El fraude de los 'paralímpicos': "Al subir al autobús me dí cuenta de que nadie era discapacitado"
"Vamos ganando de 30 chavales, bajad un poco el pistón, que nos van a descubrir". Estas palabras corresponden al entrenador de la selección paralímpica de baloncesto durante el primer partido de la Olimpiada de Sidney 2000 donde España consiguió la medalla de oro. De los 12 jugadores sólo dos tenían una discapacidad. Trece años más tarde, el escándalo ha vuelto al panorama público después de que esta semana quedara resuelto el juicio contra los miembros del combinado nacional -jugadores y 'staff' técnico- y otras personalidades de la Federación para Deportistas Discapacitados.
19 imputados en el caso de los "falsos paralímpicos y tan sólo una condena, la del expresidente de la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales (FEDDI), Fernando Martín. A pesar de la gravedad del caso - constituye un delito de estafa y falsedad oficial hacerse pasar por un disminuido - Martín ha visto como se ha rebajado su pena de dos años de cárcel a una multa de 5.400 euros, mientras que al resto de los miembros de la plantilla se les han retirado los cargos, tras pactar una absolución con la Fiscalía de Madrid.
Fue en Sidney, en los Juegos Paralímpicos del año 2000, donde la FEDDI llevó a cabo este 'golpe maestro', sin embargo el proceso de trampa se empezó a gestar dos años antes. En 1998, durante la Copa Ibérica, un torneo preparatorio para el Europeo de Polonia 1999, comenzó la farsa. En ese campeonato, España consiguió vencer a Portugal por 50 puntos, un éxito que se refrendó al año siguiente con la consecución del Campeonato de Europa y Campeonato del Mundo.
De ese equipo formó parte Carlos Ribagorda, periodista por aquella época de la Revista Capital -fue el medio de comunicación que destapó a comienzos de los 2000 el 'fraude de los paralímpicos- y que se infiltró para conocer de primera mano cómo se llevaba a cabo este engaño que dejaba poco lugar a la improvisación. Fue precisamente en esa Copa Ibérica de 1998 cuando tuvo el primer contacto con el equipo de baloncesto paralímpico y rápidamente se dio cuenta de que allí había un gran número de componentes que no tenían ningún tipo de minusvalía. "Mi primer encuentro se produjo en el autobús que nos llevaba a disputar la competición. Allí pude comprobar que nadie era discapacitado. Todos viajaban con sus parejas tranquilamente. Eran como... unas vacaciones con todo pagado".
¿CÓMO SE ACCEDÍA AL EQUIPO?
En medio de este complejo- aparentemente- proceso, todo funcionaba mucho más fácil de lo que parece. El único requisito indispensable era saber jugar al baloncesto. "Nunca me realizaron un test para que se demostrara mi 'supuesta' minusvalía. Lo único que hicieron cuando expresé interés en formar parte de la selección fue pedirme un reconocimiento médico y unas flexiones para conocer mi estado físico", destaca Ribagorda.
Tan sencillo como eso. Llegar, besar el santo y jugar. Del resto, se encargaba la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales. Ellos realizaban los trámites legales - o más bien ilegales- y presentaban ante los responsables los falsos certificados médicos de los doce componentes del equipo de baloncesto. "Actuaban con una impunidad absoluta, lo tenían todo muy bien atado con los informes falsos. Una vez infiltrado en el equipo, mantuve una posición callada y prudente y hacer lo que veía a los demás para no ser descubierto", aclaraba Carlos Ribagorda.
PODEROSO CABALLERO DON DINERO
Por 'x' o por 'y', el deporte es un escaparate perfecto para poder hacer negocio y desde la Federación percibieron una perfecta oportunidad para sanear las cuentas y poder rentabilizar el movimiento paralímpicos en España. Cada medalla tenía un valioso precio, por ello la FEDDI organizó la estafa. "Lo que motivó todo el plan fue una especie de ayuda o plan ADO que iba destinado a los discapacitados. A más medallas, más dinero. Todo ello era un círculo cerrado". Ese plan -gracias a la cosecha de medallas de 1998 y 1999- propició que para Sidney numerosas empresas privadas quisieran sentirse partícipes de ese 'éxito' y contribuyeron económicamente a la causa como es el caso de Telefónica, BBVA, la Fundación ONCE o el propio Consejo Superior de Deportes.
