La megafonía del aeropuerto de Barajas se oía por todo el vestíbulo.
–Por favor, pasajeros del vuelo 4562 con destino Florida embarquen por la puerta cuatro, repito, pasajeros del vuelo 4562 con destino Florida embarquen por la puerta cuatro.-
En medio de todo aquel trajín de maletas y maletines, de viajeros de placer y trabajadores a punto de embarcarse en un inesperado viaje de trabajo. En medio del estrés de la última hora y de las prisas de la gente que va y de la gente que viene. En medio de todo eso, estaba Andrés, quieto, casi impasible, sin quitar la vista de aquel cambiante cartel luminoso que indicaba a que hora despegaba cada avión en dirección a cada uno de los más remotos lugares del globo.
Sin embargo, pese a su aparente calma interior, Andrés se encontraba agitado, no conseguía, por mucho que mirase el cartel luminoso, encontrar la hora en la que despegaba su vuelo. Observó de nuevo su billete y trato en vano de encontrar el número de referencia indicado en el omnipresente cartel.
Así que Andrés, con unos movimientos lentos pero seguros, se levantó, agarró su liviano equipaje de mano y se dirigió a hablar con una de las encargadas del aeropuerto.
-¿Desea algo caballero?-
-Por favor, ¿me podría decir a que hora parte el próximo vuelo hacia la felicidad?