Os presento una relato largo, que termine estos dias tras muchos meses teniendolo a medias. Espero que os guste.
El principe de Marian.
Le observaba, si algo sabía hacer en ese recinto de duras paredes y altas torres era observar. Le había costado dos años de vagabundeos aprenderse de memoria el enorme recinto, perdiéndose infinidad de veces en el laberinto que formaban los pasillos inferiores del templo. Siendo el sin lugar a dudas su mayor descubrimiento A través de los barrotes podía observarle entrenar cada día, siempre a la misma hora.
Su enorme cuerpo cubierto de cicatrices anónimas, que vibraban bajo una piel tensa que contenía las palpitantes masas de músculos acordonados, que movían su torzo en cada movimiento de su espada. Se había quitado la inutil camisa y el sudor sobre su piel brillaba perlado con los reflejos de las antorchas que le rodeaban.
Nunca olvidaría la primera vez que había visto al ser, durante unos de sus recorridos nocturnos por el templo había sido atraída por el triste sonido de alguien llorando. Lo había seguido hasta esos barrotes donde en su interior, aquella figura lloraba solitaria. Nunca mas había vuelto a llorar en su presencia mas que aquel primer día que lo conoció.
“¿por que llorabas aquel día príncipe? ¿me lo contarías si pudieras?”.. susurraba Marian entre los barrotes.
Ante ella, la mole de acero que formaba su espada hendía el aire con un silbido profundo y lejano, periódicamente se incrustaba en un tronco desramado ante el, ya cubierto por profundos tajos astillados de anteriores arremetidas. Este tronco debía ser sustituido cada pocos días, pero en la clásica economía religiosa, toda astilla generada en el agotador entrenamiento era recogida para alimentar los depósitos de leña de todo el castillo.
Se hizo la hora de marcharse y la muchacha le dedicó una ultima mirada a su rostro endurecido carente de expresión, antes de desaparecer por el pasillo.
Pasaron meses de visitas a su príncipe, hasta que una noche descubrió un recoveco del laberinto que la llevaba a una puerta de servicio envejecida por cuyos tablones ausentes su cuerpo aún estrecho y apenas abultado por la adolescencia, podía pasar sin problemas. El acceso soñado a la gran sala donde el príncipe vivía y allí estaba ante ella. Le daba la espalda y dedicaba su concentración a pulir la enorme espada, las chispas caían al suelo como estrellas de corta vida.
Al dar un paso en la sala Marian tropezó con una de las astillas y retrocedió. El príncipe se levantó veloz y se giro hacia ella espada en mano. Tras un segundo mirándola, bajo la espada e inclinó la cabeza en un gesto de curiosidad. Alzando su enorme mano la señalo a ella y subió su dedo extendido hacia la esquina del techo, donde brillaban pardos los barrotes desde donde tantás veces ella le había observado. Repitió su gesto con un ligero gruñido.
-¡Si!, ¿sabias que te observaba?- su asentimiento le confirmo- ¿te molesta que lo haga?- le pregunto dándose cuenta de esa posibilidad-
El príncipe negó rudamente, pero señaló una claraboya del techo, desde el cual de día entrarían los rayos del sol y a Marian, indicando con un gesto que estaba mal.
-Entiendo… te preocupas por que este aquí fuera de mi horario ¿no?- entendió Marian- Pero no te preocupes, soy una experta en escaparme, no notaran mi ausencia te lo prometo. ¡O vamos no me mires asi! -le recriminó por su torbo gesto- Estaré bien… solo quiero observarte… ¿no hago nada malo verdad?-
Tras un instante de reflexión el príncipe alzo los hombros y se sentó de nuevo con la espada sobre sus rodillas para seguir puliéndola. Pasó cerca de una hora y el príncipe alzó la mirada contemplando a la joven que le observaba paciente. Con un gesto de fracaso, pues había esperado que ella se cansara al poco rato, se dio por vencido y se levanto, indicándole a ella que no se moviera, cogiendo las dos antorchas que iluminaban la sala, las dejó en un cuarto adyacente separado por una gruesa cortina.