Los discapacitados cobraban el dinero de esas becas pero, sorprendentemente, más tarde tenían que devolver esas ayudas a la Federación en concepto de donaciones. Fue en Sidney 2000 cuando hubo un mayor número de integrantes que no tenía ningún tipo de discapacidad: en total fueron diez jugadores. El éxito que había tenido la 'farsa' en el Mundial de Brasil - con cuatro jugadores que no tenían minusvalía- y al año siguiente en el Eurobasket de 1999 - con nueve- dejaba claro que el negocio tanto económico como deportivo estaba siendo hasta esa fecha redondo.
Todo se desarrollaba según lo estipulado en el plan- España iba consiguiendo éxitos en las distintas competiciones- pero justo un día antes de que se celebrara la ceremonia de clausura de los Juegos Paralímpicos de Sidney surgió un imprevisto: la publicación en los medios nacionales de la foto completa del equipo de baloncesto en el podio con las medalla de oro. "El Diario de Alcalá reconoció a tres miembros de la selección que eran vecinos de la localidad. Se pusieron a investigar y descubrieron que no eran discapacitados. En ese momento, el escándalo estuvo a punto de saltar por los aires. Lo evitó Fernando Martín cuando tuvo que mostrar a la prensa los certificados falsificados", asegura Carlos Ribagorda.
Fernando Martín Vicente es pieza clave para entender lo ocurrido en el deporte paralímpico en los últimos años de la década de los 90. El presidente de la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales conocía 'al dedillo' todos los detalles que formaban una estrategia perfecta pero... ¿cómo era posible que no se vigilara y comprobara fuera de España que realmente el equipo estaba formado en su mayoría por deportistas sin minusvalías ni físicas ni mentales? En Sidney, el control de las fichas de los paralímpicos correspondía a las federaciones nacionales - en este caso la FEDDI- o en su defecto a la organización internacional deportiva de personas con un hándicap mental - el INAS- que curiosamente en ese periodo presidía el propio Martín Vicente. Todo encajaba a la perfección. Un plan que apenas tenía resquicios para ser descubierto.
Viendo el éxito que había tenido la incorporación de personas sin minusvalía al baloncesto, la Federación decidió sumar más deportes en los que hubiera posibilidades de sumar más dinero para las arcas del organismo español. "Disciplinas como el atletismo o el tenis de mesa fueron las siguientes en sumarse a esta trampa. Todo partía y acababa en la FEDDI, que a su vez ocultaba al Comité Paralímpico Español la situación que se traían entre manos", concluye el periodista que participó en el equipo de basket paralímpico.
13 años más tarde y con el triste episodio en el olvido, la justicia ha vuelto a dar voz a uno de los episodios más bochornosos de la historia mundial del deporte. A Carlos Ribagorda la reciente sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid le deja un sabor agridulce: "Por un lado estoy contento porque los 150.000 euros que recibieron en la Federación los han tenido que devolver pero, por otro lado, me quedo algo desconcertado porque la multa de 5.000 euros a Fernando Martín se queda corta".
Un sabor mucho más dulce se le queda a Carlos cuando se pone a pensar que gracias a su reportaje se han perfeccionado los métodos para detectar las discapacidades. De hecho, esto ha provocado que hasta que el Comité no ha detectado un sistema fiable que detectara los fraudes no ha permitido a la FEDDI acudir a ninguna Olimpiada. En la última, en la de Londres 2012, sí que acudieron. La certeza de que se repita un caso de estas características en España, es a día de hoy, una utopía... pero cosas más extrañas se han visto.