Hola gente!
Había escrito dos relatos para LitEOL 04, pero cómo sólo se puede presentar uno, he decidido publicar este fuera del concurso y presentar el otro (lo acabo de postear en el hilo dedicado a tal fin) porque al final me ha convencido más que éste.
En fin, de cualquier modo, como siempre es bueno participar en el foro lo máximo posible, por eso me he animado a no perder este otro relato y publicarlo aquí. Espero que os guste!
Hasta Mañana
El sol se había encargado de pintar el cielo en tonos ocres. Las estrellas estaban a punto de asomarse tímidamente al firmamento, y familias enteras aprovechaban esos últimos minutos de calidez que el día les brindaba. Todos parecían disfrutar de aquella tarde de playa, todos excepto María; ella veía el atardecer distorsionado a través de las lágrimas que brotaban de sus mansos ojos verdes.
- Adiós a todos, no os volveré a ver más... - pensó.
Recogió sus cosas al igual que hacían muchos de los presentes, pues la temperatura empezaba a descender rápidamente. María pasó junto a un grupo de chicos que tocaba la guitarra animadamente, uno de ellos la miró a la par que sonreía; ella miró al suelo y aceleró el paso. En ese momento un balón lanzado desde muy lejos silbó junto a sus oídos. Aquello la despertó un poco de sus pensamientos. Miró al cielo una vez más y pensó que era la puesta de sol más bonita que era capaz de recordar, una pena, una verdadera pena...
Por el camino vió coches impecablemente brillantes, casas adecentadas para la típica cena familiar en el porche del jardín, grupos de gentes que se dirigían a sus lugares de ocio con idea de regresar lo más tarde posible a sus apartamentos... en definitiva, una tarde-noche de verano casi como cualquier otra.
- Disfrutad, bailad, reid todo lo que podais; aprovechad cada uno de vuestros momentos.
Desde una terraza llegó música hasta sus oidos; tal vez nunca lo había pensado, pero había tantos detalles que se escapaban a la percepción de sus sentidos tantas veces al día... - Debería haberme fijado más en todas estas cosas, al final, creo que no he sabido valorar lo que tenía. Probablemente, éste haya sido el día con más libertad de toda mi vida. Al menos conseguí que respetaran mi último deseo antes de marchar...
Finalmente, María llegó a su casa. Entró en el salón y allí estaba todo lleno de cajas y de gente que parecía tener prisa por hacer las cosas cuanto antes mejor. En el fondo de la sala vio a su madre, con gesto muy serio, pálida y con un pañuelo en la mano. Los ojos vidriosos y los labios fírmemente apretados uno junto al otro. Su padre aún no había vuelto del trabajo, era normal, desde muy pequeña ya estaba acostumbrada a que su padre fuera casi un extraño para ella. De cualquier modo, no era un día cualquiera, ni mucho menos.
- ¿No hay vuelta atrás?
- No hija, está todo decidido, no hay nada que hacer
- ¿Y el diálogo?, ¿de qué han servido tantos años de convivencia?
- María, esto no está en mis manos, es tu padre el que toma las decisiones; yo me he limitado a seguir lo que él ha dicho; no lo hagas más dificil, por favor...
- No puedo entenderlo, no puedo comprender que por no dar su brazo a torcer estemos en esta situación, ¡es increible!
- Hija, las cosas no son tan simples como parecen. Siempre nos han enseñado que la gente habla, llega a acuerdos y así se mantiene cierto equilibrio. Lo que ocurre es que la situación ha llegado a un punto en el que es imposible estar deacuerdo, hay que tomar otro tipo de medidas. Que conste que a mí tampoco me gusta nada esto, pero si las cosas han de hacerse así, ¿qué voy a hacer yo que soy una simple figura decorativa?
- ¡No! No te das cuenta, al final siempre pagan los mismos, los que no tienen culpa de nada. Los que menos tienen que ver son los que más sufren. ¡No teneis sentimientos! ¡Tienes que hacer algo!
- Por favor, María, no hagas las cosas más complicadas de lo que son, prepara tus cosas, que mañana hay que madrugar mucho. No podemos retrasarnos...
Una lágrima brotó del ojo derecho de aquella mujer, estaba resignada a aceptar las cosas tal y como habían venido; era inevitable, no quedaba otra opción; era como dar puñetazos a un muro de hormigón.
La mayor parte de las cosas que María se tenía que llevar ya estaban empaquetadas; sólo faltaba algo de ropa y algún que otro objeto personal como su diarío, aquel colgante que la regaló su amiga Laura, y sobre todo las fotos de la playa que había hecho durante todos esos años... María se movía como un autómata; miles de ideas se arremolinaban en su cabeza impidiéndola pensar con claridad, pero sólo una pregunta llegó hasta la superficie de su consciencia :
"¿que hemos hecho para merecer esto?".
Finalmente, se metió en su cama para no dormir ni un minuto. A las cuatro y cuarto de la mañana sonó un teléfono, al momento su padre entró en la habitación y dijo que había que marcharse ya mismo. En veinte minutos ya estaban listos para partir. María no dijo ni una palabra a nadie, no era el momento de pedir explicaciones.
Cuatrocientos años de contaminación radioactiva consiguieron que nadie en muchas generaciones volviese a ver ponerse el sol en aquella playa. Cuando las bombas atómicas cayeron al amanecer, el avión presidencial volaba ya muy lejos con el presidente, su mujer y su hija María a bordo. A partir de ahora, sus vidas se desarrollarían en un bunker antinuclear a doscientos cincuenta metros bajo tierra, convirtiendo la libertad en un verdadero sueño, y sabiendo que allí no había lugar ni para el grupo de chicos que tocaban la guitarra en la playa, ni para la familia que cenaba en el jardín de su casa, ni siquiera para su amiga Laura...