La gran habitación quedo casi a oscuras, pues aun entraba una linea de luz bajo la cortina y por el quicio de la puerta. La figura del príncipe, formada ahora por su bulboso perfil, volvió a tomar asiento y con un golpe de la piedra sobre la espada exigió la atención de Marian, para ponerse a realizar feroces pases con la piedra pulidora sobre el metal.
Durante un instante la habitación se lleno de brillantes estrellas. Pues las chispas que salían de la fricción entre las herramientas brotaban como estrellas fugaces que cruzaban el cielo para morir en su camino.
-¡Es precioso príncipe!- gritó emocionada Marian- ¡eres un creador de estrellas!-
Exaltado por los ánimos de la joven, el Príncipe continuó puliendo el metal buena parte de la noche hasta quedar exhausto y jadeante. Marian con una enorme sonrisa le agradeció el espectáculo y le prometió volver otra noche antes de marcharse.
(Pulsa lo siguiente para ver mas)
Capitulo dos
Sus visitas al príncipe continuaron con su rutina en la vida, al anochecer Marian se sentaba junto al príncipe y le contaba su vida en el templo, los cotilleos entre las novicias y sus progresos en los estudios, mientras el entrenaba con su espada o simplemente la escuchaba atento en cuclillas frente a ella, en una cómica situación pues aún estando Marian sentada en una silla alta, el aun quedaba una cabeza sobre ella.
Llegó el cuarto año de adoctrinamiento y todas las imberbes sacerdotisas estaban nerviosas por lo que les esperaba, los nuevos conocimientos y las responsabilidades que recaían en ellas. Tras la primera clase en el templo las jóvenes se dirigieron a la torre alta, la nueva ubicación de sus dormitorios, donde vivirian hasta su coronación final como sacerdotisas de plata.
El nerviosismo estaba justificado pues era la primera vez que se les autorizaba a acceder a este edificio, recinto central de los actos mas importantes y de las ceremonias mas sagradas. Marian debió fingir su sorpresa, pues ella si conocía el edificio a la perfección por sus vagabundeos nocturnos Sus habitaciones ya estaban adjudicadas y las compartían con las sacerdotisas de plata , en los últimos años de su formación.
Marian ya en su habitación, saludó a la joven que la esperaba vestido con su habito plateado. Con recato se presento ante ella y se inclino respetuosa.
-Tranquila, no necesitas seguir el protocolo conmigo, no al menos puertas adentro. Somos compañeras de cuarto, ¿vale?, me llamo Alexia ¿y tu Marian no?-
-Si! seremos buenas amigas- exclamó Marian tomando la mano de Alexia-
-Claro Marian… claro… vamos te ayudaré a colocar tu cosas, se nos hace tarde para la ceremonia …-
Con una sonrisa se fueron juntas a la celebración
Días después a media noche, Marian ya se sentiría suficientemente cómoda para reanudar sus escapas nocturnas para ver al príncipe Pero pese a sus cuidados, Alexia se despertó cuando ella se marcho y esta, preocupada, espero a su regreso y le hablo franca.
-Marian no es bueno que salgas de noche, ¿a donde has ido?… Va en contra de las normas hacerlo, te degradaran si lo saben.
-No te preocupes alexia, conozco bien el templo, nunca me han pillado…
-¿Pero que haces ahí fuera?.. ¿no te estarás viendo con un chico verdad?…-Pregunto Alexia enarcando las cejas ante el delatador rubor de las mejillas de Marian - Sabes que no está permitido tener relaciones con los hombres del templo… no solo te echaran si lo descubren…
-… lo se, pero no hago ¡nada malo! , te lo prometo… es solo un amigo al que acompaño en su guardia-
-Bueno… pero ten cuidado ¿vale?- abdico Alexa que ya había empezado a encariñarse de la traviesa joven- ¿Ya te han avisado de la nueva ceremonia?… -
Capitulo tres:
-¿sabes principe?… nos están preparando para un gran evento… lo llaman el regreso de la pureza y dicen que es un importante rito que solo se celebra cada 3 años. Cuando era novicia no pude presenciarlo pero ahora que soy sacerdotiza incluso participare en la ceremonia !que emoción!
El principe la miro seriamente y le dio la espalda. Marian no entidio su actitud y tras gritarle que era como un niño pequeño chico se marchó.
