"Incluso la más bella rosa tiene sus espinas". Oscar Wilde.
"Cuando los niños despedazan cruelmente una bella mariposa, parece como si le estuvieran buscando el alma". Víctor Hugo.
"Para el verdaderamente ambicioso, no hay término medio entre la cima y el precipicio". Tácito.
"Bienaventurado quien sólo ve cómo la vida pasa, y a solas con Dios se acompasa". Fray Luis de León.
"La mejor salsa es el hambre". Sócrates.
"El sufrimiento es el cincel con el que Dios moldea la estatua humana". C.S. Lewis.
"Exígete mucho a ti mismo y no esperes nada de los demás, así te ahorrarás disgustos". Confucio.
"!Oh, soledad! ¿Cuánto tiempo durarás?
Todos están tan radiantes,
Que parece que hubiera llegado
La fiesta del Gran Sacrificio,
Como si fuese primavera
Y estuvieran subiendo a las torres.
Yo soy el único que duda,
Aún no se me ha aparecido ninguna señal,
Soy como un recién nacido que todavía no sabe reir,
Desasosegado, errante, como si no tuviera patria.
Todo el mundo vive en la abundancia,
Sólo yo parezco olvidado.
Tengo el corazón tan confuso y sombrío como el de un loco.
Los hombres de este mundo
Son muy lúcidos, tan lúcidos.
Sólo yo parezco turbio.
Los hombres de este mundo
Son inteligentes, tan inteligentes.
Sólo yo parezco encerrado en mí mismo,
Agitado, ay, como el mar,
dando vueltas, ay, interminablemente.
Todo el mundo tiene propósitos,
Sólo yo permanezco ocioso como un mendigo.
Soy distinto de los demás.
Para mí, lo más importante es
Buscar el alimento en el seno de la madre." Tao Te Ching, de Lao Tsé.
"Vanidad de vanidades, porque todo es vanidad". Eclesiastés.
"A la postre todo el mundo se queda solo, y lo que entonces importa es quién es ese que está solo". Schopenhauer.
"Cuando somos jóvenes, imaginamos que las personas importantes entrarán en nuestra vida con estruendo de tambores y fanfarria de trompetas. Sin embargo, cuando somos viejos nos damos cuenta de que las personas verdaderamente importantes entraron en nuestra vida silenciosamente y se fueron de igual forma". Schopenhauer.
"Antes de dar al pueblo médicos y doctores, sería conveniente saber si pasa hambre". Tolstoi.
"Toda revolución se evapora y deja atrás sólo el limo de una nueva burocracia". Kafka.
"Son españoles... los que no pueden ser otra cosa". Cánovas del Castillo.
"Hay un momento cumbre de la historia humana: España desde 1500 hasta 1700". Hipólito Taine.
Tácito, un nostálgico de la república, sobre Augusto:
"[...] Entre la gente sensata su vida era objeto de juicios contrapuestos, que ya la enaltecían, ya la censuraban. Decían los unos que la piedad para con su padre y la crisis de la república, en la que no había entonces lugar para las leyes, eran las que lo habían arrastrado a la guerra civil, la cual no puede preverse ni realizarse con arreglo a la moral. Muchas concesiones había hecho a Antonio con tal de castigar a los que habían matado a su padre [adoptivo, César], y muchas también a Lépido. Después de que éste se hubiera hundido por su falta de energía y aquél acabara perdido por sus excesos, no quedaba para la patria en discordia otro remedio que el gobierno de un solo hombre. Sin embargo, no había consolidado el estado con una monarquía ni con una dictadura, sino con el simple título de príncipe; su imperio estaba resguardado por el mar Océano o por remotos ríos; las legiones, las provincias, las flotas, todo estaba estrechamente unido; el derecho reinaba entre los ciudadanos, la sumisión entre los aliados; la propia Ciudad había sido magníficamente embellecida; en bien pocos casos se había empleado la fuerza, y ello por garantizar a los demás la paz.
Se decía en contra que la piedad para con su padre y las circunstancias por que pasaba la república las había tomado como pretexto; que, por lo demás, era la ambición de dominar lo que le había llevado a ganarse con dádivas a los veteranos; siendo un muchacho y un simple particular se había organizado un ejército, había corrompido a las legiones de un cónsul, había simulado adhesión al partido de Pompeyo. Que más tarde, tras haber usurpado por un decreto de los senadores los haces [fasces] y las jurisdicción del pretor, una vez muertos Hircio y Pansa -ya los hubieran eliminado los enemigos, ya a Pansa un veneno vertido en su herida y a Hircio sus propios soldados y César como maquinador del dolo-, se había apoderado de las tropas de ambos; que el consulado se lo había arrancado por la fuerza al senado, y que las armas que había tomado contra Antonio las había vuelto contra la república; las proscripciones de ciudadanos y los repartos de tierras no habían sido aprobados ni por quienes las habían llevado a término.
Cierto que el final de Casio y de los Bruto había sido un tributo a las enemistades paternas, aunque sea lícito subordinar los odios privados a los intereses públicos, pero a Pompeyo lo había engañado con una apariencia de paz, a Lépido con una amistad simulada; más tarde Antonio, ganado por los pactos de Tarento y de Brindis [Bríndisi] y por el matrimonio con su hermana, había pagado con la muerte las consecuencias de una alianza desleal. No había duda de que tras todo esto había llegado la paz, pero una paz sangrienta: los desastres de Lolio y Varo, los asesinatos en Roma de los Varrones, los Egnacios, los Julos. No se mostraban más moderados al hablar de su vida privada: le había quitado la esposa a Nerón, y en un verdadero escarnio había consultado a los pontífices si podía casarse según los ritos aquella mujer que había concebido y estaba a la espera de dar a luz; los excesos de [laguna] y de Vedio Polión; por último, Livia, dura madre para la república, dura madrastra para la casa de los Césares. No había dejado honores para los dioses, pues se hacía venerar en templos y en imágenes divinas por flámenes y sacerdotes. Ni siquiera a Tiberio lo había adoptado como sucesor por afecto o por cuidado de la república; antes bien, dado que había calado en su arrogancia y crueldad, se había buscado la gloria con la peor de las comparaciones.
La verdad es que unos años antes Augusto, cuando solicitaba de los senadores la potestad tribunicia para Tiberio por segunda vez, aunque envueltos en términos laudatorios, le había lanzado algunos reproches en torno a su carácter, maneras y costumbres, aparentando excusarlo."
El mejor pasaje de teatro escrito en español de todos los tiempos:
"Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."
La vida es sueño, de Calderón de la Barca.