Volvemos un momento a estas tierras... Para echar la persiana durante un tiempo para el proyecto, en un replanteamiento que creemos necesario para el proyecto editorial. Así que aquí estoy para anunciar que acabamos de sacar el último monográfico de GameReport, el más largo hasta la fecha con 220 páginas dedicado a las drogas y adicciones en el (y del) videojuego. ¿Os venís a este viaje del éxtasis al vicio?
Hay resacas que son gloria bendita. Ecos de noches históricas que resuenan al ritmo de las pulsaciones en las sienes, dibujando una mueca de satisfacción mientras volvemos de un (mal) viaje que se ha ido un poco de las manos. Y las sustancias psicotrópicas no son las únicas que las provocan: ¿acaso habéis probado a pasar una noche entera jugando a ‘LSD: Dream Emulator’ o a ‘Disco Elysium’? Intentadlo y nos contáis.
El medio de los videojuegos es una femme fatale, siempre envuelto en idilios controvertidos y peligrosos. Cuando no es la violencia, son las drogas. Y, como siempre, existen diversos enfoques. En este monográfico repasamos cómo se recrean detrás de la pantalla, ya sea en forma de plásmidos como en el gargantuesco reportaje de 44 páginas dedicado a la saga ‘BioShock’, o tras los muros de nuestro laboratorio clandestino en ‘Basement’; y también reflexionamos sobre cómo han conformado los cimientos de series tan longevas e interesantes como ‘Far Cry’ y sus 36 páginas de color, psicodelia y armas de fuego.
Pero también somos capaces de dar pinceladas breves. Da fe de ello nuestra firma invitada, Víctor Martínez (chiconuclear), que prácticamente abre el ejemplar contándonos que los videojuegos son su droga favorita. Y la nuestra, vaya que sí. Aquí nos metemos ‘Kula World’ en vena, píldoras incluidas, y nos pasamos semanas farmeando sin darnos cuenta de que nos estamos convirtiendo, poco a poco, en adictos.
Pero esa adicción también merece una reflexión serena: ¿existe la adicción a los videojuegos como tal? Con la mente fresca y rodeados de papers, tratamos de armar una respuesta. Y con el trabajo entregado elevamos anclas y nos vamos de viaje: a la rave de ‘Rez’ y Tetsuya Mizuguchi, dejando volar la mente envueltos en la sinestesia de luces, sonidos, colores… y vibraciones.
La penúltima nos la tomamos con el piti en la mano, dándonos una vuelta por cómo los videojuegos han representado las conocidas como drogas sociales. En esas charlas en la puerta del garito mientras amanece, recordamos con nostalgia cómo aquellas máquinas recreativas nos recordaban con ternura paternalista que los ganadores no usan drogas. Y brindamos, por última vez, por los eternos perdedores.
Diez ilustraciones originales adornan esta publicación, junco con la estupenda portada de Francisco Riolobos (Franxurio).
