Feliz en tu día

Estoy intentando practicar mi prosa, que me he cansado un poco de hacer prosa poética. Os dejo una tontería que he hecho por si alguien se aburre. Se admiten críticas.

—¡Felicidades!— escucho al abrir la puerta.

Todas las luces están apagadas. Avanzo a tientas por el pasillo todavía un poco aturdido por el frío que hace en la calle. Una fiesta sorpresa y soy el último invitado. Alguien ha encendido las luces del salón. Mi familia, mi novia y mis mejores amigos están allí reunidos. Y mi gato también intentando subirse a la mesa para lamer lo que parece desde aquí una inmensa tarta Sacher con un número de parafina clavado en ella. No soporto que el gato intente hacer esas cosas, pero sobre todo no soporto las fiestas sorpresa. No puedo parar de sudar, ojalá nadie se percate de ello. Seguro que quieren que diga alguna cosa.
El número está goteando cera sobre la tarta. ¿Dónde está mi sonrisa? Estate quieta que no te encuentro. Besos, abrazos con palmaditas en la espalda, serpentinas de colores y regalos envueltos con papel azul brillante. ¿Quién dijo que me gustaba ese color?
¿Ahora es cuando soplo la vela y pido un deseo? ¿Ya me toca decir algo? Como siempre en estas situaciones me he quedado en blanco, mejor será esperar que algún invitado cuente un chiste. Entretanto mi silencio preside la mesa, ¿en qué lugar se han metido las palabras? Soplo la llama del número mientras todos cantan cumpleaños feliz. Un buen puñado de fotografías con flash me ciegan a la vez que me echan un brazo por encima del hombro. No veo nada y lo peor de todo es que no sé dónde meterme. Supongo que debajo de la mesa sería la mejor opción. Tal vez allí se me ocurra una frase ingeniosa. Tal vez ese chiste que nadie hace.

Por cierto, otro año que olvido pedir el maldito deseo.

—¡Felicidades!—dicen todos al unísono.


Imagen

Un saludo.
0 respuestas