Un juego bonito en lo audiovisual que supo aprovechar las fortalezas técnicas de la consola y que era entretenido de jugar, a la par que plano y extraordinariamente fácil cuando le encontrabas las costuras y con pocos alicientes para rejugar o intentar mejorar. Nunca estuvo junto a los grandes slash'em up de la consola pero supo encontrar un hueco entre los corazones desatendidos con la evolución de los Onimusha (3 y 4: Dawn of Dreams).