El Páramo de Sía-Capítulo 16

XVI


De algunas de las ciudades salían familias enteras llevando en pequeñas naves decenas de muebles y pertenencias huyendo a cualquier lugar.

-Las cosas están muy mal-Shue conducía sin prestar especial atención a lo que asombraba a Henry. El joven miraba por la ventanilla y las lágrimas le saltaban a los ojos- Los ádahas tomaron hace tiempo la capital. Me gustaría que la vieras porque en verdad era algo excepcional. Con el palacio de nuestro Prometeo...

La voz del hombre cambió de tono entonces...

-¿Donde está nuestro ejército?

-¡Aquí!- exclamó Shue, y haciendo una maniobra algo brusca aterrizó en la falda de una montaña.

Varias especies de arbustillos silvestres rozaban las demacradas botas de Henry mientras corrían al trote hacia las montañas. Era muy grandes y verdosas, con enormes manchas de bosques. Enseguida llegaron al camino donde dos arbustos reconocieron a Shue y se levantaron. Eran dos soldados armados con rifles boot y vestidos de camuflaje. Indicaron al hombre donde se encontraba el vehículo que posteriormente tomaron para subir por el camino. Los baches hacían que Henry chocaran contra el techo. Shue mientras contaba a Henry cómo habían llegado a tener que esconderse de los ádahas, que aquella zona montañosa era la única que no habían tomado todavía y que la cosa no parecía que fuera a durar mucho. Le estuvo contando que solamente luchaban con la esperanza de que Prometeo volviera a dirigirles. Luego habló Henry a petición de Shue que demandaba una mayor extensión de la historia de cómo había llegado allí, y de porqué estuvo donde estuvo. Sin que Henry le dijera nada de la verdad, o de la que de veras importaba, el conformista cerebro de Shue pareció contentarse y creérselo. Al fin llegaron.

Se trataba de una ciudad entera levantada entre la montaña más alta, un pequeño valle formado por las adyacentes de menor altura y un bosque. Se dirigieron directamente al final. Donde un gran caserón de madera se levantaba y destacba del resto.

Cuando el soldado les abrió la puerta Henry vio el interior tan solo iluminado con algunas linternas de viaje pegadas a las paredes. Comenzó hablando Shue:

-Buenos días, señora. Creo que hay un soldado al que debería conocer- La mujer miró a Henry

-No parece un soldado, parece más bien un mendigo- Henry cayó entonces en la cuenta de su desarreglado aspecto

-No mire la barba y fíjese un poco más adentro, Doctora- Dijo Henry. Su mirada y el tono de voz la habían delatado, aunque ahora tuviese otro cuerpo.

Los ojos de la mujer temblaron con las lágrimas. Solamente dos personas la podían llamar así, una era Daev, que no estaba, la otra era....

-Henry...-alcanzó a susurrar- Henry, bendito seas- Y se lanzó a sus brazos. Seguía casi sin reconocerle, pues la última vez que lo vio no era más que un niño gordito, y ahora era un todo un hombre, formado y endurecido por la vida a la intemperie. Y su mirada, la mirada de Henry delataba una increíble dureza, y un aspecto de cansancio espiritual enorme.

-Ven, te voy a presentar...esta es mi nueva alumna. Estoy enseñando otra vez los principios ádahas, aunque algo cambiados, obviamente. Espero no estar haciéndolo mal. Se llama Ahn.

Henry observó a la muchacha. Era de aspecto menudo, con un precioso pelo negro y una piel muy morena. Se quedó a cenar, junto con Shue, y hablaron durante horas, riendo y recordando anécdotas. Al final de la noche Henry se desveló ante Shue y Ahn, quienes de no ser por el apoyo de Theis no habrían creído ninguna de sus palabras.

-Lamento haberte mentido antes Shue

-De ninguna manera lo lamente, Pro...pro...Prometeo

-Llámame Henry, y háblame como hasta ahora, no soy ningún dios

-Henry, tengo que marcharme a avisar a Daev- Dijo severa la Doctora-. Hace unos días partió al frente para distraer a los ádahas. Pero las cosas han cambiado y tiene que saberlo

-¿Distraer?- preguntó Henry

-Dentro de un par de días vendrán unas naves de carga que técnicamente nos ceden los ádahas para evacuar a los heridos a zonas más alejadas. Las íbamos a utilizar para escapar de Sía y partir rumbo a la tierra mientras lo que quedaba de nuestras tropas...

