Los dedos se mueven, bailotean a su ritmo sobre el teclado, cruel danza que impregna el papel de blasfema tinta negra que intenta describir lo indescribible, los bellos paisajes y los extraños mundos, los pensamientos y los sentimientos, el hoy y el ayer de vidas que nunca ocurrieron, y que jamás existirán en ningún otro lugar que no sea ese infame papel manchado de tinta negra.
Los dedos siguen su golpetear rítmico, esta vez parecen intentar describir en la medida de lo posible,pero sin llegar conseguirlo, el sentir de un alma enigmática, plena de pureza y rincones oscuros, acechada por los temores del ser y el estar, rodeada por el marco imperfecto de la vida.
Ella, siente y vive con gran intensidad los pequeños detalles, esos pequeños e insignificantes detalles que pasan desapercibidos para el resto de almas, esas otras almas que creen ser demasiado importantes como para gastar su preciosa antención en esos inútiles detalles que no aportan nada... a quien no los sabe apreciar.
Por eso, ella se siente afortunada por ser capaz de observar y disfrutar del juego de sombras y luces del sol en la tarde, contemplar un pájaro y tratar de imaginar como es su vida, por ser capaz de encontrar la parte bella y metafórica de cualquier objeto cotidiano, por ser capaz de disfrutar de los silencios incomodos, donde todo y nada esta dicho.
Pese a todo esto, ella a veces se siente desgraciada... nadie parece comprender que de cosas sencillas se pueda obtener el placer de sentirse un simple expectador de la inhospita belleza que se halla por todas partes, un expertador cuya importancia en el universo es nula, y precisamente al ser consciente de esto la paz interior sale a relucir por breves momentos.
Y sin embargo, pese a tenerla tan a mano, todos se pasan la vida buscandola con ansias en otras formas mas complejas.
Ella, se siente culpable de sentir crecer la semilla del odio en su interior, de ver como su respuesta a las agresiones externas son cada vez mas frias y contundentes. Ella siente miedo de ella. No, no quiere convertirse como el resto de almas, crueles, superficiales y anodinas.
Ella, se empieza a diluir entre sus propios temores, mientras los dedos empiezan a dudar en su baile... cometen traspies que deben ser corregidos, el ritmo esta roto. Las palabras se atascan, y un inconsciente impulso de arrancar el marchito papel y romperlo en mil cachitos crece en los dedos, que ya han dejado de golpear las teclas de la vieja maquina de escribir.