Seamos sinceros, el mercado del videojuego ha alcanzado unas cuotas de mercado impensables hace una década, hoy por hoy genera más beneficios que el cine. La inmensa mayoría de las compañías y distribuidoras quieren beneficios, al igual que sus accionistas y dando al público mayoritario lo que quieren es precisamente la forma de obtener tales beneficios. Llevamos una generación entera de consolas y Pc tirando de re-makes, segundas-terceras-cuartas partes, mostrando una y otra vez lo mismo ya visto mil veces antes pero con mejores gráficos, con animaciones más fluidas y realistas, con música de los grupos de moda, efectos cada vez más espectaculares etc etc... todo ello a costa de la innovación, de la originalidad, de la profundidad y, para un sector, la diversión. Creo que el último juego con el que realmente disfruté fue ShenMue en Dreamcast, desde entonces han desfilado una infinidad de juegos por delante de la pantalla de mi televisor y PC, algunos me han enganchado y pocos me han hecho disfrutar como un gorrinito jugandolos, pero seguían siendo títulos a los que les faltaba algo, no me han dado ganas de rejugarlos y simplemente he atesorado esos buenos ratos pasados en mi memoria intentando olvidar esa falta de chispa. Puede ser que peque de optimista pensando que dentro de poco volverá la originalidad y las apuestas arriesgadas al mundo del videojuego, encontrarme juegos simplemente adicctivos, que me trasladen a mundos mágicos, oscuros, futuristas y que me hagan recordar aquellas tardes cuando despues de una buena rebanada de nocilla iba el sexsagésimo intento de rescatar a la princesa Zelda.