Yo casi no juego a nada, ni actual ni retro. Tengo muchos juegos para Wii, PSP y Super Famicom esperando que llegue el momento de darles su merecido, pero cuanto más tienes menos lo aprovechas. Recuerdo que cuando tenía la NES y un único juego (el Puzznic, mi primer juego), entonces sí que le echaba horas (eran otros tiempos). Claro, hay excepciones como el Super Mario Bros. Wii, que no lo solté hasta completarlo, o el Super Mario World, con el que me pasó más de lo mismo cuando lo conseguí hace unos meses, pero salvo estos dos juegos no recuerdo haber jugado con un mínimo de dedicación a otros en todo el año pasado y lo que llevamos de éste.
Últimamente me aburre casi todo lo nuevo, incluso aquello que vuelve loca a la gente. Yo, que me salté casi totalmente la época de las 128bits, y al volver al mundo de los videojuegos pensaba que me encontraría ante una revolución. Todo el mundo hablaba de God of War (por ejemplo), y cuando lo probé (y lo terminé, esperando encontrar, tarde o temprano, algo excepcional) me quedé igual. Sí, era muy bonito, gráficos impactantes y demás, pero no dejó de parecerme un juego de repartir leches por la calle, como cualquier otro. Y así me ocurre con casi todo; los GTA me parecen un coñazo, los Call of duty igual, el rollo ONline que para mucha gente parece haberse vuelto de vital importancia a mí ni me va ni me viene.
Con lo retro (y hablo de 8 y 16 bits) es diferente (al menos para mí), supongo que en buena parte se debe al recuerdo nostálgico que permanece dentro de uno mismo, y a que la mayoría de los grandes clásicos (y no tan clásicos) siguen igual de frescos, ya sea en el apartado gráfico como en el jugable. No sucede lo mismo con muchos juegos de PSX, por poner un ejemplo.