ENTRADA 2: Reacción rápida, suerte y valor.

ENTRADA 2: Reacción rápida, suerte y valor.




Estábamos asustados, nerviosos y pasmados de miedo. La transformación del andaluz nos dejó a la vez sorprendidos y tremendamente preocupados.

Al parecer, con un solo mordisco había perdido su humanidad y ahora era como las cosas que habíamos visto cerca del avión, o como los que salían por la tele. Pero todavía no sabíamos el enorme peligro que corríamos, puede que por eso tomáramos aquella decisión tan insensata.


- ¡Tenemos que hacer algo! -Dijo Carlos.


- Si abres esa puerta ese tío va a entrar, NI DE COÑA. -Sentenció Rober mientras se interponía entre la puerta y el resto del grupo.


-¡Esperad joder! Hay que ayudarlas o ese loco acabará haciéndoles daño, buscad cualquier cosa que podamos usar como arma. -Dije mientras recorría el apartamento con la mirada.



- ¡En la tele dicen que sea como sea hay que mantenerse alejado de esas personas! ¿Dices que busquemos armas?, ¿Qué coño quieres hacer?- Intentó convencernos Rober.



La polémica se desató y empezamos a discutir cada vez de forma más acalorada, ¿ayudar o abandonarlas a su suerte? No había forma de avisar a la policía y además estaban demasiado ocupados. Pese al miedo en el cuerpo poco a poco la decisión de ayudarlas parecía más generalizada, no podíamos taparnos los oídos y fingir que todo iba bien. La idea era espantar a ese hombre y si era necesario, golpearle.





En ese momento, Coletilla dejó todos los cuchillos y cosas punzantes sobre la mesa. Genial disponíamos de unos diez cuchillos de cortar patatas (que dudo que sean capaces de cortar algo más) el de carne de Llovet, otros dos más gruesos de empuñadura de madera...al menos eran más gruesos y no se doblaban con facilidad.




-Lamentable la armería. -Dijo Capo desde la puerta del baño.

- ¡Joder Capoira! ¿Puedes mejorarlo? -Contesté molesto por su actitud.

- Pues si mira... -y sacó del baño el mocho y la escoba. La estampa del chaval siempre en chándal, con el pelo descontrolado en plan casi afro y empuñando una escoba.

- Bien, una puta escoba...eres un genio…-ironicé- Joder piensa piensa...me dije para mis adentros mientras seguía barriendo la estancia con la mirada. -¡Necesitamos algo contundente!



Y diciendo eso cogí una de las sillas de madera y la estrellé con todas mis fuerzas contra el suelo. Perfecto, se había descolado, las viejas sillas estaban tente mientras cobro y al menos nos iban a proporcionar palos más consistentes y ahora ofrecían cierta distancia de golpeo, con eso seguro que lo intimidábamos.

Cogí una de las patas traseras, Carlos y Capoira comenzaron a desarmar otras dos sillas.

-¿Si salís con eso que pensáis hacer? ¿Que sois Rambo?, ¡No me jodáis! No voy a permitir que entre aquí por vuestra culpa, esa gente está loca, no razonan, están infectados de algo raro y vosotros creéis que vais a asustarle pegándole con una escoba.-Toni tampoco quería que la puerta se abriera.



-Necesitan nuestra ayuda, si fuera al revés… ¿te gustaría que te echaran un cable no? -Intervino Coletilla, es un chico que a veces habla poco, pero cuando lo hace sus palabras suelen ser sabias, bravo Coleti.


-¡Perfavoreeeeee alguien que nos ayude! –La súplica bastó para hacernos reaccionar, el pánico de la voz de la italiana era imposible de ignorar. Con cada grito el andaluz retomaba el ataque con más persistencia, los gruñidos se elevaban por encima del escándalo que armaba al chocar contra la madera de la puerta.

-Hay que detenerlo, si no atraerá a todos los que estén por ahí a nuestro rellano. -Bien Capo, has estado rápido ahí- pensé.


Al final tomamos una decisión y enseguida tuvimos claro quién íbamos a salir… menudo trío de imprudentes, Carlos es moreno y de estatura media, el adicto al fútbol del grupo…es bastante deportista y está en buena forma. Capoira… pese al mote no es brasileño, a menos que los brasileños ya no sean morenos y tengan el pelo extraordinariamente rizado… se llama Oscar, como yo, pero para evitar la confusión empezamos a llamarle Capoira o Capo, a él le gusta, dice que es un mote con clase.


