Encuentros 4
Pilar se fué a casa, decidió ir dando un paseo, sentía que era el momento de poner en orden su vida. Todo lo que había sucedido esa noche la había cambiado, se encontraba confusa, no se sentía mal por haberse acostado con esa mujer, pero si sentía que debía buscar su lugar en la vida de Pablo, en su vida con Jacinto. Caminó durante horas buscando el camino que debía tomar, sabía que ese momento era crucial para su futuro y que tenía que meditar mucho lo que iba a hacer, al final decidió ir a casa y esperar a que Jacinto llegase de su salida de los miércoles, iba a plantarle cara a su marido, tenía que averiguar que hacía los miércoles, iba a contarle lo suyo con Pablo, estaba decidida a dejar de ser la muñeca con la que todos juegan.
Cuando llegó a casa Jacinto aún no había llegado, se dejó caer en el sillón, le esperaría despierta, ahora no podía echarse atrás. Pasaron horas hasta que Jacinto apareció, cuando éste cruzó la puerta y se encontró a Pilar en el sillón no se lo podía creer, intento actuar como si no pasase nada, la saludó tiernamente con un beso en la frente y dijo que estaba cansado que se iba a la cama, pero Pilar no le dejó ir, le cogió del brazo y le pidió que se sentase a su lado, Jacinto la obedeció, pasaron unos minutos en silencio hasta que al fin Pilar dijo: -Jacinto no estoy dispuesta a vivir nuestro matrimonio con los ojos cerrados, tengo derecho a saber qué has hecho durante todos estos años, a dónde vas los miércoles, y no me pienso mover de aquí hasta que encuentre lo que busco.- Jacinto no reaccionó como ella esperaba, se puso a llorar desconsolado, Pilar no se lo podía creer, le miraba sin saber que hacer o que decir. Jacinto se tranquilizó y con la cabeza gacha le dijo que estaba enamorado de otra mujer, que tenía un hijo con ella, que él nunca había pretendido hacerla daño. Pilar comprendió que él era otra víctima más, obligado a casarse con ella había tenido que renunciar al amor de una mujer de clase inferior. Pilar tomó a Jacinto entre sus brazos mientras le acariciaba el pelo, se sentía más unida a él que nunca. Decidió no decir nada de sus encuentros con Pablo, sabía que eso haría que Jacinto se sintiese peor, simplemente le abrazó.
Estuvieron toda la noche hablando de lo duro que había sido para ambos acostarse juntos, de lo duro que era mirar a los ojos al otro sabiendo que su amor no le pertenecía. Pilar le pidió que se fuese con la mujer que amaba, con su hijo, a fin de cuentas con su familia, no tenían porque decir nada a nadie, sus familias ya les habían hecho demasiado daño como para darles cualquier tipo de explicación. Eso sí, Pilar insistió en que pasase esa noche con ella, que la abrazase, y así lo hicieron, pasaron toda la noche abrazados, sin decir nada, simplemente se abrazaron.
Cuando Pilar se despertó Jacinto ya se había ido, tal y como acordaron, sólo había dejado una nota pidiéndola que rehiciese su vida.
Esa mañana Pilar sintió como se adueñaba de su vida. Abrió el armario y buscó una minifalda que no se ponía desde que era una adolescente, la combinó con una blusa escotada, incluso se maquilló, algo que no hacía desde hace años. Puso la música y bailó mientras se vestía, su cuerpo se movía insinuante, cuando se quiso dar cuenta ya era tarde, debía salir para ir a trabajar.
Bajo las escaleras de su casa y se encontró en el portal a Pablo, tenía un ramo de margaritas, Pilar lo cogió, le dio las gracias y se puso a caminar, Pablo la cortó el paso, -¿Por qué te marchaste ayer sin decir nada? - preguntó, Pilar no le contestó, su mirada ya lo hizo por ella. Al final quedaron en comer juntos, se verían en el restaurante que hay debajo del trabajo de Pilar.
Cuando Pilar llegó al restaurante Pablo ya estaba allí, se sentaron en una mesa apartada. Pilar no quería decirle nada de lo que había pasado con su marido, quería acabar con esa relación, aunque ahora no había nada que les impidiese estar juntos, ella no podía seguir el juego al que Pablo la sometía, no ahora que pretendía rehacer su vida.
Durante la comida prácticamente no hablaron. Llegó el momento de tomar el postre y Pilar pidió unas fresas, cogió una fresa y la introdujo en su boca, Pablo la miraba atento, nunca había visto a nadie comer de una manera tan excitante, Pilar sentía como Pablo se excitaba con cada mordisco que daba, se quito el zapato y colocó su pie en el sexo de Pablo. Pilar acariciaba con su boca las fresas mientras su pie se deslizaba por el sexo de su amante, sabía que había vuelto a caer en las manos de Pablo, pero no podía huir de la pasión que sentía cada vez que éste estaba a su lado. Cuando Pilar acabó con las fresas se levantó de la mesa y cogió a Pablo de la mano y lo guió hasta el baño de señoras. Una vez allí se desabrochó la blusa, tomó la mano de Pablo y la colocó en su pecho, dejó que este acariciará sus senos para más tarde subirse en el lavabo y obligar a su amante a que lamiera su sexo. Una señora intentó entrar, pero Pablo bloqueaba la puerta, eso a Pilar no la importó y empezó a gemir con cada beso que su amante la regalaba. Cuando Pablo esperaba que su amante le diera lo mismo que él la había dado, Pilar se abrochó la blusa, le dio un beso en la mejilla a Pablo y salió de allí ante la mirada expectante de todos los que allí se encontraban, pero antes de irse miró al camarero y le dijo: - el chico que iba conmigo pagará la cuenta-
Espero que os guste, un abrigochi