II
El hospital se encontraba en el exterior. No era muy difícil darse cuenta que el hecho de que estuviera en la superficie no hacía sino confirmar el camuflaje de la escuela de gobierno. La Federación pensaba que el enemigo no tendría la mala sangre de bombardear un hospital.
La habitación de Henry era muy pequeña. Debido a la posición del planeta, en uno de los anillos exteriores en un planeta-colmena llamado Duveen, el hospital estaba constantemente lleno por heridos en las Batallas Exteriores. Allí pasaban entre un día y medio año, dependiendo de si necesitaban injertos mecánicos, biológicos o nada. Para la Federación, un soldado deja de servir cuando está muerto. Henry tenía medio cuerpo sumergido en un agua roja. Unos brazos mecánicos le cosían con láser partícula a partícula de su piel. En dos días terminó la curación.
-Bueno Hassman, la Doctora Theis ha dicho que antes de volver a la escuela pases por su despacho-la enfermera le devolvía a Henry su ropa mientras otra le iba separando las agujas de las piernas. Cuando Henry se hubo vestido, y recordado con pena que su camiseta estaba rota, salió por la puerta y empezó a preparar su mente para el ejercicio de rastreo, pero se dio cuenta. Se volvió hacia la enfermera y le pregunto dónde podía encontrar a la Doctora Theis.
-Sí muchacho, al fondo del pasillo, en la única puerta que tiene el escudo de la Federación.
-Gracias, señora.
Henry sintió frío y soledad. Estaba harto de tener que salir y entrar siempre solo en aquella maldita escuela. Todavía no conocía a ningún compañero. No había visto la escuela, por no tener, no tenía ni el uniforme. El pasillo estaba muy oscuro. Las dos hileras de luces rojas que corría paralelas al techo daban algo de iluminación al corredor. Henry avanzó fijándose en el techo curvado, en las paredes metálicas con las líneas verticales que las atravesaban de arriba a abajo. Aquello parecía una gigantesca nave. Todo tan metálico. Todo tan oscuro. Todo tan solo. A medida que avanzaba la luz iba aclarándose. Cada vez era de un rojo menos intenso e iba dando paso a una luz amarillenta. Fue entonces cuado se dio cuenta de que las marcas verticales de los muros corrían paralelas de dos en dos, con una separación de un metro, ¡eran puertas!. Cuando llegó al final, la luz era completamente amarilla. Se giró, y vio que la luz hasta la puerta de su habitación era toda amarilla. Fue algo que escapaba a la lógica de Henry y de lo que se alegraba. Había algo a lo que no le encontraba sentido de inmediato. Una sensación de esperanza nació dentro de Henry. “Aquí habrá cosas que me van a sorprender” pensaba, “Eso espero”. El momento se vio interrumpido cuando la puerta de la Doctora se abrió.
-¿Qué haces ahí, Henry?
-La enfermera me dijo que usted quería verme.
-Sí, pasa- Henry pasó delante de la Doctora. El despacho era muy espacioso, también de luz roja hacia dentro, y seguramente de amarilla hacia la puerta, pensó Henry. Por lo demás el mobiliario era igual de triste que los pasillos. Una mesa, tres sillas y un armario eran todos los muebles. “Esto es muy raro”, “Nadie monta un hospital de una forma tan poco asentada. Parece como si estuvieran preparados para salir corriendo si algo se tuerce”. Entonces lo vio claro. Aquello no parecía una nave, ¡Aquello era una nave!. Lo que no entendía era para qué.
-Henry, siéntate, por favor-La doctora encendió una silla para el chico, y tomo asiento al otro lado de la mesa-. El General quería “hablar” seriamente contigo. Al final le convencí para que me dejara a mí. Henry, quiero decir...Hassman, ya te advirtió el General de que no debías utilizar bajo ningún concepto las enseñanzas ádahas. Ahora todos los muchachos de la escuela parlotean acerca de ti. La palabra ádahas aparece en todas las conversaciones. Esto se nos ha ido de las manos y todo por tu tontería. Además Hassman, podrías haber muerto. Tus sentidos keesj te traicionaron. Hubo una puerta de cristal que no percibiste por tu hipersensibilidad. Esquivaste todo menos esa puerta. La atravesaste y bueno...ya sabes como acabó la cosa. Debes tener cuidado. No me pareció bien cuando la Federación te graduó sin que hubieras acabado tu entrenamiento Tuek. Se lo dije pero no me escucharon, claro, luego pasan cosas como estas y las culpas caen sobre mí-En ese momento se dio cuenta de que estaba hablando de cosas que solo iba hacia ella. Que no quería se las quería decir a Hassman, pero desgraciadamente, ya lo había hecho, como confirmaba la palidez del rostro del muchacho.
Desde que la Doctora había pronunciado la palabra keesj el corazón de Henry se aceleró bruscamente. ¿La Doctora sabía palabras que eran extremadamente secretas no siendo una ádahas? Esto no tenía sentido. Nada de esto encajaba en ninguna lógica, ni siquiera en la de Henry, que trabajaba afanosamente en comprender todo aquello. “Ya llegarán todas las respuestas, Henry, no te preocupes”. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la voz de la Doctora que sonaba dentro de su cabeza, ¡Dentro de su cabeza! “La Doctora está utilizando su mente para hablar conmigo”.
-¿Qué hace una hermana ádahas aquí?
-Henry, es algo bastante complicado que ni yo entiendo del todo. Solo me han ordenado introducirte valores del entrenamiento Tuek entre tus lecciones de la Escuela de Gobierno. Yo también desconozco sus propósitos. En realidad tu no deberías saber nada de todo esto, pero se me hace difícil ocultarte las cosas. Creo que así te ayudaré más.
-¿Porqué montar un hospital en una nave?
-Esto no es un hospital
-No va a decirme nada más, ¿verdad?
-De momento no, Hassman. Vuelve a tu cuarto, preséntate a tus compañeros e intenta pasar desapercibido. Con el tiempo nadie se acordará del incidente del otro día. Hassman, por favor, es imperativo que pases desapercibido. Es muy importante.
-Como usted quiera. Pero solo hay un problema. La escuela ádahas no me permitía resolver las cosas sin utilizar mis conocimientos, sin utilizar mis habilidades. No me estaba permitido afrontar las situaciones como el resto de los humanos. Ahora no se me permite hacer las cosas al modo ádahas. No sé hacerlo así, Doctora. Nunca lo hice.
-Henry, sabes...
-Sí, yo puedo aprender rápido, y terminaré haciéndolo pronto. No hace falta que me lo repita. Ya me lo han dicho más veces.
Se levantó de forma cansada. Como no queriendo ir a su cuarto. En realidad no quería ir a su cuarto. Odiaba la escuela. La Doctora era lo único que le ataba a su vida anterior. A la única vida que había conocido.
La Doctora le vio salir con su andar característico y se quedó pensando. Se dio cuenta que aquel chico que acababa de abandonar su despacho carecía de vida propia. Que era un instrumento y que lo seguiría siendo hasta que terminara la labor que Federación tenía pensada para él. Podía ser un ádahas, un gran ádahas incluso. Podía ser el mejor. Pero en aquel momento lo que acababa de salir por esa puerta no era más que un muchacho asustado. Asustado y terriblemente triste. Henry Hassman volvía a sentirse solo una vez más, y una vez más se sentía menos niño que nadie sobre la faz del universo.