Hoy di una vuelta con un amigo. Conducimos hasta una masía que ha heredado de su abuelo que murió hace unos meses. Está apartada, en el bosque. Entramos y nos sentamos a fumar un cigarro, mientras mi colega fantaseaba con lo que haría con la casa. Es rumano, y ha trabajado en la construcción muchos años, me explicaba que iba a pedir un crédito para reformarla cuando, de pronto, entran dos tipos. Al acercarnos vimos un coche aparcado fuera. Uno de ellos nos saludó. A estas alturas, debo decir que mi amigo es un armario, literalmente, puedo pero muy buena persona. No mataría una mosca. Los dos intrusos salieron y se quedaron en portal, fuera como esperando a algo o pedir peor aún, a alguien... Nos temíamos lo peor, "¿Qué están haciendo aquí? ¿Están paseando?", me preguntó mi colega asustado. Yo les miré con miedo, sólo pude decirle en mi rumano chapucero que me ha enseñado en momentos perdidos: "No sé, pero sigue sonriendo".