El Parámo de Sía-Capítulo 6

VI




En los meses siguientes, Henry preparaba las partidas de casi la totalidad de los alumnos de la escuela de gobierno. Ya llevaba allí casi un año, y no había persona en toda la escuela que no le conociera. Voild hacía tres meses que ya no ganaba a nadie. Henry sabía que eso no mejoraría las cosas. Henry estaba seguro que ya era el momento de hacer lo que le habían mandado, empezando por Voild. Estaba hastiado de no poder participar en nada, ni en las clases, ni en los juegos. Se sintió aún más vacío cuando trasladaron a Jihe. ¿Donde habría ido?. No podía parar de pensar en su cometido, no podía dejar de odiar tener que matar a sus amigos, y a las familias de sus amigos. Henry, odiaba ser un ádahas. Con esta idea de rechazo, y la furia contenida en sus músculos, se levantó de la cama, salió al salón con el equipaje. Odiaba que tuviera que ser ya. ¿Por qué no le daban la oportunidad de terminar sus estudios?. La respuesta le provocó una leve sonrisa “Porqué todavía no me han dado la oportunidad de empezarlos”. Henry tenía miedo. Sabía que Voild iba a buscar la manera de matarle, antes o después, y sabía que tras haber visto al Hermano Superior de los ádahas en la escuela, como invitado de la Doctora Theis, iba a tener que ponerse en marcha de un momento a otro. Entonces su cerebro emitió un chillido interior, tan agudo que hizo que Henry cayera de rodillas y se tapara los oídos. Dentro vio una sucesión de imágenes, como tantas veces lo había visto en sus sueños. Henry no estaba viendo el futuro, no tenía esa capacidad, estaba viendo los pensamientos de otra persona, en concreto de la Doctora Theis. De nuevo buscaba comunicarse por esta vía. En las imágenes aparecían el Hermano Superior y la Doctora Theis. El Hermano habló entonces sin mover la boca “Henry, ya es el momento, lo tenemos todo preparado. El Consejo no ve oportuno que sigas aquí. Dicen que están viciando tu entrenamiento. No debes seguir entre los humanos. No si tienes que destruirlos”.

Eso era todo. Nada más. Sabía ha donde tenía que ir, pero también sabía lo que quería hacer antes. No podía dejar suelto a Voild. El incidente del día anterior, en que Voild abofeteó y acusó de tramposo al último chico que le había ganado, indicaba que estaba perdiendo el control, y Henry sabía como podía reaccionar un animal tan asustado como Voild. Pasó delante de su apartamento. Se puso delante de la puerta y fue a llamar justo cuando se abrió. Era Voild que salía a cenar. Se quedaron mirándose uno al otro. Henry con ira, Voild...¿con miedo?. No hubo tiempo para reaccionar. Voild sabía lo que Henry quería. Estaba tatuado en sus ojos con el fuego del rencor. En aquella ocasión Hassman ya no parecía tan pequeño. Todo pasó muy deprisa. Voild se llevó la mano a la pistola que llevaba al cinto. Henry saltó a por él y le mordió el cuello. El hombre cayó hacia atrás con la poderosa mandíbula del chico aplastándole el cuello. De la forma en que lo hacía, Voild sabía que no podría matarle. Pero dolía. Henry cargaba todo el peso sobre el brazo apoyado en el arma. El teniente le golpeó en las costillas y Henry rodó a un lado. Ya estaban como la otra vez. Voild se levantó, sacó la pistola y...una larga aguja, de palmo y medio, le atravesó la garganta. El agresor rotó sobre el cuerpo de Voild y de espaldas a él se lo volvió a clavar, esta vez en la ingle. Lo sacó, se giró y lo apuñalo dos o tres veces más en el pecho. Voild sin emitir sonido alguno se tambaleó hacia atrás y se desplomó. Daev tenía toda la camiseta llena de sangre. Se giro hacia Henry que miraba todo aquello con horror.

-Tú dedícate a pensar, y deja la pelea para los que sabemos. ¿Querías que te matara?

-Gracias Daev, yo no...

-Vete corriendo idiota, mejor que me pillen a mí solo, no a los dos. ¿No tienes algo que hacer por los tuyos?

¿Algo que hacer por los suyos?, ¿Daev lo sabía?. Henry se preguntó si lo sabría alguien más. Hassman se quedó sin saber que hacer, como blanco. ¿Como podía un humano saber lo que iba a hacer él, y además permitírselo?

