantado tan sólo un año, el resultado de la contienda podía haber sido muy distinto. Cuando el alto mando de la Werhmacht se dio cuenta de la utilidad de algunas de las creaciones de sus técnicos, la situación era ya muy mala, por lo que las prioridades alemanas se orientaron a las necesidades más inmediatas, es decir, las armas que podían tener un uso directo en la batalla, desatendiendo proyectos muy ambiciosos que exigían una elevada inversión en dinero y tiempo, algo con lo que el Reich no contaba.
No obstante, a pesar de la premura de tiempo, de la escasez de materias primas y de la situación en ocasiones agónica en la que se trabajaba, los investigadores alemanes llegaron a alcanzar cotas de creatividad que parecen sencillamente milagrosas. Hay razones que lo facilitaron; en primer lugar la evidencia probada de que toda guerra es un buen caldo de cultivo de toda clase de inventores pintorescos; en segundo lugar, las aplicaciones revolucionarias que a partir de 1943 los alemanes situaron en primera línea de batalla obedecía a la pura y simple confianza que los soldados tenían en la capacidad de sus técnicos y científicos. Las unidades de combate creían en sus prototipos más que en el propio Alto Estado Mayor. La técnica alemana aportó soluciones revolucionarias a los problemas derivados del combate moderno que incluso en nuestros días harían de la infantería alemana del año 45 un rival formidable para cualquier ejército moderno.
De La Ciencia A La Magia
Ya a principios de los años 40 se empezaron a diseñar visores nocturnos.
El primer ejemplo de investigación de "armas mágicas" nació a principios de los años 40, cuando los técnicos comenzaron a desarrollar visores capaces de ofrecer al soldado visión total y efectiva en la más completa oscuridad. En un principio consistían sólo en una pequeña cámara de mano que funcionaba como un revelador de fotografía, transformando los rayos infrarrojos invisibles en luz visible. Una lente convexa enfocaba los rayos hacia una pantalla, convirtiéndolos en rayos catódicos que eran dirigidos hacia una pantalla fluorescente, por lo que la radiación infrarroja se hacía visible como en una pequeña televisión. En un principio se probó con éxito como localizador de emisiones infrarrojas, lo que permitía atacar objetivos ocultos que produjesen calor (motores de vehículos, artillería, etc.).
Los modelos de radiadores infrarrojos del año 45 equipaban series completas de los más avanzados carros de combate (como el Tigre Real o el Panzer V) y eran capaces de localizar los vehículos enemigos con una precisión asombrosa. Algunos detectores podían situar la posición de una cañón enemigo a más de 130 km. de distancia, con un error de un minuto de arco. Los modelos más ligeros fueron instalados sobre fusiles de asalto Std-44, para crear unidades de cazadores nocturnos nachtjäggers, que equipados con el "ojo mágico" podían acechar a sus enemigos en medio de la noche. Estos asombrosos modelos funcionaban además con energía solar, recargándose con una exposición a la luz diurna de un cuarto de horn diario.
El soldado de infantería recibió también en los últimos meses de guerra algunas sorprendentes mejoras para facilitar su supervivencia. El más conocido es el panzerfaust o terrible "puño de hierro", arma antitanque de carga hueca fabricada de forma masiva. Asimismo, el profesor Schick, creador de los primeros blusones de camuflaje y el mayor experto de su tiempo en polimimetismo, llegó a elaborar un modelo llamado Leibenmuster para las SS, en un tejido similar al linen/rayón con una especial impregnación que le permitía evadir los rayos infrarrojos del enemigo. A este tipo de creaciones podríamos sumar los Goliath, ingeniosos robots blindados y teledirigidos por cable, que montados sobre orugas podían ser usados contra posiciones fortificadas, bunkers o cargos de combate.
Pero en medio de tanta genialidad también aparecieron prototipos inútiles o anecdóticos. Un ejemplo fueron las armas capaces de disparar "al otro lado de la esquina". Al parecer, la idea surgió entre los granaderos y fusileros que combatían en el frente italiano y que se encontraban, una y otra vez, envueltos en complicadas luchas callejeras, casa por casa. El artefacto, consistía en un sencillo sistema que añadía un pedazo de cañón curvo a la boca de un fusil rialto Stg-44. Se hacían algunos orificios en el comienzo de la curva para permitir el escape de los gases y frenar un poco la bala y se les acoplaba encima una mira telescópica voluminosa. Disparar este arma producía un movimiento extraño, que además del retroceso hacia arriba hacía que la bala saliera exactamente a 30° de la línea original del cañón.