-Morían en el campo de batalla- Completó Henry- La cosas no han cambiado tanto, bueno, sí. Lo único que nos queda ahora por saber es si para bien o para mal

-¿Qué quieres decir?
-Cuando dejé el mando de los ádahas estaban cerca de la Tierra. A estas alturas debe ser suya. Iré yo al frente

-¡Ni hablar!- Cortó la Doctora- Eres más útil vivo. Te enviaremos a alguien con la información exacta de la capacidad de fuego de nuestro ejército. Lamentablemente hemos perdido comunicación con los del frente. Pero varios mensajeros nos informan a menudo del desarrollo de las batallas- Henry sabía que tenía razón, que no podía ir

-Ten mucho cuidado. Tenemos muchas cosas de qué hablar- Y la abrazó muy fuerte, como a una madre, pues en parte así lo sentía dentro de él, pues nunca tuvo padres, ni tíos, ni abuelos ni familia, y Theis era en su corazón lo más semejante a una madre.

Durante la semana en la que la Doctora estuvo fuera, Henry se dedicó a pasear por la ciudad, a preguntar a la gente por Prometeo, quería saber hasta que punto le amaban, o le odiaban. Al segundo día se acercó Ahn, quien sentía una gran curiosidad. Llevaba meses aprendiendo los principios ádahas y tenía delante de él al que se supone llegó a ser el máximo exponente. Pasaron muchas horas hablando.

-Debiste sentirte muy solo allá lejos, ¿verdad?

-Llevo sintiéndome solo toda la vida

-¿Cómo era la doctora antes?

-Mucho más alta- bromeó Henry- Pero igual de buena

-No entiendo lo que es eso de la baisa

-Digamos que cada persona tiene un alma en su cabeza. Es la unión de todos los factores que han intervenido en su vida. Todos sus recuerdos y todas las improntas de aquellas sensaciones que experimentó durante su vida quedan impresas allí. Existe un método para extraer eso. En realidad es la información que dice quienes somos en nuestro cerebro. Se puede implantar por medio de una pistola especial en la mente de otra persona. Si ahora lo hiciéramos conmigo, por ejemplo, y te lo pusiéramos a ti, en realidad lo que quedaría sería un precioso cuerpo de Ahn que pensaría, actuaría y hablaría como Henry. Sería Henry encerrado en tu cuerpo...

-¿Y yo dejaría de existir?

-Algo así...lamentablemente no se pueden compaginar dos baisas...ambas mentes tendrían que ser muy fuertes, y siempre una suplanta a la otra. Por eso los soldados ádahas son tan buenos, y tan malos. Porque no son individuos. Están creados genéticamente como personas aleatorias pero sus baisas son artificiales, con los comandos de respuesta que el Alto Mando quiere. Pero son miles de copias de una sola, así que todos recuerdan lo mismo, y todos piensan lo mismo. Solo los oficiales son únicos ádahas entrenados desde el nacimiento.

Ahn abrazó a Henry...

-No volverás a sentirte solo...te lo prometo- Y le besó en la mejilla. Henry sintió una sacudida en el estómago como jamás había sentido hasta entonces.

Cuando hubo anochecido Ahn fue a dormir. Henry se quedó en lo alto de aquella colina admirando el cielo. No había luna, y todas las estrellas brillaban al máximo. Volvió a ver a la suya, mirándole de forma perenne. Y lloró. Deseó que las palabras de su amiga fueran ciertas, y que nunca volviera a sentirse solo. Llevaba varios días hablando con ella y el tiempo se le había pasado volando. Se dio cuenta de que hacía casi una semana que no llegaban noticias, y que estarían al caer. Se levantó, se secó y se estiró la nueva ropa. Era bastante cómoda. Le habían dado una para pasar desapercibido en la ciudad. Una hecha de una especie de piel flexible de color oscuro acolchada en la zona del pecho y de los hombros...Como una especie de coraza negra mullida por fuera pero dura por dentro. El mono de debajo era blanco. Con la coraza se le veían en la noche casi solo las piernas. Los brazos iban al descubierto rematados por guates negros, y en los pies botas de campaña también negras. El uniforme se completaba con la boina o el casco, que nunca se ponía.