-¡Lárgate Henry!-Daev lloraba de rabia, le enganchó por la solapa, le levantó del suelo y le lanzó fuera del apartamento. Cerró la puerta por dentro. Henry recibió la voz de Theis en su cabeza. “Date prisa Henry, corre”. Y corrió. Corrió maldiciendo la situación. Quería coger sus cosas, despedirse de sus amigos, de Ray, de Daev...corrió, casi ni siquiera percibió el grupo de soldados que trotaban hacia el apartamento de Voild. Subió hasta el Hospital, el que estaba en la superficie. Pero todo había cambiado. Los escudos de la Federación ya no estaban, ahora entendió porqué habían montado un Hospital en una nave. En cuanto se hubo cerrado la puerta tras él, la nace partió en vuelo. Ahora multitud de estandartes y soldados ádahas poblaban los pasillos. Henry corrió al despacho de la Doctora Theis. En la puerta aparecía le rótulo “Hermano Superior”. La puerta se abrió cuando Henry pulsó el botón.

-Permiso para ser perfeccionado, Señor

-Permiso concedido- Fue la respuesta de protocolo a la pregunta de protocolo.-Entra Henry.

Henry se alivió al ver que la Doctora Theis estaba allí, y que la habitación seguía como la primera vez. Ahora la doctora vestía una especie de hábito holgado, con los colores granate y gris que indicaban campaña militar.

-Siéntate, por favor.

Henry se sentó.

-Vamos a llevarte a Saturno, allí se pasará revista a las tropas, e iniciaremos la marcha. Hay que darse prisa, el Concilio empieza a olerse algo y presiona demasiado a los organismos conjuntos.

-Esto es absurdo Hermano, no tengo casi ni quince...-Henry acababa de darse cuenta-Saturno está muy lejos.

-Te dormiremos alrededor de dos años. Para cuando llegues serás un adolescente capaz de dirigir nuestros ejércitos.

-¿No hay otra solución?

-Si la hay, es demasiado tarde.

-Después de esto, me voy...

-Tu cuerpo te pertenece, tu alma es de la Kaais, y tu mente es nuestra. No tienes derecho a destruirte. Solo nosotros podemos hacer tal cosa.

-Y lo habéis hecho muy bien

-¡Henry compórtate!- Restalló la Doctora Theis

-¡Por qué!, decidme porqué he de comportarme. Solamente los peores seres de este universo podrían pedir a un niño que exterminara la raza humana. ¡Vosotros sois humanos! Sois simplemente unos humanos muy listos

El Hermano Superior golpeó la mejilla de Henry con el revés de la mano.

-¡Silencio!-cortó el Hermano- No vuelvas a llamarnos eso nunca. Doctora, le dije que no debía introducir a eso humanos en su vida. Su corazón se ha contaminado- Henry temblaba de furia. Deseaba poder pelear como Daev. Deseaba exterminar a los ádahas. Deseaba haber sido normal, y poder jugar con Daev, con Ray, con Jihe. Unas lágrimas saltaron a sus ojos- Iniciaremos el sueño ahora mismo.

En una cama de hierro, Henry dormitaba. Le habían sacado casi toda la sangre y ahora corría por dentro un compuesto sanguíneo que permitía la perfecta oxigenación, a fin de evitar un agarrotamiento del cuerpo tras un periodo de inactividad tan largo. Habían introducido una fina película entre los ojos y los párpados de Henry, que iba conectado a dos finas agujas, una clavada en el cerebro de Henry, y otra en su sentido auditivo. Ahora pensarían por Henry, y le harían ver, escuchar y memorizar lo que ellos quisieran. Se pasarían dos años enteros bombardeándole con imágenes obtenidas de viejos archivos en los que la humanidad aparecía como un ser cruel y merecedor de ser exterminado. Muchas de esas imágenes, las creaban ellos con una perfecta simulación digital. En ellas aparecían las hordas humanas arrasando escuelas ádahas, violando y matando. Introdujeron la imagen de Daev, Ray y Jihe matando a la Doctora Theis. Estaban jugando con el corazón de Henry. Hasta tal punto que la Doctora Theis tuvo que ser apartada del programa, y se la concedió un periodo de “descanso”. Se reunirían de nuevo con ella instantes antes de comenzar la guerra. Mientras, allí, se pasaría Henry, en un salto temporal que muy pocas mentes serían capaces de asimilar sin volverse locas. Pero quizá era eso lo que buscaban los ádahas. Tener a un loco que diera el grito oportuno, en el momento oportuno para que miles de jóvenes suprainteligentes asaltaran al enemigo. Pero hay una cosa que todavía nadie sabía. Iba a ser una guerra larga. Muy larga, y difícil para todos. Ni los ádahas eran invencibles para los humanos, pues si no, no necesitarían a Henry, ni los humanos habían dicho todo lo que tenía que decir. Pero todavía quedaba una cosa. Un enemigo del que nadie parecía acordarse. Una fuerza hostil que ya les había atacado más veces y que se mantenía en constante, aunque leve lucha, con la Federación. Tres piezas de un rompecabezas bélico que se le iba a poner por delante a Henry Hassman, quién aún sin saberlo se iba a enfrentar a la prueba más difícil a la que nadie se había enfrentado jamás.