Adiós, hasta nunca. Aunque no sea cierto, por culpa de las torturas de la memoria, trataré de olvidarte. No he conocido otro año tan impío, sucio y cruel. Sin ambages emocionales acuchillaste poco a poco y siempre a traición todas las esperanzas, fuesen manidas o no, y luego reíste desde tu altar cada lágrima de carbón que brotaba de la minería, noble pero triste, de los perdedores.
Te acuné para dormir y te ofrecí agua cuando tuviste sed. Cuando morías ahogado te di mi aire y si llorabas te enjugué las lágrimas con mi marchito pañuelo de los deseos. Siempre que una brisa llegaba fría y cruel te guardaba a mi abrigo y nunca permití que te dañasen.
Ahora te vas, te hundes en una página de la memoria, en una mentirosa hoja en llamas que cae al pozo del olvido. Pero tu huella seguirá, perdurará y seguro que por siempre llevaré tu nombre en mi lastre, pero lo cierto e inevitable es que ha muerto tu tiempo y con ello tu desidia, tu abyecta frivolidad.
Viene tu hermano menor con una oculta mirada torva, pero sin la fuerza que te entregué cuando me la pediste. Ya no confío en la esperanza ni en vuestra prosaica retahíla de buenos augurios.
Así te pudras, así te olviden, así mueras y no me persigas más... aunque sea mentira, que lo será.