Bison escribió:Quintiliano escribió:Ese plan de vida es absurdo. Propones vivir como un jubilado
Pues anda que no se vive bien! cuidar el huerto, pasear, petanca, sentarse en un banco, ver las obras... la vida contemplativa tiene su aquél si es lo que uno desea. Es como la soledad, temor para unos, paraiso para otros. (...)
Como antes dije, para los profesionales que han ejercido una profesión intelectual, la jubilación es una especie de muerte civil. No sólo económica, sino también social y profesional. Y te pongo ejemplos:
Un notario que se debe jubilar forzosamente a los 70 años, no sólo pasa a ser un jubilado cobrando una pensión. Pierde el derecho a dirigir su notaría. Pierde todos los ingresos habituales de su negocio. No puede seguir actuando como notario. Pasa a ser un jubilado sin nada que hacer, cobrando una buena pensión, pero lejos de su actividad profesional de tan sólo unos meses antes.
Un juez lo mismo. Un juez debe jubilarse forzosamente y al Consejo General del Poder Judicial le es indiferente que ese juez sea una eminencia o que sea una medianía. Se tiene que jubilar y se le jubila forzosamente llegada la edad correspondiente.
Y ¿qué ocurre cuando un juez, de gran prestigio, que ha sido autoridad, que ha trabajado hasta el final, se jubila? Pues que no lo soporta. No lleva bien ese tedio, ese aburrimiento, ese levantarse por la mañana y no tener nada que hacer, y que todo el mundo le trate como un jubilado.
Entonces algunos de ellos se buscan una profesión-refugio, que suele ser la abogacía, porque si eres juez, te tienes que jubilar cuando te corresponda; pero ninguna ley obliga a un abogado que ejerce de forma privada a jubilarse.
Así por ejemplo Eduardo García de Enterría, jubilado desde los 70 años, estuvo ejerciendo la abogacía hasta su fallecimiento con 90 años. Seguía yendo a su despacho y firmando recursos y escritos de todo tipo, así como escribiendo libros y dando conferencias y cursos.
Tampoco el Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal aceptó ser un jubilado cuando le notificaron el decreto que acordaba su jubilación forzosa a los 70 años. Siguió, como si nada, en su laboratorio, trabajando e investigando, hasta el final.
La jubilación es una liberación para el pobre proletario explotado y mal pagado, pero para el intelectual, para la persona que trabaja con su mente, no es más que una mera circunstancia administrativa que no le impide seguir siendo útil a la sociedad.
Salu2