La gran ceremonia se realizaba en el patio mas alto del castillo. Al fondo, al pie de la torre, en el recinto exterior mas de tres mil súbditos la contemplaban. Las cien sacerdotisas se reunieron en círculos alrededor del altar, entonando cánticos y los bailes indicados. llegado el momento tres hombres maniatados fueron traídos hacia el centro y atados a postes de madera blanca. En un silencio sepulcral una enorme figura surgió de las puertas del templo, pese a estar vestida de blanco y llevar una mascara rojiza tachonada de brillantes, era inconfundible para Marian y se le escapó una pequeña exclamación al ver a su príncipe en publico.
Este camino lentamente hacia los tres reos, se detuvo ante ellos, justo en el centro del circulo y alzo su enorme espada mas brillante que nunca al reflejar el atardecer en su hoja. Los cánticos se reanudaron y cuando estos llegaron a su momento álgido, el príncipe bajo la espada con celeridad y corto a los tres hombres como si fueran palillos. Sus cuerpos sin vida cayeron lentamente y la sangre lo empapo todo.
Marian ahogo el grito, pero varias de sus compañeras sacerdotisas de cobre gritaron horrorizadas y otras se desmayaron. Las Sacerdotisas de plata y de oro se prestaron, por gestos a calmarlas, sin perder ojo de la reacción de cada una. Sin duda esta ceremonia se utilizaba con doble fin, pensó Marian, por un lado religioso y por otro de carácter examinador de su coraje.
Terminada la ceremonia Marian corrió a su habitación y lloró sobre su cama. ¡Su príncipe!.. su príncipe había matado a esos tres hombres.. ¿por que? ¿por que?…. no lo entendía… no entendía nada. El siempre parecía sereno, con ese rostro imperturbable, únicamente le había visto una vez llorar… la primera vez que lo vio… ¿cuanto hacía ya?… ¡estúpida!, tomo su habito y corrió escaleras abajo dándose cuenta lo idiota que se sentía.
Corriendo llegó al laberinto y se internó hasta la habitación de su príncipe, lo encontró como se temía… acurrucado con la ropa blanca aun manchada de sangre y humedecida por sus lagrimas…
-Príncipe…. ¿te obligan a hacer esto cada 3 años?… que duro deber ser para tí…- le susurro acercándose-
La gran mole de músculos la miro de reojo y tembló alejándose.
-No huyas! príncipe puedes confiar en mi!.. lo siento…. no entendía como sufrías.
Paso a paso se acercó a el y alzando las dos manos rodeo una pequeña porción su rostro orondo y calloso. Con un pañuelo trató parcialmente de secar el torrente de lagrimas que aún fluía.
-Shh…. ya paso príncipe ya paso… estoy aquí… no te dejaré solo..
Su actuación durante la ceremonia había debido complacer a las madres superioras, pues Marian fue elegida como Novia para la gran ceremonia de coronación como sacerdotisas de plata. Llena de dudas acudió a Alexia, que escucho su historia con sorpresa.
-tu príncipe… no me lo puedo creer…. niña, ¿es que no sabes la ceremonia que has de cumplir?.. ¡demonios hasta cuando yo era novia sabíamos un poco!… ese ser al que tu llamas príncipe es el ultimo descendiente de nuestro dios, ¿entiendes?… es un ser inmortal, que nos debe fecundar de vida -alexia se abrazo y tembló-tu no sabes…. lo que el es capaz de hacer…-
-Pero el es bueno, es incapaz de hacer daño por si mismo, es la iglesia que le ha encadenado, es un prisionero…
Alexia abofeteo a Marian, tras el golpe, cayo hacia la cama, mientras Alexia la miraba desde la puerta con la llave en la mano.
-Escúchame. No repitas ante nadie mas tu herejía y podre salvarte, pero olvídate de tu príncipe, créeme, sino sera aun mas doloroso para ti-
Capitulo Cuarto
Encerrada en su habitación, Marian solo puedo, al borde de las lagrimas, rezar para ue todo fuese mentira, para que pudiese volver a ver su principe de nuevo. Llegó el dia de la ceremonia y varias sacerdotisas de plata acudieron para lavarla y acicalarla con gran esmero por todo su cuerpo, perfumaron su cabello con romero y la vistieron de blanco con una corona de flores, En un silencio solo roto por cánticos lejanos, siguió a las sacerdotisas por las anchas escaleras hacia la estancia superior de la torre. Al llegar su comitiva se separo ante la puerta y solo una sacerdotisa, que no era otra que Alexia, el interior de la sala era amplio, presidido por una enorme cama que poseía a los bordes columnas de metal forjado con solidas argollas y correas.