Más Alto, Más Rápido, Más Lejos...
Pocas investigaciones militares alemanas han despertado más la imaginación popular que los diseños de naves voladoras de todo tipo. Es absolutamente imposible saber qué llegaron a idear exactamente sus técnicos y millares de documentos siguen en proceso de análisis. Pero de lo que no hay duda es de que constituyeron el primer paso hacia la astronáutica y que algunos diseños fueron tan alucinantes que son muchos los que se resisten a creer en su existencia.
Los experimentos alemanes con aeronaves a reacción comenzaron en secreto en los años 30; a comienzo de los 40, los prototipos de aviones a reacción eran ya una realidad. Hubo decenas de proyectos que alcanzaron un estado muy avanzado y centenares que quedaron en el tablero de dibujo o que apenas pasaron de ser una ilusión. Nosotros no nos ocuparemos aquí de los sofisticados aviones que llegaron a volar durante la guerra, como el Heinkel He-162 "Salamander", o los conocidos Messerschmidt Me-262 y Me-163, ni tampoco de las aeronaves de las que no hay pruebas sólidas de su existencia, como los platillos volantes Kügelblitz, sino de proyectos reales que de haber entrado en servicio hubiesen situado a la aeronáutica alemana décadas por delante de los aliados. Veamos algunos ejemplos:
*Focke-Wulf "1.000 x 1.000 x 1.000": se denominó así en razón de los objetivos pretendidos: llevar mil kilos de bombas a mil kilómetros por hora y a mil kilómetros de distancia. Era un bombardero pesado con ala delta, que convertiría en escombros las ciudades inglesas y rusas. Con la velocidad prevista hubiese sido inalcanzable para los cazas aliados, como un fantasma.
*Bachem 8-349A1 "Natter": Caza cohete de "usar y tirar" que llegó a realizar un vuelo de prueba tripulado. Se trataba de un avión barato concebido para destruir las formaciones de bombarderos enemigos. Pesaba sólo 1.960 kilogramos y tenía una longitud de 14 metros. El interceptor cohete se lanzaba desde una rampa y tenía que aproximarse a gran velocidad a un avión enemigo para lanzarle una descarga de doce cohetes antiaéreos de 73 mm. y luego huir, momento en el cual la cabina del piloto se desprendía y éste caía en paracaídas.
*Focke-Wulf Fw-03 "10.225": En este caso los ingenieros buscaron un bombardero con capacidad para alcanzar los Estados Unidos. Era una nave enorme, con un fuselaje central y dos accesorios, que transportaría 3.000 kilogramos de bombas a 8.000 kilómetros de distancia. Armado con 9 cañones y 4 ametralladoras, y pudiendo alcanzar los 9.000 metros de altura, constituía un desarrollo magistral.
*Focke-WuIf "Triebfluegel": el extraño coleóptero es uno de los primeros ejemplos de despegue y aterrizaje vertical. Aunque era un modelo factible que hubiese superado la velocidad del sonido, la apatía oficial impidió su construcción y estaba todavía en fase de diseño al acabar la guerra. Los tres largos brazos actuaban como las palas de un helicóptero y elevaban al avión. Cada pala tenía en sus extremos un pequeño motor a reacción.
*Horten Ho-IX-A: Ala voladora a reacción impulsada por los reactores y armada con cuatro cañones de 30 mm. Los trabajos realizados por los hermanos Horten no acabaron con el fin de la guerra, pues en Estados Unidos continuaron sus investigaciones en el laboratorio militar de White Sands, en Nuevo México, donde contribuyeron a los desarrollos de las primeras alas voladoras Northrop.
Misiles y Cohetes: El Arma Decisiva
Los nazis crearon los primeros misiles teledirigidos del mundo. También fueron los pioneros referente a tecnología de cohetes y misiles balísticos.
Los cohetes fueron los que dieron a los técnicos la esperanza de obtener un arma decisiva, y casi lo logran. Todavía hoy los Misiles Balísticos Intercontinentales ICBM siguen siendo el principal elemento de disuasión de las grandes potencias y todos, sin excepción, tienen su origen en los logros alemanes de la II Guerra Mundial y en los estudios de Tsiolkovsky, Goddard y Oberth, creadores de los primeros cohetes eficaces.
