Con el paso del tiempo se ha cambiado de manera progresiva de un sistema jerárquico antiguo, que enaltecía a unas clases como privilegiadas y selectas, a un sistema jerárquico moderno, en el que la posición está determinada por el capital. Aunque existen casos en los que dicho capital se consigue de una forma menos laboriosa, en general la mayoría de la gente vive en una sociedad en la que el dinero y las pertenencias se consiguen por medio del aprendizaje, la formación y la dedicación en forma de trabajo.
Felipe VI, junto a otros nobles, es uno de los resquicios que queda de un sistema arcaico y anticuado, incluso incompatible con nuestro actual sistema de Gobierno. Un rey es una figura superior, privilegiada, vigente sin concenso ni confirmación periódica, está a la vista de todos desde su nacimiento y dispone de un destino seguro recompensado con ingentes cantidades de dinero, algo que choca completamente con la situación de cualquier otro ciudadano sin una titulación.
El ciudadano medio, si bien dispone de capacidad pensante, está normalmente influenciado por los medios de comunicación y la tradición, la población española actual presenta un gran número de personas entradas en la segunda y tercera edad, y hasta hace poco, la figura del monarca era un elemento que formaba parte de sus vidas. Sin embargo, debido al paso del tiempo, nuevas generaciones aparecen, nuevos escándalos relativos a la nobleza afloran y las nuevas tecnologías amplían la oferta informativa, lo que provoca que la figura del rey y relacionados se vea todavía más distante y más diferenciada. En definitiva, no es de extrañar que una buena pate de la sociedad considere a un rey como un cacique en lo referente a oportunidades y recursos, y una figura cuyo origen, compatibilidad en tiempos modernos y estilo de vida se antojan indignos de representación.
Por todo esto, no os extrañéis de que baje la audiencia.