HAY VECES QUE TIENE QUE SER ASÍ
Lo cierto es, que fue uno de esos días, que te hace pensar que todo está escrito, y las cosas ocurren por un motivo. El móvil se rompió sobre las cuatro. Llamé a mi mujer para decírselo y para que estuviese lista para ir a cenar, hacíamos 10 años de casados. Al salir de la oficina y coger el coche, me encontré con una manifestación improvisada que había colapsado la mitad de Madrid; bueno, la mitad no, pero si la mitad de lo que yo recorría. Finalmente, tras una hora de retraso, enfilé la A-6 con destino a mi casa. Mi mujer debería estar ya arreglada y esperando. Cinco minutos después me encontraba en un monumental atasco, que sólo podía sugerir 2 cosas, dos accidentes, uno en la carretera, y el otro cuando llegase yo a casa 2 horas tarde.
Como todos sabemos la mayoría de los atascos por accidente se crean por curiosidad de los conductores, y éste, no parecía ser la excepción. Ya podía ver las luces de las sirenas de la policía y las ambulancias. Había sido en otro carril, en dirección opuesta a la que yo iba, pero todo el mundo aminoraba para saciar su morbo... Las sirenas avanzaban, lentamente pero sin pausa... ya se veía a mucho personal alrededor de un coche blanco. Según alcancé a ver, el coche parecía haberse empotrado literalmente contra la mediana y tenía la parte delantera totalmente arrugada. 5 min y unos metros más cerca... Ya se distinguía una figura luminosa en el suelo. La luz espectral reflejada por la manta térmica con la que se cubren los cadáveres; ahora entiendo tantísimo atasco. Ese coche... Ahora vamos más despacio, casi parados. Algunos conductores incluso sacan la cabeza por la ventanilla.
Yo soy persona curiosa, como todo hijo de vecino, pero llevaba algo de prisa, y un carril mas a la derecha, los coches corrían un poco más deprisa así que con ellos me fui. Al pasar a la altura del accidente pude reconocer el coche, un 206 blanco... – ¡Como el de mi mujer!. La idea se coló sin ningún permiso rompiendo toda puerta que hubiese por delante, y automáticamente apreté con más fuerza el volante. Pasaron tan sólo unos segundos, pero tuve tiempo de hacerme 100 preguntas del tipo: - ¿Cuántos 206 blancos fabrican genio?. –Un montón, ahí tienes tu respuesta, ese será otro... Mira ahora cuando pases, comprueba la matrícula verás como no es la misma. Y así lo hice...
Pasó cierto tiempo antes de reaccionar y pisar el freno, ¿cuánto?, no me preguntes. La angustia y miedo se me comían por dentro y mi mano tembló al coger el tirador. Con la matrícula apareciendo una y otra vez ante mis ojos sin dejarme ver nada abrí la puerta y corrí hacia la mediana... Un conductor, que miraba hacia atrás todavía hipnotizado por las luces acabó con mi angustia, mi terror y mi vida...
Mi mujer... mi mujer... Recibió la noticia y me lloró durante horas en la comisaría de policía, dónde se encontraba rellenando una estúpida denuncia, por robo de coche....
(Noah13)