En una curiosa obra de 1923 titulada El cohete marchando hacia el espacio interplanetario se abordó por vez primera el proyecto de crear un cohete no muy diferente de lo que luego fue el V2. Sus ideas, continuadas por Poggensee y Winkler, fueron decisivamente apoyadas por la Oficina de Pruebas del Ejército y por la división de cohetes dirigida por el entonces capitán Walter Dörnberger, quien tenía como misión construir cualquier cosa que volase más alto, más lejos y con más poder que cualquier arma conocida.
Tras instalar un gran complejo en la isla báltica de Peenemünde, cientos de científicos, muchos sin saber qué finalidad tenían sus trabajos, crearon las bases de los primeros misiles teledirigidos del mundo: las bombas volantes V1 y V2. Pero Dörnberger no llegó a convencer a Hitler sobre su eficacia hasta 1943, momento a partir del cual gozó de fondos ilimitados.
Además de estas armas de represalia dirigidas contra las ciudades aliadas (principalmente Londres), se idearon otros interesantes proyectos, como el BV-143 y BV-246, misiles crucero contra la navegación que debían volar a ras de agua; o la terrible SD-1400, una bomba antiblindaje con alas, que lanzada desde un avión hundió el acorazado Roma.
Sin duda de todas las armas antibuque la más conocida fue la HS-293 y sus sucesoras, que lanzadas desde aviones y guiadas por radio hundieron decenas de barcos aliados. Además, los resultados experimentales facilitaron la creación de cohetes susceptibles de ser usados como apoyo a las tropas de tierra. El catálogo era realmente impresionante, desde el Rheinbote (mensajero del Rhin), un terrible misil táctico tierra-tierra, lanzado por vez primera durante la ofensiva de las Ardenas en diciembre de 1944, hasta los primeros misiles antiaéreos como el Rheintochter. Y si el fin de la guerra no lo hubiera impedido, las V9 y V10 que se preparaban en abril del 45 en los complejos industriales subterráneos del macizo montañoso del Hartz hubieran permitido a los nazis bombardear los Estados Unidos.
A Un Paso De La Ciencia Ficción
A principios de los 40, el doctor Richard Wallauschek desarrolló un arma revolucionaria a la que denominó "cañón sónico". Estaba formado por dos reflectores parabólicos conectados por varios tubos que formaban una cámara de disparo. A través de los tubos entraba en la cámara una mezcla de oxígeno y metano que era detonada de forma cíclica. Las ondas de sonido producidas por las explosiones, por reflexión, generaban una onda de choque de gran intensidad que creaba un rayo sónico de enorme amplitud. La nota aguda que enviaba superaba los 1.000 milibares a casi 50 metros. A esta distancia, medio minuto de exposición mataría a cualquiera que se encontrara cerca, y a 250 metros seguiría produciendo un dolor insoportable. Esta curiosa arma no fue nunca empleada en un campo de batalla (era muy voluminosa, pues el segundo reflector medía más de 3 metros), aunque hay rumores de que se usó con animales.
En cuanto al "rayo torbellino" se construyó en el Instituto Experimental de Lofer, en el Tirol austriaco. Diseñado por el doctor Zippermeyer, tenía como base un mortero de gran calibre que se hundía en el suelo y disparaba proyectiles cargados de carbón pulverizado y un explosivo de acción lenta. La mezcla, al explosionar, debía crear un tifón artificial que derribaría cualquier avión que se encontrase en las proximidades. La idea era buena y es probable que los cambios de presión hubiesen provocado una tensión en las alas suficiente para destruirlas. Aún más original era el "cañón de viento". Feo y grotesco en apariencia, estaba construido con un gran caño curvo con un codo en forma de giba y apoyado en un enorme afuste. Era una maravilla de precisión química, pues actuaba con una mezcla crítica de oxígeno e hidrógeno en proporciones moleculares seleccionadas. Lanzaba, tras una violenta detonación, un proyectil de "viento", una especie de taco de aire comprimido y vapor de agua con potencia suficiente para simular el efecto de una granada. Las pruebas se realizaron en Hillersleben y se logró destruir planchas de madera de 2,5 centímetros de grosor a 183 metros de distancia. Un prototipo experimental se instaló en un puente sobre el Elba poco antes de acabar la guerra, aunque nunca llegó a ser usado.
Otra extraña idea que ha tenido eco en la prensa más sensacionalista y conspiranoica es la "bomba endotérmica", sobre la cual hay muy pocas pistas. Se trataba de bombas que serían lanzadas por aviones de gran radio de acción y con capacidad para, al detonar, crear una zona de intenso frío que congelaría en un radio de un kilómetro toda forma de vida de manera temporal. Esta ingeniosa arma "ecológica", que no destruía el lugar ni las propiedades era muy apreciada, pues no generaba radiación.
