evasión o reflexión
La música sigue sonando, cada compás retumba como un trueno en mis maltrechas neuronas.
Hoy no es más que otro domingo, otro día de evasión, otro día para evitar el pensamiento, hoy no es más que otra jornada cualquiera de mi existencia gris. Paro la música y miro el PC, un estupor de admiración ilumina mi mente: qué soberbia conjunción de silicio y electricidad, que intelecto superior tuvo que tener aquél que ideó un sistema como éste. Ciertamente es un sistema, como todo lo que me rodea.
Mi vida es un sistema, mi familia, mis compañías, mis sentimientos, todo es una sencilla unión de circunstancias que dan lugar a una expresión alienada, yo; no más complejo que cualquier bit de información. ¿Dónde está la individualidad y la libertad de la que tanto se habla hoy en día?
La particularidad de cada individuo se ha reducido a un simple cero o uno. No hay lugar a elección. Vuelvo a la "cordura" y siento de nuevo los bombos tronar, los sonidos arrancan de nuevo, mis dentritas no transmiten; misión cumplida, diez minutos más sin alzar la vista más allá del cuatro por cuatro.
Una tras otra me atraviesan melodías y palabras, palabras inconexas y vacías, nada tiene sentido, todo se pierde en el vano horizonte del sentir. La música vuelve a cesar, parece que me recupero y comienzo a reflexionar, pero pronto acaba este utópico sueño, es hora de cenar, mi sistema orgánico necesita combustible, me olvido de cualquier razonamiento y acudo raudo a por mi dosis de metadona cárnica.
Tomo asiento en el comedor ante el tubo de rayos catódicos y me doy cuenta de que estoy solo, rodeado de gente, pero solo. Todos miran el televisor, todos asienten como meros autómatas que reciben su premio tras un duro día de trabajo, horas y horas de escapismo mental; no es más que un reflejo de nuestra personalidad digital.
Me siento tan horrorizado que dejo de comer, me levanto y vuelvo a mi escondite personal, vuelvo a mi universo, vuelvo a mí. Ahora me doy cuenta de que no somos más que piezas de un puzzle sin fin, figuras prescindibles de un tablero de ajedrez inconmovible y eterno, simples medios para conseguir un fin al que todos "deberíamos" de aspirar: un mensaje químico codificado de forma endorfínica al que llamamos "felicidad".
Pues no, yo no voy a aspirar a la felicidad, no quiero ser un bit más, me da igual cualquier compuesto hormonal que recorra mi sistema nervioso, hoy todo me da igual. Hoy quiero pensar por mi mismo, hoy quiero mirar al cielo y verte reflejada en él, hoy he descubierto el verdadero significado de la palabra libertad, libertad es ser un dos en un mundo de ceros y unos.
Hoy, y sólo por hoy, seré un dos.