Lamentaba recordar la otra vestimenta que le esperaba colgada en el armario. La de General. Ahora era General de las tropas que quedaban de su ejército. Entro en la cabaña ahora tan solo iluminada con la tenue luz de una linterna de viaje a medio gastar. En cuanto entró su cerebro ya había percibido un cuerpo de más en la habitación. Cuando pasó cerca de la mesa cogió una silla y se giró a la figura que lo observaba desde la oscuridad de una esquina. Justo antes del impacto se dio cuenta de que era Ahn, que no estaba en su habitación. Dejó la silla.

En el momento en que él la iba a recriminar por el susto ella le puso un dedo en los labios y susurró. Le cogió de la mano y he hizo que la siguiera por las escaleras que ascendían hasta la parte superior de la cabaña. Allí salió por la ventana y esperó a que Henry terminara de hacer lo propio. Estaba de pie sobre el tejado de madera. Toda la ciudad quedaba en silencio y casi podían oírse el crepitar de las estrellas. Henry podía ver ligeramente iluminada a Ahn, cuyo rostro a la luz del cielo resultaba particularmente hermoso.

Ahn comenzó a dar vueltas alrededor de Henry. Cuando estuvo detrás le pasó la mano por debajo de los brazos y le desabrochó el peto. Se lo deslizó por el cuello para quitárselo y lo dejó a un lado. Volvió a dar vueltas y esta vez por delante le desabrochó el mono que quedó colgando una vez le sacó de las mangas. Henry sentía como el viento lamía su piel de cintura para arriba, pues tan solo había bajado el mono hasta ahí. Cuando le hubo quitado las botas le despojó totalmente del mono y de toda la ropa. Henry se sintió bien, sin vergüenza pese a estar desnudo ante Ahn.

Entonces Henry comenzó desnudar a Ahn. Sus ropajes eran más sencillos. Una simple túnica de lino sobre anchos ropajes de fina tela. Pronto la hubo desnudado. Bajo las estrellas ambos se abrazaron y se dieron calor. “Nunca volverás a sentirte solo” susurró ella a su oído. Y le besó.

Allí mismo, bajo las estrellas, hicieron el amor muy tiernamente, sin hablar, sin pedir nada al otro. No fue una vez solo, ni dos. Lo hicieron varias veces, a cada cual con más amor y comprensión. Nacía dentro de ellos la incontrolable sensación de complicidad y entrega. Así pasaron toda la noche, y así se descubrieron al alba. Ella jugando a dibujar pequeños círculos sobre el vientre de Henry, y él jugando con el pelo de ella.
Este capitulo es el q mas me ha gustado...:):):)

La verdad es que le hacia falta un poco de "amor"a esta historia

¿ Ahn es un poco pendona no? [sonrisa]
Está enamorada...eso es todo...piensa lo que harías tu por amor...aunque ya se que todo lo que fuera necesario...(en terminos normales, no pienses mal)...aunque quien no haría nada por tu chico...si es que al final hasta se deja querer y todo... [360º]
UUUHYYY!!!

Si ya sabia yo que entre vosotros habia algo mas q amistad[amor] [burla2] X-DX-DX-D
Originalmente enviado por Donyla
UUUHYYY!!!

Si ya sabia yo que entre vosotros habia algo mas q amistad[amor] [burla2] X-DX-DX-D



No lo sabes tu bien...XD XD XD [sonrisa] [sonrisa] [sonrisa]
Bonita.... pero te me estas hablandando demi, no sé que ronda por tu mente,.... me preocupas. :p

Debo ser critico contigo, me gustaban más como antes, más complicados, más enrevesados, más distintos de lo normal, este es demasiado fácil, demasiado entendible...

Yo quiero que te explayes a tu gusto (aunque ya es demasiado tarde para decir esto :(), que no resumas nada, que no pienses que no se te lee por la largura, da igual que sean largos o cortos, pero lo que no da igual es que nos desposeas de tu clarividencia de tu relato, de tu magnifico entendimiento de tu mundo imaginario.. eso no lo permito, y te dare caña siempre que lo observe.

;)

Por cierto, no he entendido qué hace la doctora?, se va?, se pira?.. a dónde?....
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