Las investigaciones sobre alteración del clima en todas sus formas alcanzaron cotas que desconocemos, pues las pruebas fueron destruidas. No obstante los alemanes confiaron en estas armas climáticas hasta después de acabada la guerra, sin que sepamos todavía con qué objetivos. No es casual que la última unidad militar alemana que se entregara fuera la que ocupaba la estación de investigación metereológica de la isla ártica noruega de Spitzbergen, en septiembre de 1945, más de seis meses después de la caída de Berlín y sólo al saber que se había rendido Japón. Uno de los misterios de la II Guerra Mundial aún por desentrañar
Las armas secretas no fueron meros caprichos ni rumores. Por el contrario, fueron creaciones sólidas, en ocasiones muy eficaces y con un poder aterrador; que hoy, en el siglo XXI, siguen despertando admiración, aun siendo la prueba viva de lo que el ingenio humano puede hacer cuando se conduce de manera fanática y cruel.
Imaginación Organizada
El régimen nazi del III Reich tenía instalaciones para el desarrollo de proyectos militares que ni aún hoy han sido superadas.
Los proyectos militares secretos son caros. Por eso, en la Alemania del III Reich, al igual que ocurre en la actualidad en los EE.UU., una parte considerable de la investigación se encontraba en manos de compañías privadas como Krup o Mauser, verdaderos macrocomplejos industriales con fábricas e intereses en todo el mundo, principalmente en América del Sur, lo que les permitió trabajar aislados y evadir las restricciones impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles. Al frente de la investigación del Ejército se encontraba el ministro de Armas y Producción de Guerra dirigido por Albert Speer. De él, dependían el Hereeswaffenamt Prüfwesen, la Oficina para Armamento para el Ejército, conocido como Wa Prüf, y la Sección de Investigación de Armas o Waffen Forschungs.
Ambas organizaciones eran controladas por la Hereeswaffenamt u Oficina de Armamento dirigida durante la guerra por el general Becker y a su muerte por el general Leeb, quienes se organizaron en subdivisiones orientadas a cada tipo de proyecto: armas y municiones, señales, equipos ópticos y comunicaciones, ingeniería y cohetes. En la Marina había algo similar. Se trabajaba en subgrupos especializados y con apoyo de compañías privadas. La División Naval de Armanento Marine Waffenamt dependía también de Speer y contaba además con las divisiones experimentales, que filtraban cada proyecto mediante la aplicación intensiva de controles que garantizaban los mejores productos, con unos requisitos de calidad cada vez mayores. Pero sin duda por su complejidad y logros destaca la inmensa maquinaria creada por Goering para su Luftwaffe, la cual estaba bajo su total control, por encima incluso del poderoso Speer.
A través de la Techniches Amt dirigida por el general Udet, contaba con unidades especializadas en motores, armas, bombas y torpedos, comunicaciones y radares, equipo de tierra, etc. Con personal cualificado, motivado y con salarios muy altos, los logros estaban garantizados. Los centros de trabajo como el Instituto Goering de Armas Aéreas, camuflado en el subsuelo de un bosque, tenían unas instalaciones tan formidables que ni aún hoy han sido superadas.
Guerra Biológica
Si en algo destacaron los alemanes en los siglos XIX y XX fue en la industria química. En el campo de los gases nerviosos, Alemania disponía desde el año 39 del Tabun (óxido de cianodimetilamonatosfosfina), al que siguió el Sarin (fluorometilpinacoliloxifosfina), y más adelante el Soman. Se trataba de líquidos incoloros que afectan a los centros nerviosos, provocando una muerte horrible acompañada de vómitos, náuseas, diarrea y contracciones musculares. Una décima de miligramo basta para matar a un ser humano. Los alemanes los probaron en campos de concentración, pero no se atrevieron a usarlos en la guerra por temor a represalias aliadas. En el campo de la guerra biológica desarrollaron un arma basada en el clostridium botulinum, bacteria que produce como sustancia residual de su metabolismo el toxin botulin, el veneno más poderoso conocido. Se diseñó un sistema de nebulizadores que podían soltar el veneno pulverizado en la niebla, para que el viento llevase la nube de muerte hasta Inglaterra. Por suerte, el miedo a un contraataque detuvo el proyecto.
Seguire añadiendo cosas mas adelante espero que os guste
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