Momentos después tenía la mano en el pomo de la puerta principal del apartamento, lentamente abrí con la izquierda mientras sujetaba la pata de la silla con la diestra.

-No se ha dado cuenta ... –susurré a Carlos y a Capoira.



La imagen acabó con toda mi resolución y titubeé. Aquel tío era enorme, unos dos metros, gordo con el pelo moreno, largo y lacio, parecía heavy, jodido andaluz, ahora estaba en el otro bando y no molaba nada.



En ese momento Capoira empujó un poco más la puerta y la hija de puta chirrió alertando a esa cosa de nuestra presencia. Un escalofrío me recorrió la columna de arriba a abajo cuando los ojos inyectados en sangre de aquel bicho se cruzaron con los míos. En aquel momento improvisamos.



-¡Ehhh! ¡Necesitas ayuda, tranquilízate o tendremos que hacerlo por la fuerza!- Gritó Carlos amenazándole con el palo de madera.

Como un tiburón que olfatea sangre nueva, el heavy arrancó a correr hacia nosotros haciendo caso omiso de nuestra advertencia. Yo estaba en mitad del pasillo y detrás Carlos y Capoira.



– Dale jodeeer daleee! (Creo que era Carlos el que me gritaba), se acercaba rápidamente… tres metros, dos, uno metro. ¡PAM! La puerta de nuestro apartamento se cerró dejándonos a los tres fuera. No había otra salida, tenía que reaccionar y deshacerme de la parálisis que me sobrecogía.



Mi instinto de protección tomó las riendas y el palo chocó contra la cara del andaluz con toda la fuerza que mi brazo derecho le imprimió en el revés.

Ese golpe habría hecho que se retorciera de dolor cualquier persona normal del mundo, en cambio el mastodonte retrocedió sólo un par de pasos, y al retomar la carga me clavó las manos en los hombros mientras me buscaba el cuello con la boca.



Joder, que fuerza tenía el cerdo, estaba entre su mandíbula y la pared, había dejado caer la madera porque necesitaba las dos manos para alejarlo de mí. Aun luchando con todas mis fuerzas se acercaba poco a poco.



Yo pedía ayuda desesperadamente a mis amigos. En ese momento Carlos descargó el palo en su nuca mientras Capoira tiraba de su camiseta con todas sus fuerzas para separarlo de mí.

Parece que el golpe hizo efecto y conseguí liberarme, con la espalda apoyada en la pared le di una fuerte patada y cayó al suelo. El corazón me latía salvajemente y ríos de adrenalina corrían por mis venas, en esos momentos me arrepentía enormemente de haber salido.



Pero para nuestro asombro el andaluz comenzó a incorporarse de nuevo, emitiendo un gorgoteo siniestro desde lo más oscuro de su laringe. Carlos gritó y le propinó otro golpe con tanta fuerza que hizo que el palo se hundiera entre astillas de hueso y masa encefálica.




-¡Lo hemos matado!, abrid la puta puerta cabrones.- Gritó Capo con una mueca de horror en el rostro. En se momento nos miramos incrédulos, no podíamos haber llegado tan lejos, no podíamos haberle quitado la vida a una persona.



-Joder, sabéis que a sido en defensa propia, ese salvaje nos iba a matar.- Balbuceaba Carlos intentando justificarse. Unos gritos cercanos nos sacaron del estupor del momento y corrimos hacia el apartamento de las italianas.



Toqué a la puerta llamando a Estela… seguíamos oyendo gritos y discusiones en italiano, de repente se abrió y la joven apareció con los ojos llorosos y sudando, estaba muy alterada. Detrás la gordita y Ángela empujaban la puerta del baño para impedir que se abriera.

No tuvimos tiempo de más charla, bajaban infectados por la escalera desde el 8º piso.
Sin perder un segundo, los tres entramos dando un portazo en el piso de las italianas, al cerrar la puerta vi de reojo como una chica y dos abuelos habían llegado aullando al rellano.

-Bianca e Bárbara están dentro della stanza de banio, ayudadnos! - Dijo Estela completamente trastornada.



Rápidamente todo tuvo sentido, Bianca y la otra italiana se habían transformado en esas cosas. Ahora estábamos con infectados fuera y dentro. No se me ocurría como saldríamos de esta, esto iba de mal en peor.
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