Como de costumbre, al salir del trabajo muy entrada la noche, se sentaban al borde de una de las colinas colindantes a su ciudad a cenar tranquilamente lo que ella, con mucho cariño, preparaba para ese evento dirario y casi mágico. Era el único momento en que podían estar los dos juntos, sin miradas inquisitivas y sin voces por parte de sus padres. Allí cenaban, se amaban y contemplaban las estrellas. Aquella, como todas las demás, no había sido diferente. Cuando hubieron acabado y estaban sentados mirando las estrellas, ella volvió a hacer aquella pregunta que tanto hacía y que daba pie a discusiones maravillosas sentada junto al ser que amaba.
-¿Son bonitas, verdad?
-¿El qué?- Preguntó él apurando lo que se había dejado de la botella de refresco
-Las estrellas.
-Sí, mucho.
Ella se acurrucó contra él.
-¿Crees que hay vida en otros lugares del universo?
-Supongo, sería un poco raro que fuéramos los únicos
-¿Pero y si lo fuéramos?
-Seríamos como un oasis en medio del desierto
-¿Un qué?
-Un oasis. Son pequeñas extensiones de vida en medio de tierra muerta
-Eso no existe, nunca vi ninguno
-Tampoco ves el amor, y tú crees que existe
Ella frunció el entrecejo y rebatió:
-¿Quiere decir eso que tú no crees que exista el amor?
-Sí, supongo que existe
-Hablas como si no me quisieras.
-Claro que te quiero. ¿No te lo acabo de demostrar?- Y le hizo un guiño picaron hacia la manta donde se habían amado carnalmente hacía unos minutos
-Eso demuestra que te gusto, no que me quieres. Solo prométeme que hay vida en otro lugar del mundo, y que alguna vez sabrán que dijimos todo esto cada noche, aquí sentados.
-Te lo prometo
-¿Cumpliras tu promesa?
-Por supuesto que no- Sonrió él, y alargo uno de sus brazos para rodear el cuerpo verde de ella, mientras con los otros seis refrenaba sus ansias para no volver a poseerla.
Y allí se quedaron él y ella, Ghut y Datha, en un pequeño planeta a las afueras de la Vía Láctea, preguntándose, como cada noche al salir del trabajo, si había vida en otros planetas.