-Acuéstate y extiende los brazos -con cuidado Alexia la tumbo en la cama y ato sus muñecas con las correas de cuero. Una vez comprobados los nudos, saco de su túnica un frasco que le ofreció- Bebe esto y no recordaras nada, créeme no vivas con esto.
Marian negó cerrando los labios. Alexia guardo el frasco y le deseo suerte. Cuando la sacerdotisa salio, un nuevo cántico, cantado por miles de gargantas, se filtraba por las ventanas altas de la sala. Una segunda puerta se abrió y por ella entraron varios guardias llevando a la gran mole del príncipe encadenado, pero este les seguía dócil, soltaron sus cadenas y las aseguraron a la cama, a continuación un sacerdote entro en la habitación un pequeño lampara de incienso que abrió justo bajo el rostro enmascarado del príncipe. Tras unas inhalaciones, el príncipe grito y salto a las cadenas, guardias y sacerdotes abandonaron la estancia dejando les solos.
El príncipe miro a Marian y de un salto se coloco sobre ella. Su rostro recorrió su cuerpo con sonidos de aspiración. Estaba oliéndola en su plenitud. Marian Grito y7 alzando la mano le arranco la mascara. La mirada del príncipe estaba perdida, en la comisura de sus labios casia un reguero de espuma verdusca.
-Príncipe! ¡Canallas! lo sabia! lo tenéis que drogar o jamás se prestaría a semejante juego… príncipe.. por favor…
El cuerpo musculoso del príncipe vibraba cada segundo y su virilidad erecta asomo entre su corta túnica, golpeando las piernas de Marian.
No se resistió, abriendo las manos recibió en su interior la cabeza brillante de su miembro. Sintió como la partía en dos y las lagrimas de dolor y de inocencia perdida recorrieron su rostro.
-¡Ho principie! ¡recuerda por favor recuerda!…
Con un bufido el príncipe inicio un movimiento pelvico que casi la desgarro,para gritar tras unos movimientos al verter su simiente en el interior de Marian, cayendo como un peso muerto. Casi desfallecida, logro zafarse de una de las correas se recostó sobre el pecho de el.
-Por favor principe.. recuerdame….-
Agotado por el orgasmo la mirada del príncipe pareció recobrar el entendimiento, despertado por las palabras de Marian. Miro a su alrededor y viendo sus ataduras forzó su cuerpo, hasta que cada vena era visible e hinchada. Con un grito rompió sus ataduras y cogio a Marian con una mano, meciéndola en su brazo. Con la otra apartó a los guardias que aparecían ahora por la puerta, signo de que habían sido observados todo momento, el príncipe reculo hacia uno de los guardias haciéndole tropezar y armándose con su alabarda pesada que en su mano se manejaba como un estoque de esgrima.
-Vamonos príncipe… vamonos juntos…- susurró Marian en su cuello- vámonos a donde nadie pueda jamas volveremos a ser encerrados-
Con la veloz arma como llave ante la que ninguna puerta se resistía sin astillarse, Descendieron por la torre hasta verses en la plaza de la ceremonias, . El guarda que les los seguías se mofó al verlos sin salida, mientras que sus compañeros aseguraban las puertas para que no pudiesen seguir bajando por la torre.
-Divinidad! regresa ya… se debe terminar la ceremonia… es la tradición…-
El príncipe se detuvo junto al extremo de la plaza, que volaba sobre el pueblo, sintió a Marian tiritando del frío de la noche, se subió al borde y observo el horizonte de casas ruinosas y castillos del clero.
-Una vez fuiste un ángel mi querido Príncipe… - Jadeo Marian sonriendo le- volemos…lejos muy lejos.
Como una vez surco el cielo, el ángel la tomo en brazos y el viento seco sus lagrimas mientras aun, para siempre, escapaban.