“Suerte” dijo fríamente antes de marcharse. Laura se preguntó por qué nunca podía sostenerle la mirada, por qué no era capaz de hablarle sin que le temblara la voz, por qué nunca sonreía y los porqués inundaron su mente de preguntas sin respuesta. Siempre iba descuidado y sus ojos reflejaban un punto de locura absurdo en una persona tan inteligente. Llegaba cada mañana puntual, se sentaba en la mesa, abría la carpeta, esparcía las hojas sin ningún orden visible, volvía a levantarse y empezaba a hablar: La revolución francesa, la primera guerra mundial… mil historias de la historia del mundo. Cada día hablaba de algo diferente y jamás miraba los folios roídos y desordenados. Paseaba y narraba sin pausa, solo dejaba de hablar durante medio minuto en toda la hora, en ese corto periodo de tiempo siempre miraba a Laura a los ojos y cuando esto sucedía ella temblaba, se acaloraba y empezaba a sudar. Nunca había sido capaz de aguantarle la mirada, él podía con ella… A veces se oían risas que venían del final del aula pero el profesor ni se inmutaba, durante medio minuto no estaba presente para nadie que no fuera ella. Laura nunca se había dirigido directamente a él y él no se había esforzado por hablar con ella, su única conexión era una mirada de menos de medio minuto cuatro veces por semana. Simplemente la escrutaba con la mirada, se sentía desnuda cada vez que el profesor se paraba delante de su mesa, se sentía pequeña en un mundo inmenso, observada y sola. Sus compañeros le decían que él jugaba con ella y que aunque no lo demostrara, ella era su favorita, pero ella no estaba de acuerdo. Laura recordó que una vez el profesor le había hablado indirectamente, literalmente había dicho: “Laura cree que es muy lista y pese a serlo o no, ella simplemente cree que lo es…”. Al principio se sintió ofendida y después se retó, quería poder más que él, quería que un día fuera él y no ella quién bajara la mirada. Aquel había sido el último día de clase y no lo había logrado, ya no habría más oportunidades, ni más miradas, pero siempre recordaría a aquel profesor. Podría haber sido valiente, podría haber ido al departamento de historia y preguntarle todos los porqués sin respuesta que bailaban por su cabeza entrelazándose, podría haber ido a pedirle explicaciones, podría… podría haber hecho mil cosas, pero no las hizo. Laura eligió recordar preguntas sin respuesta por miedo a que la respuesta no fuera la que ella quería oír, por miedo a perder la magia y la curiosidad, porque simplemente eran miradas, miradas únicas que solo fueron para ella… miradas que no eran nada con un porqué. El juego simplemente había acabado, él la había ganado pero en su interior sintió que nadie jamás volvería a ganarla…